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Toro Sentado y Buffalo Bill, imagen de 1885

El espíritu indomable de Toro Sentado: de vencer al Séptimo de Caballería a los escenarios con Buffalo Bill

La Gran Reserva Siux fue dividida en cinco y cada tribu recibió una parte como propia, excepto Toro Sentado que se negó a venderla a los blancos apelando que «la tierra bajo mis pies es de nuevo mi tierra. Yo nunca la he entregado a nadie»

«No voy a ir. Haced conmigo lo que queráis. No iré. ¡Vamos! ¡Vamos! ¿A qué esperáis? Adelante», fue lo último que dijo el gran Tatanka Yotanka, más conocido como Toro Sentado, antes de morir el 15 de diciembre de 1890. La policía indígena de la reserva en la que se encontraba fue a su cabaña para detenerlo, y durante el arresto empezó un tiroteo que acabó en tragedia cuando varios jóvenes de la tribu intentaron impedir la detención.

El último jefe siux murió de un disparo, pero su leyenda perduró durante décadas en el imaginar colectivo de los norteamericanos como uno de los grandes jefes indios, aunque su historia es única.

Toro Sentado nació en torno al 1834 en las cercanías de Grand River, actual Dakota del Sur. Era hijo del jefe de la etnia de los hunkpapa, una de las siete tribus de la gran nación siux. Desde joven participó en los míticos robos de las diligencias que aparecen en las películas de John Ford, que iban hacia el Oeste la Senda de Oregón. Desde la adolescencia entró a formar parte de «Los Corazones Fuertes», una élite de guerreros siux a la que pertenecían solo los más bravos.

Toro Sentado fotografiado en 1883

Desde entonces sus participaciones en ataques a asentamientos hicieron que ganase prestigio hasta convertirse en líder espiritual de los lakotas. En la década de 1860 los colonos empezaron a llegar a las praderas de los hunkpapas y las Colinas Negras, lugar sagrado para los indios en el que se descubrió oro. La expansión hacia el oeste trajo consigo líneas de telégrafo y la construcción del ferrocarril, que combatían los siux oglala de Nube Roja.

Para proteger las nuevas vías que conectaban Oregón con los campamentos de los buscadores del oro en Virginia City, el gobierno norteamericano empezó una negociación con los siux para llegar a un acuerdo de paz. En 1868 varios líderes siux se reunieron en el fuerte Laramie y acordaron un reparto de tierras con la delegación del gobierno de Estados Unidos. La mayoría de los jefes como Nube Roja aceptaron y sus tribus se trasladaron a la Gran Reserva Siux, entre ellos no estaba Toro Sentado que se negó a participar en el tratado.

Ningún tratado podía poner límites a unas tierras vírgenes que los colonos fueron ocupando sin ningún tipo de consideración

Sin embargo, ningún tratado podía poner límites a unas tierras vírgenes que los colonos fueron ocupando sin ningún tipo de consideración. La situación cada ver era más complicada para los indios americanos, y los siux eran «una isla india en un mar de blancos», como advirtió a su pueblo Toro Sentado, que apeló a los jefes siux y cheyenes a estar «unidos pues solos seríamos arrollados por ellos. Esos soldados quieren la lucha, quieren la guerra. Bien, entonces, la tendrán».

Los tambores de guerra siux sonaron entonces en todo el oeste y los guerreros indios unidos bajo el liderazgo de Toro Sentado lucharon contra el ejército norteamericano. Sin duda, la batalla más conocida y exitosa de Toro Sentado fue la de Little Bighorn, en la que unos 7.500 indios aniquilaron al famoso Séptimo de Caballería, un regimiento de unos 630 soldados capitaneado por el general Custer.

El jefe siux revolucionó el espectáculo, aparecía ante el público subido a un caballo gris

Aquella victoria convirtió a Toro Sentado en un héroe para los pueblos nativos americanos, aunque no cambió su destino. El coronel Miles persiguió a los siux durante meses, hasta que Toro Sentado, seguido por unos 3.000 jinetes, huyó a Canadá, donde su pueblo padeció hambruna y unas condiciones de vida pésimas. Pasados casi cuatro años de penurias Toro Sentado regresó a Estados con poco más de 200 supervivientes que se entregaron en Ford Buford. Pasó los siguientes dos años en prisión y en 1883 le permitieron regresar a su lugar de origen, Grand River.

Toro Sentado y Buffalo Bill

Ya entonces Toro Sentado era conocido en todo el oeste, recibía cartas de admiradores, fue entrevistado por varios periodistas y los jóvenes siux acudían a él para pedirle consejo. En 1885 recibió en su cabaña la visita del aventurero Buffalo Bill que le invitó a participar en su espectáculo itinerante El Salvaje Oeste de Buffalo Bill. El jefe siux revolucionó el espectáculo, aparecía ante el público subido a un caballo gris que le había regalado el aventurero, era presentado en cada sesión como «El vencedor de Custer», y a la salida de cada exhibición se vendían unas fotografías de Toro Sentado por 25 centavos.

Acabada la gira en 1889, regresó a su hogar, ahora conocido como la reserva india de Standing Rock, una cárcel con apariencia agradable donde los colonos norteamericanos encerraron a los nativos, dejando que su legado y su cultura murieren con ellos.