El comando etarra llevaba varios meses moviéndose por Madrid con absoluta tranquilidad, alquilando coches, pisos, desde su centro de operaciones situado en la madrileña calle Mirlo nº 1, letra C de la planta 12, en pleno barrio de Campamento. En este piso iban a tener su cuartel general. Se lo había buscado Eva Forest esposa de Alfonso Sastre. Su objetivo era raptar al almirante Carrero Blanco, presidente del gobierno español y mano derecha del generalísimo Franco.
El grupo terrorista estaba formado por activistas fichados y todos con orden de busca y captura, siendo sus relaciones habituales con miembros de la extrema izquierda madrileña de sobra conocidos por la policía. El jefe superior de policía del Bilbao, el comisario José Sáinz, avisó a sus superiores de que varios miembros muy activos y peligrosos de ETA estaban en paradero desconocidos y que, a su criterio, estaba preparando «algo gordo» en Madrid. Nadie le hizo caso.
Los movimientos que pasaron desapercibidos
Los etarras habían comprado una vivienda en la periferia madrileña, en la calle Hogar (Alcorcón) donde, con ayuda del albañil comunista de CC.OO. Antonio Durán Velasco, iban a construir la cárcel del pueblo donde iba a ser confinado Carrero Blanco, pero ni el director general de Seguridad del eficiente coronel Eduardo Blanco, ni la Guardia Civil, ni siquiera los servicio secretos de Presidencia del Gobierno (SECED del San Martín), ni ningún otro de los servicios que operaban entonces en España (Alto Estado Mayor, Secretaria General del Movimiento, de los tres Ejércitos) fueron capaces de detectar los numerosos y continuos movimientos, ni las vigilancias a las idas y venidas del almirante Carrero Blanco durante meses del comando etarra.
Estaban más preocupados por las enormes perturbaciones del orden público que provocaba el Partido Comunista (eran tiempo del Proceso 1001) que por las acciones de la aún relativamente incipiente ETA. El mismo día que ETA renunciaba al secuestro del almirante para organizar sus asesinatos, Blanco y San Martín tuvieron una reunión en la que se evidencio la falta de sintonía entre los dos militares.
Tampoco los servicios secretos y de seguridad de la cercana embajada de Estados Unidos –al menos en teoría– detectaron los movimientos constates de un comando de ETA en el entorno muy próximo de su embajada.
La primera gran acción delictiva de ETA
El Régimen ya anunciaba su final pues el anciano Generalísimo tenía su salud muy quebrantada a sus 81 años de edad, viéndose su muerte, dentro y fuera de las fronteras de España, como un inevitable cambio de ciclo histórico. El futuro Juan Carlos I iba a reinar y, como le había dicho el propio Franco, en su reinado las cosas iba a ser muy distintas en España. Aunque Franco nunca pudo pensar que la deriva que iba a llevar España llegase a una situación como la que casi medio siglo después de su muerte iba a vivir su patria.
En aquellos tiempos la andadura terrorista y asesina de ETA no había alcanzado los grados de criminalidad –asesinatos selectivos, asesinatos masivos e indiscriminados, raptos, extorsiones, atracos, terrorismo de baja intensidad...– que alcanzaría en las décadas siguientes.
El rapto del almirante Carrero Blanco era la primera gran operación delictiva de ETA. El almirante era un objetivo fácil. Repetía todos los días la misma rutina: de casa a misa, de vuelta a desayunar a casa y luego a su oficina de siempre en Castellana y de aquí a casa, salvo que tuviese que ir a El Pardo o a algún acto oficial, que se podía conocer con antelación gracias a la prensa. Prácticamente no llevaba escolta.
Carrero lleva las mismas medidas de protección que le habían puesto en 1951 cuando fue nombrado ministro subsecretario de la presidencia: un solo escolta, el inspector Agustín Herrero, que se turnaba con el también inspector Antonio Bueno, y tres policías de paisano que seguían a su inconfundible coche oficial en otro coche del Parque Móvil.
