Fundado en 1910

El comandante Ramón Franco (derecha) y el capitán Julio Ruiz de Alda (izquierda), durante los preparativos del vuelo del hidroavión 'Plus Ultra'EFE

100 años

La conquista del cielo canario o cuando el capitán Ramón Franco sobrevoló el Teide

Poder unir todo el territorio español por aire aún era un gran sueño. El hermano del general Franco realizaría tal hazaña al unir la Península con Canarias

El 4 de febrero de 1924 un hidroavión que pilotaba el capitán Ramón Franco y el comandante Guillermo Delgado Brackenbury, sobrevolaron el Teide. Con anterioridad, el 30 de enero de 1923, a las 12.13 horas, ese mismo avión sobrevoló, por primera vez, la capital de las islas Canarias. El hidroavión había salido de Larache dirección a las Canarias. Se puede considerar una hazaña aérea. Llegaron a Canarias dos Breguet XIV-A-2, llamados Archipiélago Canario y Tenerife; y el hidroavión Dornier Wall-W-3. Los tres aviones realizaron un trayecto de 1.500 kilómetros y un mes de duración. En una crónicas de la época podemos leer…

«Sobre un fondo de nubes blancas, radiantes por viva luz solar, los tres aparatos se destacan gallardamente, en un avance vertiginoso que los agrandaba por segundos a los ojos de la ávida curiosidad de las gentes».

El Teide, fotografiado a 4.000 m de altitud por Leopoldo Alonso

En aquellos días también se contrato a un aviador francés, llamado Garnier, que se dedicaba a hacer piruetas con su aeroplano de un solo motor. Hizo varias pasadas rasantes sobre unos campos abandonados en Geneto. No pudo completar su demostración por un fallo mecánico y tuvo que realizar un aterrizaje de emergencia.

Los vuelos de los Breguet y el Dornier eran un punto de partida para enlazar la Península con las islas Canarias. Se había trazado una ruta que cubriría Casablanca, Agadir, Cabo Juby, Las Palmas y Tenerife. No era una ruta fácil pues, a parte de unos aviones, que en su mayoría eran bastante inseguros, debemos añadir el factor suerte, las buenas condiciones meteorológicas, y llevar el carburante necesario para no quedarse sin en medio del trayecto.

Al no tener Canarias aeródromos, se le encargó al capitán de infantería Felipe Díaz Sandido que marchara hacia allí e inspeccionara terrenos en Gando. También se desplazó a Tenerife. Allí encontró un terreno adecuado en la zona de El Bailadero (Arico). El terreno era propiedad de Martín Rodríguez y Díaz Llanos, que autorizó su construcción. Al mismo tiempo se le pidió al comandante Guillermo Delgado reclutar a las tripulaciones que harían el raid Casablanca-Canarias.

Los aviones que se escogieron para llevar a cabo el raid fueron los nombrados anteriormente, Breguet y Dornier. Se hizo una suscripción popular para la adquisición de los aviones. Estos fueron bautizados en Sevilla en presencia de la Reina María Victoria y los infantes Carlos y Luis de Borbón. Los 2 Breguet se llamaron Archipiélago Canario y Tenerife. Un tercero fue bautizado en Madrid, por el obispo Marquino, en la base aérea de Cuatro Vientos, con el nombre de Gran Canaria.

Partieron desde Casablanca el 6 de enero de 1924 y llegaron a las islas Canarias al cabo de 24 días. Las tripulaciones de los Breguet estaban compuestas por…

  • Breguet nº 63 Tenerife
    Piloto – Capitán Rafael Martínez Estévez.
    Observador – Teniente Antonio Rexachs y Fernández Perga.
  • Breguet nº 100 Archipiélago Canario
    Piloto – Capitan Joaquín Pardo García.
    Observador – Capitan Felix Bermúdez de Castro.
  • Breguet nº 103 Gran Canaria
    Piloto – Teniente Juan Martínez de Pison.
    Mecánico – Cabo Juan Bosch.

El hidroavión Dornier Wall-W-3 estaba al mando del capitán Ramón Franco, que escoltó a los Breguets. A su lado estaba el comandante Delgado Backembury, tres tripulantes y nueve pasajeros. Pues bien, el 4 de febrero de 1924 se elevó el hidroavión. Hacia buen tiempo. Rodearon el Teide en espiral ascendente, superando la altura de 3.800 metros, para poder pasar con seguridad por encima del volcán. Aquella ascensión en vertical se realizó en 4 horas. El fotógrafo Leopoldo Alonso fue el encargado de sacar la primera fotografía aérea del Teide. El reportaje fotográfico fue publicado por la revista Aérea, en febrero de 1924.

Imagen tomada desde el hidroavión Melilla en la que aparecen las tripulaciones del Archipiélago canario, Gran Canaria y Tenerife en enero de 1924Leopoldo Alonso

Aquel no fue el único hito que realizó el capitán Ramón Franco. Dos años después llevó a cabo, por primera vez, el vuelo entre España y Sudamérica con el hidroavión Dornier Do J Wal, bautizado como Plus Ultra. Salió el 22 de enero de 1926 y llegó a Buenos Aires el 10 de febrero de 1926. La tripulación del Plus Ultra estaba formada por Ramón Franco, el capitán Julio Ruiz de Alda, el teniente de navío Juan Manuel Durán y el sargento mecánico Pablo Rada.

El vuelo que, desde el punto de vista técnico fue un éxito rotundo, tuvo un recorrido de 10270 km en 59 h y 30 min (a una velocidad promedio de 172 km/h) repartidos en las siguientes etapas: Palos-Las Palmas (1300 km); Las Palmas-Porto Praia (1745 km); Porto Praia- Fernando de Noronha (2305 km); Fernando de Noronha -Pernambuco (540 km); Pernambuco-Río de Janeiro (2100 km); Río de Janeiro-Montevideo (2060 km); Montevideo-Buenos Aires (220 km).

De aquella hazaña dejó constancia Ricardo Monner Sans en la Revista Comercial Iberoamericana Mercurio de Barcelona. Sobre la llegada del Plus Ultra escribió…

«Ayer al mediodía vibrante, sonora, armoniosa, cuando del hidroavión descendieron los valientes muchachos. El momento es indescriptible. El entusiasmo delirante de la multitud que la intensa alegría como el hondo dolor son contagiosos, supo escoger los medios más expresivos para demostrar su admiración. Desde los atronadores aplausos; el nervioso agitar al aire de los sombreros; los vítores a cada uno de los viajeros, y a España y a la Argentina, y las estentóreas frases aisladas de algún admirador de potentes pulmones, hasta el casto beso estampado en las mejillas de los héroes por damas y damitas desbordantes de alegría, de todo hubo».

Ese fue el principio de los vuelos trasatlánticos. Aún faltaban unos cuantos años para que aquellos primitivos vuelos se convirtieran en rutas comerciales, tal y como las conocemos hoy en día.