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Escena de la batalla de Alcazarquivir, pintura romántica, c. XIX

Escena de la batalla de Alcazarquivir, pintura romántica, c. XIX

La batalla de Alcazarquivir que enfrentó a tres reyes y acabó con la anexión de Portugal por España

El 4 de agosto de 1578 se enfrentaron las fuerzas portuguesas contra las de los pretendientes al trono de Marruecos. También sería el origen del mito del sebastianismo

Lo que pasó cerca de Alcazarquivir, en Marruecos, el 4 de agosto de 1578, en la llamada Batalla de los Tres Reyes, tuvo una importancia especial tanto para el sultán como para Portugal y España.

La batalla de los Tres Reyes

Reinaba en Portugal Sebastián, que sucedió a su abuelo Juan III cuando solo tenía tres años de edad. Tras unos años de regencia, accedió al trono definitivamente en 1568. Al parecer era un hombre físicamente débil, enfermizo, muy religioso y a la cabeza de un reino poderoso y en expansión. En Marruecos la situación estaba confusa y corría el riesgo de caer en manos otomanas. Los reyes peninsulares trataban de asegurarse puntos en la costa norteafricana para evitar la piratería berberisca. Hay que tener en cuenta que si los turcos llegaban a poseer bases en el Atlántico, la navegación con las posesiones en África y América se iba a ver comprometida.

Batalla de Alcazarquivir

Batalla de Alcazarquivir

Los portugueses vieron la ocasión de intervenir en el reino de Fez cuando fue depuesto el sultán Muhammad Al-Mutawakil. Éste pidió ayuda para recuperar el trono frente al nuevo sultán Abu Marwan Abd el-Malik (el jerife Moluco en la literatura española de la época) que estaba apoyado por los turcos. El Rey Sebastián estimó la procedencia de la aventura y pidió ayuda a los monarcas europeos, entre ellos a su tío el Rey Felipe II de España, que no le prestó mucha atención. Los reyes se reunieron en Guadalupe y, a pesar de no ver clara la operación, Felipe II contribuyó con dinero, armas y unos dos mil hombres. Antes había mandado a Portugal al capitán y poeta Francisco de Aldana para que se informara sobre el terreno e intentara hacer desistir al portugués. «Mas el capitán Aldana en ninguna de estas cosas hizo efecto, antes le tomó el Rey la palabra de que le acompañaría en esta jornada», escribía Juan Bautista de Morales en su Jornada de África del Rey Sebastián (Sevilla 1622).

Se fue el Rey portugués a África desembarcando sus tropas en Arcila, entonces portuguesa, tras una breve parada en Cádiz. Puso a sus 16.000 hombres camino de Alcazarquivir. Cerca el río Majazin, tuvo lugar el encuentro con las fuerzas del sultán y la batalla que, por eso, los marroquíes la denominan de Wadi Almajazin. El sultán tenía una importante caballería formada por muchos de los expulsados de España. Nada más empezar la batalla, una bala de cañón acabó con la vida del irlandés Thomas Stukley que mandaba a los voluntarios o mercenarios de su tierra por la promesa del portugués de ayudarlo después contra los ingleses.

La caballería africana avanzó rodeando a los europeos, pero la contuvieron los aventureros de Cristóvão de Távora. Cuando el sultán Abd el Malik comprendió que la situación se le ponía adversa, montó su caballo y acudió al encuentro muriendo poco después. Los marroquíes ocultaron la muerte y la batalla continuó con alternativas. El combate era duro. Los portugueses de vanguardia habían avanzado tanto que se dieron cuenta de que se habían alejado mucho de sus líneas y tenían los flancos descubiertos. La caballería marroquí aprovechó para contratacar. Los aventureros estaban desordenados, sin capacidad de reacción.

El nacimiento de un mito

El fracaso de éstos arrastró a los españoles al mando de Alonso de Aguilar, quedaron cercados y sin posibilidad de defensa efectiva. El duque de Aveiro trataba de contener las acometidas de los de Fez, pero las fuerzas flaqueaban y los portugueses eran muchos menos que el enemigo. El Rey Sebastián vio la situación tan comprometida que acudió en persona a ponerse al frente de las tropas cuando las fuerzas del sultán tenían ya casi copada la artillería portuguesa. Rechazó el consejo de sus nobles de rendirse con la frase: «Señores, la verdadera libertad sólo se perderá con la vida».

Murió poco después, como habían muerto la mayor parte de sus capitanes, entre ellos Aldana y el duque de Aveiro y cayendo prisioneros otros como el prior de Crato cuando, ante el pánico entre los cristianos, trataban de imponer orden en las filas. Un tiro de arcabuz le hirió bajo el hombro. Señalaba fray Antonio de San Román en su Jornada y muerte del Rey Sebastián de Portugal (Valladolid 1603), «no hizo casi ninguno de esta herida, antes anduvo ordenando y proveyendo en una parte y en otra, alargando el triángulo de su caballería donde estaba fue estandarte». Hasta que no pudo más y expiró. El aliado de Sebastián, Mohammed al-Mutawakkil, intentó escapar y se ahogó mientras cruzaba el río Mocazim. Tres reyes fallecidos y una derrota portuguesa desastrosa con más de nueve mil muertos.

Retrato del Rey Sebastián de Portugal, obra de Alonso Sanches Coelho, c. 1574-78

Retrato del Rey Sebastián de Portugal, obra de Alonso Sanches Coelho, c. 1574-78

El cadáver del don Sebastián fue encontrado y enterrado en Alcazarquivir, luego fue entregado a los portugueses de Ceuta y llevado finalmente al monasterio de Belem en 1580. El de Mohammed al-Mutawakkil se desolló, rellenaron la piel de paja y fue paseado por el real marroquí. Sin embargo, empezó a correr el rumor de que el cadáver del Rey portugués no era suyo sino de otro muerto de la batalla.

Estas dudas dieron lugar a una leyenda pródiga de literatura, la del Rey que aparece en Castilla y pasa por ser pastelero en Madrigal o aspirante errante a su propio trono. Obras como La tragedia del rey don Sebastián y bautizo del príncipe de Marruecos (1593?) de Lope de Vega o La jornada del rey don Sebastián en África (1603?) de Vélez de Guevara, pasando por el Traidor, inconfeso y mártir (1849) de Zorrilla, hasta el folletón El pastelero de Madrigal (1862) de Fernández y González que fue un gran éxito para su autor.

Portugal quedaba sin rey y sin sucesor al trono. El pariente más próximo llamado a la sucesión era Felipe II, Rey de España. Los reinos volvían a estar unidos desde 1580 a 1640. Es cierto que no fue una posesión pacífica, pero que se renunció a ella por el levantamiento en Cataluña el mismo año en que los portugueses hacían la guerra a los españoles. Hubo que elegir.

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