Eduardo Torrilla, discípulo de García de Cortázar: «Europa se olvida de sí misma cuando desprecia sus raíces cristianas»
El Debate conversa con el colaborador editorial más estrecho en las dos últimas décadas de Fernando García de Cortázar, el incansable divulgador de la Historia de España
¿Qué utilidad tiene la historia? ¿Por qué o con qué fin escribir y estudiar historia? De esta manera comenzaba sus clases Fernando García de Cortázar en el Máster de Periodismo de la Universidad del País Vasco, según rememoraba Eduardo Torrilla en la presentación de Érase una vez Europa (Espasa), la obra póstuma del maestro. La respuesta, para ambos, era y es muy sencilla: «Porque ignorar la historia nos incapacita para entender el mundo en que vivimos».
Torrilla ha sido el colaborador editorial más estrecho de García de Cortázar en más de diez libros, entre los que destacan Historia de España, de Atapuerca al euro (Planeta, 2002); Los perdedores de la historia de España (Planeta, 2006); Los mitos de la historia de España (Planeta, 2003); Pequeña historia del mundo (Espasa, 2009) y ahora con Érase una vez Europa, una biografía personalísima del Viejo Continente cuyo objetivo es «recordar que Europa no se puede identificar única y exclusivamente con sus monstruos», afirma Torrilla en conversación con El Debate.
Así como «rescatar algunas de las cimas de este continente paradoja que llamamos Europa: personajes de destino dramático, de lucidez implacable, que supieron ver que la única civilización posible es la que une al ser humano contra la barbarie; hombres y mujeres que, sin ser perfectos ni creerse la encarnación del bien, acertaron a alumbrar senderos de justicia, tolerancia y libertad»
–¿Cuáles son esos monstruos sobre los que se levanta Europa y de los que se hace referencia en el libro?
–La esclavitud, la persecución feroz de los herejes, el colonialismo, las dos guerras mundiales, el fascismo, el comunismo… Pero la Europa de hoy es el resultado de haber vencido a esos monstruos. Como se dice en el prólogo del libro, Europa es el furor y la codicia de la Atenas de Pericles y el nacimiento de la democracia; el aniquilamiento de los enemigos y el sermón de la montaña; los tiranos descritos por Suetonio y las reflexiones morales de Cicerón, Séneca y Marco Aurelio; las grandes matanzas en nombre de Dios y el llamamiento a la tolerancia; la depredación que surca los mares con los barcos exploradores y el grito en defensa de las poblaciones del Nuevo Mundo; la censura más implacable puesta al servicio de la ortodoxia político-religiosa y el combate por la libertad de expresión; la miseria que puebla los barrios bajos de Dickens y la lucha por mejorar las condiciones de los más desfavorecidos; el Gulag y Solzhenitsyn; el Holocausto y el idealismo generoso de quienes se opusieron al nazismo
La obra de Fernando constituye un largo combate por la verdad histórica; una lucha contra la idea de una España negra
–¿Cómo ha cambiado Europa a su juicio en los últimos 50 años?
–Esa pregunta da para otro libro. Hace cincuenta años, por ejemplo, aún estaba en pie el Muro de Berlín.
–Europa está inmersa en una cultura de la cancelación y un revisionismo histórico, ambas con connotaciones negativas, que no nos dejan avanzar. Por ello rescato dos preguntas que en su día le hizo García de Cortázar, «¿qué utilidad tiene la historia?; ¿por qué o con qué fin escribir y estudiar historia?»
–Fernando solía decir –y estoy de acuerdo– que desconocer la historia es igual que carecer de derechos civiles… En cuanto a su pregunta, la respuesta es muy sencilla: porque ya sea que adopten la forma del lenguaje en el que pensamos y hablamos, de las instituciones en cuyo interior funcionamos, de la cultura en la cual existimos o incluso del paisaje físico en el que nos movemos, las limitaciones que la historia ha impuesto impregnan nuestra vida como el oxígeno impregna nuestro cuerpo. Ignorar la historia nos incapacita para entender el mundo en que vivimos…
–No se puede separar a García de Cortázar de su faceta religiosa, en cierto modo también pasa lo mismo con Europa; sin embargo, ésta cada vez más está olvidando sus raíces cristianas, ¿es señal de la deriva de Occidente?
–Me temo que sí. Y es un gran error. El cristianismo es el legado más influyente y duradero de la Antigüedad. Y Europa se olvida de sí misma cuando ignora o desprecia sus raíces cristianas. El peligro es dejar de ser una civilización para ser solo un mercado.
–Entre sus páginas menciona a Leopoldo II, hace poco el ministro de Cultura afirmó que España era heredera de una «cultura colonial» como la de Leopoldo y su colonialismo en el Congo, ¿qué opinión tiene de estas declaraciones?
–Más que una declaración razonada me parece un eslogan, y por cierto, muy poco afortunado. El ministro, por otra parte, llega más de quinientos años tarde, pues esa crítica a los excesos de la conquista de América que dice echar de menos en nuestra cultura es coetánea a las empresas de Colón, Cortés y Pizarro. A veces se olvida que la lucha por la justicia en América recorre todo el siglo XVI, tanto en la corte de los Austrias como en el más sosegado ambiente de las cátedras universitarias.
La divulgación histórica, la alta divulgación, debe ser rigurosa, moralmente neutra y políticamente desinteresada
–¿Cree que la historia se está politizando? O es ignorancia, falta de conocimiento de la propia historia…
–Creo que ambas cosas.
–En este sentido, ¿cuáles serían las claves para una buena divulgación histórica?
–La divulgación histórica, la alta divulgación, debe ser rigurosa, moralmente neutra y políticamente desinteresada, pero metida de lleno en los debates que dan sentido a la vida intelectual y nos explican la realidad en que vivimos. Y debe, por supuesto, estar bien escrita.
–¿Cómo definiría la visión de García de Cortázar sobre la Historia de España?
–No se me ocurre una definición mejor que las dos palabras que encabezan el primer capítulo de la Breve historia: España inacabada. Ese título y los versos de Eugenio de Nora que abren el prólogo resumen a la perfección su concepto de España: una nación en permanente génesis, como ya la definiera Galdós, múltiple en el pasado y también en el presente, alejada tanto de las retóricas patrioteras como de los llantos del 98… Aquellos versos son Fernando en estado puro: «Yo no canto la historia que bosteza en los libros, / ni la gloria que arrastran las sombras de la muerte. / ¡España está en nosotros…!»
–¿Cuáles fueron las grandes preocupaciones de García de Cortázar como historiador?
–Liberar España de visiones estereotipadas y de interpretaciones agrias y catastrofistas. Como dijera Juan Pablo Fusi, la obra de Fernando constituye un largo combate por la verdad histórica; una lucha contra la idea de una España negra, decadente, cuya marginalidad cultural y fracaso como nación habría desembocado en la guerra civil de 1936 y la dictadura de Franco.
–¿Hay alguna frase, lección de García de Cortázar, que guarde con cariño?
–¿Alguna? Guardo muchas. Pero puestos a recordar una, recordaré unos versos del poeta Zbigniew Herbert que elogió en su última Feria del Libro: «Sé valiente cuando la razón desfallezca, sé valiente / en el cómputo final esto es lo único que cuenta».