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Bonaparte ante la Esfinge (1867-1868), obra de Jean-Léon Gérôme

Las misteriosas palabras de Napoleón tras pasar una noche en la pirámide de Keops

Obsesionado con los misterios de su antigua civilización, Napoleón quiso pasar una noche en el famoso monumento funerario tal y como se dice que hicieron Alejandro Magno y Julio César

Durante el verano de 1798, el famoso general francés Napoleón Bonaparte desembarcaba en Egipto con más de 30.000 soldados con el objetivo de liberar Egipto del control turco así como establecer una colonia francesa en el país del Nilo con el que podrían amenazar los intereses británicos tanto en el Mediterráneo como en la India. Se dice que al llegar al exótico país de los faraones y contemplar la Gran Pirámide de Guiza, Napoleón se dirigió a sus hombres diciendo: «Desde lo alto de esas pirámides, cuarenta siglos os contemplan».

No solo quería salir victorioso, sino que estaba deseando emular a su héroe Alejandro Magno construyendo un Imperio oriental, pues «todas las grandes reputaciones han venido de Asia», comentó en una ocasión el fututo Emperador francés. Pero la campaña no salió según lo planeado: Inglaterra continuó dominando el Mediterráneo pese a algunas victorias militares, el corso no consiguió sus objetivos marcados al comienzo de la campaña.

Napoleón y su Estado Mayor en Egipto. Óleo de Jean-Léon Gérome, c. 1867

Sin embargo, la ambición del general Bonaparte iba mucho más allá: en su afán por imitar a su gran ídolo, Napoleón no solo embarcó con soldados, sino que se llevó consigo a un grupo de unos 150 sabios encargados de investigar la historia, la naturaleza y la geografía de Egipto.

Ingenieros, geógrafos, naturalistas, médicos, arquitectos, cartógrafos y astrónomos convirtieron Egipto en un «laboratorio» cuyos estudios se recopilaron en la obra Description de l'Egypte. Además, quiso el destino que uno de los soldados de Bonaparte descubriera, por casualidad, la piedra de Rosetta, clave para que tiempo después Champollion descifrara los jeroglíficos.

Antes de su regreso a Francia, el general corso sorprendió a sus hombres con una extraña petición: quería pasar la noche en el interior de la pirámide Keops –la única de las siete maravillas del mundo antiguo que se mantiene en pie– siguiendo los pasos del conquistador Alejandro Magno y del general romano Julio César, a los que tanto admiraban, y que supuestamente habían pasado la noche en la Cámara del faraón para encontrarse a sí mismos.

Acompañado de su séquito y de un religioso musulmán, el grupo se adentró en la Gran Pirámide, anduvo por los estrechos pasadizos hasta llegar a la Cámara del Rey. Allí abandonaron a Napoleón durante toda la noche. En aquella sala rectangular de unos diez metros de largo y cinco de ancho, sin decoración y con la única compañía de murciélagos, ratas y escorpiones que correteaban por toda la pirámide estuvo siete horas.

Rodeado de oscuridad lo único que llegaba a percibir era un sarcófago vacío de granito rojo tallado de una sola pieza. Con el objetivo de experimentar una especie de «revelación mística», según especula el egiptólogo Bob Brier en Secretos del Antiguo Egipto mágico.

Dicen que al amanecer, Napoleón salió del interior de la pirámide con la cara pálida y perturbado. Sus hombres, muertos de la curiosidad preguntaron a su general qué había sucedido, a los que Bonaparte se limitó a contestar: «Aunque lo contara, no lo creerías».

La Gran pirámide de Guiza

Situada a veinte kilómetros de El Cairo, la gran pirámide de Guiza es la única de las siete maravillas que aún se mantiene en pie. Fue el faraón Keops, de la dinastía IV del Antiguo Egipto, quien mandó construir este monumento funerario con una idea en mente: dejar su huella en la historia.

En la necrópolis de Guiza podemos encontrar tres pirámides colosales, todas ellas con fines funerarios. Sin embargo, la más alta y antigua es la pirámide de Keops, que según relata Heródoto fue uno de los hombres más crueles que sumió a su pueblo a la miseria.