En la segunda quincena de agosto de 1973 se reunieron en Francia la cúpula de ETA bajo la protección del obispo Pierre Larzabal que les acogió en Hasparren, en el Collège Saint Joseph. En un manifiesto ETA dejó escrito «Somos una organización socialista revolucionaria vasca de Liberación Nacional. Somos socialistas y nacionalistas vascos. Nuestro objetivo estratégico es la constitución de un Estado socialista vasco dirigido por la clase trabajadora... Nuestra liberación podría ser viable en el marco de una España o Francia socialista. Luchamos por una independencia separatista con respecto al imperialismo y los estados capitalistas. Somos partidarios de la lucha armada del proletariado y del resto de los pueblos que componen el Estado español».
De secuestro a asesinato
En el verano de 1973, ETA ya había renunciado al rapto del almirante en favor de su asesinato. Durante los preparativos del atentado los terroristas asaltaron unas oficinas del DNI y una armería de la capital, al tiempo que alquilaban un cuartucho semisótano en Claudio Coello 104, con la excusa de que iba a convertirse en el taller de un escultor, para proceder a la excavación de un túnel bajo la acera y la calle. El túnel fue realizado entre los días 7 y 15 de diciembre, llegando poco después los explosivos necesarios para su brutal atentado.
Mientras excavaban el túnel llegó a manos del general Carlos Iniesta Cano, director general de la Guardia Civil, un informe en el que se decía que ETA preparaba el rapto del almirante Carrero y de su esposa. Pero Carrero se negó a hacer caso de a lo que le contaba Iniesta, afirmando que «la vida de un hombre está en manos de Dios».
El 18 de diciembre llegaba Henry Kissinger a Madrid. Su visita prevista para los días 21 y 22 de diciembre fue alterada con solo 4 días de antelación. Se adelantó a los días 18 y 19. El comando de ETA recibió la orden de postergar el atentado del 18 al 20. Señala Manolo Cerdán que «desde que se lo comunicaron al embajador Rivero (de EE.UU. en España), al amanecer del domingo, hasta que Ezkerra informó al comando, por la noche, en una visita al piso de la calle Mirlo, tan solo transcurrieron unas doce horas. El jefe militar de ETA recibió el soplo casi al mismo tiempo que el Alto Estado Mayor del Ejército, El Pardo y la secretaria del Príncipe». Argala afirmó posteriormente que ETA tenía un servicio de información en Madrid, un topo, que siempre se comunicaba con José Ignacio Múgica Arregui (Ezkerra). En aquellos momentos las relaciones entre Washington y Madrid no pasaban por sus mejores momentos dada «la tozudez» del almirante Carrero.
El 19 Argala y Kiskur fueron a la calle Claudio Coello con una escalera de mano y vestidos con monos para tender el cable que tendría que detonar los explosivos que iban a asesinar al presidente del Gobierno español. El avión de Kissinger había despegado de Madrid hacía tres horas y la vigilancia entorno a la embajada había recobrado la normalidad. A última hora de la tarde los asesinos terminaron de montar el dispositivo que tenía que provocar al día siguiente la explosión, un largo cable fijado en las fachadas de la calle Claudio Coello.
Terminados sus preparativos los etarras fueron a celebrar el éxito a una marisquería de la Gran Vía. Al día siguiente, 20 de diciembre, jueves, Carrero repetía el mismo trayecto que venia realizando desde hacía años. Iba a misa, comulgaba, volvía a su casa de Hermanos Bécquer a desayunar con su mujer y luego al despacho. Viaja en su Dodge Dart 3700 negro con matricula oficial del Parque Mobil, inconfundible. Mientras Carrero oía misa una voz anónima aviso al agregado de prensa de la embajada de Canadá que se iba cometer un acto terrorista en Madrid. A las 9:36h el almirante Carrero Blanco era asesinado y la historia de España parecía que iba a cambiar. Adolfo Suárez dejó la presidencia del gobierno afirmando: «me voy sin saber si ETA cobraba en dólares o en rublos».
Especial realizado por:
Redacción: Luis E. Togores. Diseño: David Díaz. Ilustración: José Juan Gámez Kindelan