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Carga de los húsares franceses por Adolf Wald

Carga de los húsares franceses por Adolf Wald

El paso de Napoleón por España

La batalla de Medellín o el episodio más sangriento de la Guerra de Independencia española

Estos combates tuvieron en Extremadura un protagonismo sangriento. Es difícil concebir que Napoleón quisiera gobernar un país al que sometió a las más grandes masacres de población civil y una represión exagerada contra los ejércitos vencidos

Gregorio García de la Cuesta y Fernández de Celis era un militar de amplia trayectoria, unos de los más prestigiosos del ejército español. Había combatido en las guerras con Portugal e Inglaterra, contra las revueltas de Perú y en el Rosellón. Fue nombrado capitán general de Baleares en 1798 y, posteriormente, presidente del Consejo de Castilla.

Sus enfrentamientos con Godoy le valieron un destierro. Tras el 2 de mayo de 1808, Napoleón le nombró virrey de Nueva España para ganarse su favor. No se molestó en contestarle. Se unió a los patriotas comandando el llamado Ejército de Castilla. En 1809, con 68 años, se puso al frente del ejército de la recién reconquistada Extremadura para hacer frente a un nuevo ataque francés. Prefirió el destino duro del compromiso con sus compatriotas antes que la vida muelle colonial en el más alto cargo al que podía aspirar un militar.

La Guerra de la Independencia tuvo en Extremadura un protagonismo sangriento. Es difícil concebir que Napoleón quisiera gobernar un país al que sometió a las más grandes masacres de población civil y una represión exagerada contra los ejércitos vencidos. Si a eso añadimos el saqueo sistemático del patrimonio artístico que algunos como el mariscal Soult, un excelente militar, convertido en el mayor ladrón de obras de arte de la historia, aprovecharon para garantizar el futuro de varias generaciones de descendientes.

España era, por otra parte, un país roto donde el Rey felón y sus cuadrillas de aprovechadores del poder gobernaban desastrosamente y una serie de intelectuales que, ante el deterioro de la política y sin otra salida aparente, optaron por apoyar al invasor creyendo que en ello estaba el progreso nacional y el fin del absolutismo.

Frenar el ataque francés

En ese panorama hubo personajes que optaron por cumplir su deber moral y dejar testimonio. Uno de ellos fue Cuesta al frente de un ejército originado por levas improvisadas, sin instrucción suficiente, y unos veteranos desmoralizados después de algunas derrotas, que se iba a enfrentar a las mejores tropas de Europa.

Los franceses llegaron a Extremadura desde Madrid, por Puente del Arzobispo y Almaraz dirigidos por el mariscal Victor, duque de Bellune, que contaba con tres divisiones de infantería (Ruffin, Villate y Leval), la caballería con los dragones de Latour-Maubourg y la ligera del general Lasalle que era, probablemente, el mejor general de la cabellaría napoleónica.

Contaba, además con 48 piezas de artillería; aproximadamente unos quince mil combatientes. Cuesta, secundado por Eguía, tenía cuatro divisiones de infantería (Henestrosa, duque del Parque, Trías y marqués de Portago), unos catorce o quince mil hombres, más dos mil caballeros y treinta piezas de artillería.

Los franceses lograron atravesar el Tajo y, tras algunos golpes españoles, avanzar hacia el suroeste. Cuesta se dio cuenta de la situación y ordenó a su ejército retirarse hacia Trujillo, difícil de defender ante la artillería francesa y donde se iba a ver sitiado y sin salida, por lo que siguió hacia Santa Cruz de la Sierra.

La Degollá carga de los Dragones de Almansa 1809, pintura de Augusto Ferrer-Dalmau

La Degollá carga de los Dragones de Almansa 1809, pintura de Augusto Ferrer-Dalmau

Lavalle perseguía muy de cerca a las tropas de Henestrosa que, a la vista de la situación, ordenó a sus hombres una carga contra los franceses por Magasca el 19 de marzo, a la que siguió otra en Miajadas al día siguiente, donde los regimientos de Almansa e Infante lograron poner en huida a las vanguardias de Lavalle. Fueron acciones heroicas por parte de la retaguardia española que retrasaron el avance francés e hizo posible que Cuesta llegara a Medellín al considerar que Santa Cruz tampoco se podía sostener.

La idea de Cuesta era unir sus fuerzas a las del duque de Alburquerque para una gran batalla. Se unieron en Villanueva de la Serena, pero Alburquerque no contaba con las tropas que le suponía Cuesta. Mientras tanto, Victor dispersó a los suyos entre Mérida y Medellín, además de haber dejado guarniciones en algunas poblaciones del camino.

Los españoles querían que los franceses sufrieran fuego desde diversos frentes, tomar Mengabril y caer sobre el enemigo en Medellín

Cuesta emprendió una serie de ataques contra éstas, volviendo sobre sus pasos hasta Santa Cruz, Miajadas y Trujillo. Eran acciones rápidas de unidades españolas que daban el golpe y desparecían. No era optimista, solo tenía la opción de plantear una gran batalla en campo abierto, en las inmediaciones de Medellín el pueblo de Hernán Cortés.

El mariscal Victor prefería este tipo de acción, era veterano y el terreno le favorecía aunque los españoles, en caso de derrota, podían albergarse en el castillo de Medellín y sostenerse frente al Guadiana. Aceptó el reto y atacó con las fuerzas concentradas y se aseguró el cortar la retirada española con la caballería de Lasalle y Latotur-Maubourg en las vegas del Guadiana, que favorecía a la caballería frente a la infantería.

Plano de la batalla de Medellín

Plano de la batalla de Medellín

Los españoles salieron en columnas desde Don Benito, cubriendo un amplio frente para el que no disponían de hombres bastantes. Querían que los franceses sufrieran fuego desde diversos frentes, tomar Mengabril y caer sobre el enemigo en Medellín. Cuesta eligió el flanco izquierdo, desde donde divisaba las divisiones francesas, Victor comprendió que el peligro mayor estaba allí. Mientras, en el flanco derecho los españoles castigaban duramente a las fuerzas francesas.

18.000 muertos en el campo de batalla

La igualdad se rompió cuando la caballería española del flanco izquierdo entró en pánico y huyó en desbandada ante los franceses. Cosas de las tropas bisoñas. El coronel Zayas intentó pararla, pero la caballería propia arrolló a los infantes y el propio general Cuesta que cayó herido. Ante este inexplicable hecho, los franceses aprovecharon el desconcierto lanzando su caballería.

La infantería española no supo o no pudo formar en cuadro para contenerlos. Ya nada pudieron hacer Alburquerque, Puente ni ninguno de los generales españoles. Los franceses persiguieron con crueldad a los españoles que trataban de ponerse a salvo y solo una tormenta de dos horas impidió que la masacre fuera mayor. A las cuatro de la tarde acabó la batalla con unos dieciocho mil muertos en el campo. Una de las mayores en número de bajas de toda la guerra.

Los franceses arrasaran pueblos y campos. Cuesta, que valientemente presentó batalla por orden de la Junta de Extremadura aunque consideraba que no podía oponerse a Victor con garantía, reunió a los supervivientes y se dirigió a Monesterio para cubrir el camino a Sevilla. No obstante con la derrota, se impidió el avance rápido francés y se les incomunicó con las tropas del oeste.

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