Picotazos de historia
El coloso de bronce que Catalina II erigió para vincularse con la dinastía Romanov
La zarina quería levantar en la ciudad de San Petersburgo una gran estatua dedicada al fundador de la ciudad: Pedro I el Grande
En 1766 Catalina II de Rusia solicitó consejo a su amigo Denis Diderot –escritor, filósofo y enciclopedista francés– con motivo de su deseo de erigir en la ciudad de San Petersburgo una gran estatua dedicada al fundador de la ciudad: Pedro I el Grande. Diderot recomendó al escultor Etienne Maurice Falconet para ejecutar el ambicioso proyecto. Ese mismo año Falconet, que fue llevado a Rusia a toda prisa, fue presentado a la zarina quien le explicó las características de la obra que le encomendaba.
El taller para el modelado y fundición de la escultura se instaló en el antiguo salón del trono del palacio de invierno de la Emperatriz Isabel I, hija de Pedro I. Terminado el molde en yeso, de lo que sería la obra definitiva, en julio de 1769, fue exhibido al público mientras se programaba la fundición para el año siguiente.
Falconet jamás había dirigido antes la fundición de una escultura. Era una novedad para él. Por ello hizo llamar al maestro fundidor Ersman de Francia. El maestro no se mostró a la altura de su fama por lo que se le devolvió a su lugar de origen y Falconet no tuvo más remedio que arremangarse y ponerse manos a la obra. La primera fundición se realizó en verano de 1775 y solo se pudo completar la parte inferior de la escultura debido a la rotura del conducto que vertía el metal candente en el molde. Según la tradición, el maestro fundidor de cañones Emelyan Khailov salvó la situación. Dos años más tarde se habían completado el resto de las piezas que formarían la escultura.
La artista Marie Anne Collot, de 18 años de edad, que había acompañado a Falconet en su aventura, era una hábil dibujante y moldeadora. A ella, a pesar de su juventud, se le encargó el modelar el rostro, basándose en una máscara mortuoria del monarca que se le proporcionó.
La escultura, de seis metros de altura, representa al zar a caballo. Viste ropas sencillas que pueden representar a cualquier pueblo –Catalina II tuvo muchas críticas a este respecto que zanjó afirmando que se trataba de «ropa tradicional rusa idealizada»–, coronado con laureles y señalando al río Neva. La silla de montar está hecha con una piel de oso, símbolo de Rusia, y el caballo se muestra encabritado debido a una serpiente que se encuentra junto a los cascos traseros. La opinión mayoritaria es que la serpiente representa la traición.
Para el pedestal se utilizó un enorme bloque de granito que se encontró en la zona pantanosa de Lakhta, a seis kilómetros de la costa del golfo de Finlandia. La roca, de más de mil quinientas toneladas de peso, fue desenterrada y transportada sobre una plataforma que descansaba sobre unos rieles con esferas de cobre que actuaban como rodamientos.
La Piedra del Trueno, pues tal era el nombre por el que era conocida en la zona, fue trasladada utilizando 400 trabajadores a lo largo de nueve meses. La piedra avanzó a un ritmo de ciento cincuenta metros diarios, solo cuando el tiempo era lo suficientemente frío como para congelar el suelo y así poder soportar el enorme peso de la mole. Ya en el mar, se izó la roca sobre una enorme gabarra construida expresamente para su transporte.
De esta manera, la princesa alemana se vinculaba con el constructor de la moderna Rusia
Durante la travesía, dos navíos de guerra flanquearon la gabarra para ayudarla a mantener la estabilidad. La piedra tenía unas dimensiones de 7x14x9 metros y se considera la piedra de mayor tamaño movida o desplazada simplemente con medios humanos, sin ayuda de animales de tiro.
La emperatriz Catalina decidió la dedicatoria: «A Pedro I de Catalina II», de esta manera la princesa alemana se vinculaba con el constructor de la moderna Rusia, como parte de la dinastía reinante, no como la usurpadora que asesinó a su marido. Años más tarde, Alexander Sergueyevich Pushkin, el más emblemático de los poetas románticos rusos, dedicó un conocido poema narrativo a la escultura: «El jinete de bronce».