Picotazos de historia
El Rey de España, ¿legítimo emperador de Roma?
El último heredero de la Corona del Imperio bizantino, o Imperio romano de Oriente, Andrés Paleólogo, vendió su título imperial a los Reyes Católicos
El 29 de mayo de 1453 las tropas del sultanato turco atravesaron las murallas que protegían la ciudad de Constantinopla a través de la Kerkaporta –una de las puertas de la ciudad que, en un criminal descuido, se había dejado sin cerrar–; el Emperador Constantino XI, viendo perdida la ciudad y lo que quedaba del otrora glorioso Imperio bizantino, se despojó de sus atributos imperiales y se lanzó a lo más reñido de la pelea, buscando la muerte combatiendo por su ciudad.
Tomás Paleólogo, hermano pequeño y heredero de Constantino, se trasladó a Morea, en el Peloponeso. Estos restos del Imperio bizantino serían conquistados por los turcos en 1460. Tomás y su familia, que previamente se habían convertido al catolicismo en previsión de lo que les venía encima, se trasladaron a Roma solicitando la protección del Papa Pablo II y llevando como presente la reliquia de la cabeza del apóstol Andrés.
Tomás Paleólogo y su familia vivieron en Roma protegidos por el cardenal Besarión y por el Pontífice, pero con unos ingresos magros y cada vez dependiendo más del capricho y el favor de los poderosos. No es cierto que recibieran grandes sumas y riquezas y que las dilapidaran con torpeza, ni que su hijo llegara al grado de abyección de tener que solicitar un privilegio al Papa para poder mendigar en las calles de Roma.
El último titular de la Corona del Imperio bizantino
Tomás falleció en 1465, dejando a su hijo y heredero, Andrés, con los sonoros y huecos títulos de Emperador de los Romanos y Trebisonda, Déspota de Morea, Príncipe de Acaya (por su madre), Isopóstolos (en griego «igual a los apóstoles», está discutido si este título concedido por el Papa Silvestre a Constantino era solo privativo de este Emperador o susceptible de ser transmitido con la Corona del imperio) y nada más. Ni un céntimo. El nivel de vida de Andrés Paleólogo se fue hundiendo cada vez más. Se sabe que vivía con una mujer, de nombre Catalina, de muy baja extracción (algunos autores directamente la clasifican de prostituta). El único bien que le quedaba eran los derechos a un imperio que ya no existía y los sonoros títulos que le acompañaban. Y procedió a ponerlo en venta.
La venta a Carlos VIII estaba condicionada a que este organizara una cruzada contra los otomanos y entregara el territorio de Morea a Andrés como soberano independiente
Se sabe que lo ofreció al Rey de Francia Carlos VIII en 1494 y que este se mostró interesado pero que la compra no se completó debido a la desastrosa campaña francesa en Nápoles y por su prematura muerte por accidente en 1498. La venta a Carlos VIII estaba condicionada a que este organizara una cruzada contra los otomanos y entregara el territorio de Morea a Andrés como soberano independiente.
Al no realizarse la transacción, los títulos revirtieron a Andrés pero los soberanos de Francia seguirán pretendiendo la corona imperial hasta 1566. Manuel, hermano menor de Andrés, negoció con Bayaceto II, sultán del Imperio otomano, una pensión por su derecho. Bayaceto permitió que Manuel y su familia se instalaran en Constantinopla y le mantuvo una modesta pensión vitalicia.
Se sabe que Andrés Paleólogo fue miembro importante en la comitiva del Papa Alejandro VI, de hecho este Papa concedería una pensión vitalicia a Catalina, la viuda de Andrés, así como una ayuda de 104 ducados para el pago de los gastos del funeral de su marido.
Andrés murió pobre pero no en la indigencia como nos lo han descrito, en una fecha indeterminada del mes de junio de 1502. En su testamento, fechado el 7 de abril de ese año, cede todos los derechos a sus títulos imperiales y de otro tipo, así como cualquier derecho presente o futuro que pudiera existir o derivar, a los reyes Fernando II de Aragón y V de castilla e Isabel I de Castilla, designándoles a ellos y a sus sucesores como sus herederos universales.
Los monarcas españoles, herederos de los Reyes Católicos, herederos a su vez del último pretendiente al Imperio bizantino, jamás hicieron uso de estos derechos y títulos.