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Cartagena en julio de 1873, grabado publicado en La Ilustración Española y Americana

Cuando Cartagena quiso izar la bandera estadounidense durante la Primera República

En 1873 Roque Barcia, cabecilla del Cantón de Cartagena, envió una carta al embajador estadounidense, por la cual le pedía que el presidente Ulysses S. Grant anexionara Cartagena a los Estados Unidos

El 16 de diciembre de 1873 Roque Barcia, cabecilla del Cantón de Cartagena, envió una carta al embajador estadounidense, por la cual le pedía que el presidente Ulysses S. Grant anexionara Cartagena a los Estados Unidos, con el propósito de que el gobierno de Madrid cesara el bombardeo a la ciudad. ¿Por qué Roque Barcia tomó esta decisión?

En realidad escribió dos cartas. La primera al embajador estadounidense Daniel Edgar Sickler para el presidente Grant. La otra al presidente del gobierno español, Emilio Castelar, donde le explicaba su petición al presidente estadounidense. Roque Barcia había nacido en Isla Cristina el 4 de octubre de 1821.

Cantonalista pro Estados Unidos

Era filósofo, lexicógrafo y pertenecía al Partido Demócrata, pasando luego al Partido Republicano Federal. Sus artículos en El Demócrata Andaluz (1864), le supusieron la excomunión del obispo de Cádiz. Perseguido por el golpe de estado de 1866, tuvo que exiliarse a Portugal. Allí presidiría la Junta de Exiliados Españoles. Se centró en los preparativos de la Gloriosa, escribiendo documentos y proclamas. Consiguió el acta de diputado por Badajoz. Formó parte de la Junta Central Revolucionaria, aunque tardó poco en abandonarla al no estar de acuerdo con las ideas que proclamaban. Acabó en la cárcel al involucrarlo en el asesinato del general Prim.

Caricatura de Castelar, en La Madeja Política, noviembre de 1873

A pesar de ser el principal dirigente del movimiento cantonalista de Cartagena, cuando este cayó el 12 de enero de 1874, publicó un documento en el cual condenaba la rebelión cantonal. Para exculparse de todo lo ocurrido llegó a escribir que «he sido un prisionero más de los sitiados que de los sitiadores». Y añadió que «todos mis compañeros son muy santos, muy justos, muy héroes, pero no sirven para el gobierno de una aldea».

Su biógrafa, Ester García, escribe que «la notable aceptación de su personalidad pública como evangelista del pueblo contrasta con su nula capacidad para adaptar su perfil de profeta social a los espacios de realización –y negación– política. Eso es algo que se advierte claramente en una problemática relación con la política parlamentaria, pero también en la incomodidad que causaba su carácter extravagante entre las élites del partido». Después de Cartagena, Barcia quedó desacreditado, tildándolo de demagogo. Falleció en Madrid el 2 de julio de 1885.

Estar bajo la protección estadounidense

Volviendo a las cartas comentadas anteriormente, la que le escribió a Emilio Castelar, entre otras cosas le decía que el «Gobierno centralista que, si en el término de veinticuatro horas no se suspende el bombardeo que está asesinado a un pueblo inocente en nuestros castillos, en nuestros baluartes, y nuestros buques, enarbolaremos la bandera angloamericana. Si el matar silenciosamente a la mujer y al niño se llama derecho; si está en esta barbarie el derecho patrio, Cartagena maldice a la patria. Elija el Gobierno de Madrid: o dejamos de ser tratados como tigres o pediremos ser criaturas humanas en el seno de un pueblo libre, digno, trabajador y honrado».

Mientras que al embajador Daniel Edgar Sickler suplicaba que éste transmitiese a su Gobierno las sientes palabras «de un pueblo héroe, de un pueblo mártir, de un pueblo fuerte, de un pueblo invencible. Hace veinte y un día y veinte y una noche que están vomitando sobre nosotros el hierro de la muerte, como si fuéramos fieras del bosque o perros rabiosos. Ninguna autoridad ha dado aviso a los niños a las mujeres a los enfermos y a los ancianos».

Barcia pedía al embajador norteamericano enarbolar la bandera de Estados Unidos: en los buques, castillos y baluartes de Cartagena «En el nombre del ser humano, del cristianismo, de la civilización, de la patria y de la familia: en nombre del pueblo y de Dios, preguntamos a la gran República americana si nos autoriza en un caso extremo como medio último de salvación enarbolar en nuestros buques, en nuestros castillos, en nuestros baluartes» la bandera norteamericana.

«Delibere la Unión del Norte sobre estas maldades de Occidente y hagamos saber su resolución con la calma del justo. Si, con calma, pueblo americano, porque Cartagena tiene que ser como la roca de los mares que no se rompe, ni se rinde ni tiembla», concluía la carta.

Según expresó el líder del cantón de Cartagena, España debía aprender «que hay en el mundo una criatura más grande que ella, la Humanidad».

Como podemos ver, la intención de Roque Barcia no era la incorporación de Cartagena a los Estados Unidos, sino como medida disuasoria, usar la bandera para hacer ver que estaba bajo la protección de ese país.

Cantón Cartagena

¿Qué fue el movimiento cantonalista de Cartagena? En síntesis fue un movimiento que apareció al instaurarse la I República. La idea era dividir España en cantones independientes. En Cartagena se inició la insurrección en julio de 1873. En aquel mes de julio, después de proclamar el cantón, se nombró a Antonio Gálvez Arce como comandante general de las fuerzas del Ejército, Milicia y Armada. El 12 de julio dieron a conocer un manifiesto, en el cual se justificaba la proclamación del Cantón como un acto de defensa de la República Federal.

La propuesta de Barcia de izar la bandera norteamericana fue rechazada por los líderes cantonalistas, y también enviar las citadas carta. En el fondo Barcia deseaba vengarse. Le importaba poco lo que pasara en Cartagena. Creía que su amigo Emilio Castelar le nombraría embajador en Suiza o Francia. Al no hacerlo, decidió vengarse. De ahí las cartas, que fueron encontradas por las tropas gubernamentales cuando entraron en Cartagena, 13 de enero de 1874. Estas las publicó el Diario de Barcelona el 4 de febrero de 1874 y, posteriormente, la reprodujo El Imparcial. Barcia acabó sus días escribiendo el Diccionario General etimológico de la lengua española.