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Concha Piquer

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Dinastías y poder

Concha Piquer, la voz que enamoró a España en la posguerra y que debutó en Broadway

Concha Piquer fue, sin duda, la voz femenina más relevante del siglo XX. 'Compuesta y sin novio', 'Lola puñales' o 'A la lima y al limón', fueron algunos de esos títulos que salieron de la voz incuestionable de una mujer independiente que, del algún modo, cantaba su propia vida

Durante décadas las folclóricas estuvieron asociadas al régimen y el franquismo. Pero hoy son la imagen de ciertos colectivos 'progres' y entornos de nuevo feminismo. Representaron la quinta esencia de la cultura popular y sus coplas se convirtieron en la banda sonora de muchos niños de postguerra. Juanita Reina era la favorita de Franco, aunque Concha Piquer fue, sin duda, la más brava de las tonadilleras: la voz femenina más relevante del siglo XX.

Imperio Argentina inspiró a Goebbels y triunfó en la Alemania de Hitler. Celia Gámez tuvo como padrino de boda a Millán Astray, el fundador de la heroica Legión Española. Pero la Piquer se sabía más artista y mejor. Sólo a La Faraona miraba de frente y eso a pesar de que Manolo Caracol había salido escaldado de su compañía artística. Con baúl o sin él, durante décadas reinó en España. Es el símbolo más auténtico de la coplista y el torero.

Las primeras divas de España

Reconozco que soy profana en copla, zarzuela y cuplé. Pero siempre me ha llamado la atención la fascinación del imaginario español por el folclore patrio. ¿Tan franquistas y plegadas a la supuesta ideología reaccionaria cuando hicieron lo que les dio la gana? Pensemos en Marujita Díaz con su Soldadito español y La Banderita. Eran empresarias, controlaban sus dineros y tenían mentores a la par que amantes con los que convivían con descaro. Fueron, sin duda, las primeras divas de España, las estrellas del couché cuando la copla era el producto más consumido por la sociedad de los cuarenta y cincuenta.

Desde niña cantó en teatrillos locales hasta que fue descubierta por el compositor español, Manuel Penella

Concha Piquer nació en un humilde arrabal valenciano, en 1906. Hija de albañil y modistilla, como tenía que ser. Desde niña cantó en teatrillos locales hasta que fue descubierta por el compositor español, Manuel Penella, abuelo de otra célebre dinastía de artistas, que la llevó a la gloria: a Nueva York, donde triunfó en Broadway tras interpretar El Florero, durante un entreacto de la zarzuela El gato montés.

También a sus espaldas un episodio oscuro, no ajeno a los de otras jóvenes de su condición. Vivió casi una década en Estados Unidos y viajó por toda América. Era la estrella de la canción, sólo en rivalidad de género con Miguel de Molina, con quien nunca congenió. Ya en España, conquistó los escenarios con su forma única de interpretar la música.

Compuesta y sin novio, Lola puñales o A la lima y al limón, fueron algunos de esos títulos que salieron de la voz incuestionable de una mujer independiente que, del algún modo, cantaba su propia vida. En su compañía la disciplina era férrea. La puntualidad y el vestuario impecable eran obligados como parte de la mano de hierro con la que dirigía a sus artistas. Las letras siempre de Rafael de León, Antonio Quintero o Manuel López-Quiroga, con lo que también trifulcó. En París rodó El negro que tenía el alma blanca, a las órdenes de Benito Perojo además de otros afamados títulos con Florián Rey.

Partitura de Lola Puñales del maestro Manuel López Quiroga interpretado por Concha Piquer

Partitura de Lola Puñales del maestro Manuel López Quiroga interpretado por Concha Piquer©KORPA

Enamorada de un torero casado, no dejaba de ser La otra, como decía su propia copla. Se casaron en Montevideo en 1945, pues no podían hacer otra cosa. Antonio Márquez, matador madrileño hijo de Guardia Civil, al que los críticos apodaron como el «Belmonte rubio» por sus formas en los ruedos, se convirtió en su representante y años después, en apoderado de su yerno, Curro Romero, primer marido de su hija Concha Márquez Piquer, quien también quiso triunfar, aunque en otra división.

Separada del «Faraón de Camas», contraería unión civil con el actor Ramiro Oliveros. Romero, por su parte, se unía a la exmarquesa de Valencina, Carmen Tello, la inseparable amiga de Cayetana Alba.

La Piquer actuó en público por última vez en 1958, en el Teatro Victoria de Isla Cristina, en la provincia de Huelva. Una mala afonía le hizo ir perdiendo la voz. Por entonces, Carmencita Sevilla triunfaba con Violetas Imperiales. Pero doña Concha había amasado una considerable fortuna que le permitió una holgada jubilación. Decían que era pesetera. Ella, que había rechazado el Lazo de Isabel la Católica y había alegado una merienda para no repetir actuación ante la insistencia del Caudillo. «A mi nadie me ha pisado el poncho» espetó a una joven Rocío Jurado que probaba suerte como artista.

Concha Piquer falleció en Madrid en 1990. En Valencia una casa-museo lleva su nombre y conserva muchos de esos baúles llenos de ropa y ajuar con los que vestía las casas que alquilaba en sus triunfales giras americanas. Ella no iba a hotel.

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