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La tragedia del tren de Balvano (Italia)

Picotazos de historia

Tragedia en el túnel Balvano: el peor accidente ferroviario de Italia que se cobró la vida de 626 personas

Cuando el sobrecargado tren entró en el túnel las ruedas empezaron a resbalar sobre los rieles, empapados por la alta humedad del túnel. Con la perdida de fricción el tren redujo su velocidad hasta quedar parado a unos quinientos metros de la salida

Italia 2 de marzo de 1944, el tren de mercancías número 8017 sale de Nápoles con destino a la ciudad de Potenza. En la estación de Salerno se sustituye la locomotora eléctrica por dos viejas locomotoras de vapor de origen austriaco ya que el tramo que van a recorrer no está electrificado. El largo tren estaba compuesto por 47 vagones con un peso superior a las 520 toneladas.

Al tren subieron cientos de personas, sobre todo mujeres y niños. Esto puede chocarnos pero entonces todos los trenes estaban al servicio de la guerra y se hacía la vista gorda permitiendo que personas aprovecharan el trayecto de los trenes de mercancías. Los que subieron al tren esperaban comprar alimentos en los pequeños pueblos de la zona de la Basilicata (Potenza es la capital de la región) pagando por ello cigarrillos, hojas de afeitar, pastillas de jabón y otros pequeños artículos de consumo que la guerra había transformado en bienes de trueque. En ese momento, como nos muestra con crudeza Curzio Malaparte en su novela autobiográfica La Piel, la ciudad de Nápoles estaba prácticamente desabastecida y su población se moría de hambre.

El tren estaba sobrecargado. La gente se apretujaba para aprovechar el mínimo espacio que les permitía tener la oportunidad de adquirir comida para su familia. En la estación de Eboli los revisores se pusieron serios y bajaron a muchas personas pero en las siguientes estaciones embarcaron otras tantas y pronto había más que antes. Después se comprobó que en el tren viajaban más de seiscientas pasajeros.

En la madrugada del día 3 de marzo el mercancías 8017 llegó a la zona de Balvano-Ricigliano. Esta parte del trayecto tiene tramos con una fuerte pendiente y numerosos túneles muy estrechos y mal ventilados. A lo largo del tramo que separa Balvano de la estación de Bellamuro se encuentra el túnel denominado «Della Armi» de 1.968,26 metros de longitud con una inclinación que varía de 1,3 al 4%.

Cuando el sobrecargado tren entró en el túnel las ruedas empezaron a resbalar sobre los rieles, empapados por la alta humedad del túnel. Con la perdida de fricción el tren redujo su velocidad hasta quedar parado a unos quinientos metros de la salida. La totalidad del tren estaba dentro del túnel que ya contenía una notable cantidad de monóxido de carbono debido al paso de otro tren mercancías minutos antes.

Los maquinistas trataron de volver a poner en marcha el tren y sus esfuerzos produjeron que las dos locomotoras expulsaran grandes nubes de humo tóxico que se sumó al existente. En poco tiempo los operarios de las locomotora cayeron inconscientes y fallecieron por asfixia.

A las 05:10 llegó a la estación de Balvano el encargado del freno del vagón de cola del número 8017. Por su propia iniciativa atravesó el túnel y recorrió la distancia que le separaba de la estación con la intención de pedir ayuda. Cuando ésta llegó se encontró con un espectáculo dantesco: el resultado final de la tragedia fue de 626 personas muertas, incluyendo todo el personal del tren excepto el mencionado encargado del freno que corrió a pedir ayuda.

Todas las personas que viajaban, en teoría, no debían estar en en tren. El informe oficial señaló que las locomotoras quemaban carbón de origen yugoslavo (peor calidad, menor poder calórico y una alta producción de residuos y gases) suministrado por el Alto Mando Militar Aliado. La investigación atribuyó la tragedia a una «combinación de causas materiales» y se lavaron las manos.

Las familias reclamaron y la opinión pública puso el grito en el cielo. Habían sido demasiadas muertes, incluso en tiempo de guerra. La empresa estatal de ferrocarriles respondió que ellos no eran responsables ya que esas personas nunca debían haber subido al tren pues éste no era de pasajeros. El Estado italiano accedió a pagar una indemnización cuando los abogados de los familiares de las victimas presentaron billetes que habían sido adquiridos por los fallecidos para subir al tren. En general todo el asunto se encubrió y al día de hoy se siguen desconociendo muchos detalles del suceso.