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La Gran Muralla china

El escudo natural que ha protegido a la Gran Muralla China de la erosión durante siglos

Una investigación revela que las biocortezas, formadas por bacterias fotosintéticas, musgos y líquenes, han ayudado a incrementar la estabilidad y defender de la erosión a esta estructura milenaria

Una de las grandes preocupaciones de los emperadores chinos fue la defensa de la frontera septentrional del país a través de una «Gran Muralla» que tendría que durar «miles de años». A pesar de tener una antigüedad de hace 2.000 años, una nueva investigación ha revelado el secreto del buen estado de conservación.

Grandes secciones de la Gran Muralla China, la mayor obra de ingeniería del mundo, están protegidas por una comunidad biológica adherida a su superficie, según afirma un estudio publicado en la revista Science Advances. Las cortezas biológicas del suelo o biocortezas, formadas por bacterias fotosintéticas, musgos y líquenes, han sido las responsables en el incremento de la estabilidad de esta estructura milenaria, al igual que han ayudado a proteger la muralla de la erosión provocada por la lluvia y el viento.

La gran fortificación china está formada por muchas murallas interconectadas, algunas de las cuales datan de hace 2.000 años. Los tramos existentes tienen una longitud total de más de 21.000 kilómetros y sus partes más visibles corresponden a las construidas durante la dinastía Ming (1368-1644). Muchas secciones del muro, especialmente aquellas en regiones más áridas, se construyeron con tierra apisonada, como tierra y grava compactadas en formulaciones de tierra densa.

Protegida por el musgo

A pesar de que algunos conservacionistas del patrimonio han conjeturado que la vegetación natural podría acelerar el proceso de erosión, los hallazgos del nuevo estudio arrojaron una conclusión contraria. Investigadores de la Academia de Ciencias de China y la Universidad Agrícola de China examinaron la estabilidad estructural y la «erosionabilidad» de muestras tomadas de ocho secciones de la Gran Muralla de la era Ming hechas de tierra apisonada.

Descubrieron que las biocortezas cubrían el 67 % de las secciones estudiadas. Además, las cianobacterias, un grupo de bacterias que contienen un pigmento fotosintético azul, dominaban las biocortezas en regiones áridas, mientras que los musgos Pottiaceae prosperaban en climas más húmedos y semiáridos, informa Xinhua.

En general, las biocortezas, especialmente aquellas dominadas por musgo, mejoraron la resistencia mecánica de la pared y la estabilidad del suelo entre un 37 y un 178 por ciento en comparación con la tierra apisonada desnuda, dijo Xiao Bo, autor correspondiente del estudio.

Según el estudio, también ayudan a amortiguar significativamente los efectos del viento, la lluvia y las fluctuaciones de temperatura. «Las biocortezas sirven como estabilizadores, capas de sacrificio y techos de drenaje, combinando las funciones protectoras de varias medidas convencionales en un enfoque ecológico», dijo Xiao.