Dinastías y poder
¿Un cañón con nombre de mujer? Los Krupp o el acero nazi
Esta dinastía era profundamente monárquica pero la irrupción de Hitler en 1933 con su fuerte nacionalismo les hizo creer en el próximo retorno de los Hohenzollern: se equivocaron
Los carros de combate Leopard dieron mucho que hablar con motivo de la guerra de Ucrania, pero en su tiempo fueron otros lo que mayor debate suscitaron. ¿Poner el nombre de tu propia mujer a un cañón? ¡Imperdonable! Los Krupp fueron la principal dinastía industrial de Alemania durante más de un siglo y su famoso cañón Bertha, el más temido en Francia durante la Primera Guerra Mundial.
De sus fundiciones salieron los buques de guerra U-Boot y todo tipo de piezas de artillería. La ciudad de Essen, en la cuenca del Ruhr, era su feudo. Los Krupp lideraron el desarrollo industrial germano desde finales del XIX. De la mano de Gustav Krupp se convirtieron en el brazo financiero de Alemania y del kaiser Guillermo II. Eran profundamente monárquicos pero la irrupción de Hitler en 1933 con su fuerte nacionalismo les hizo creer en el próximo retorno de los Hohenzollern: se equivocaron.
Un nombre con historia
Perdida toda esperanza, abrazaron el nazismo y sus acerías dieron al Reich el armamento que nutrió a la Wehrmacht. Pese a sus ínfulas aristocráticas, terminaron comulgando con un führer de origen proletario y antiburgués. Gustav llevaba al frente de la compañía desde que en 1907 se había casado con la hija y heredera del patriarca. Resulta curioso que el más conocido de la dinastía no fuese, precisamente, un Krupp de sangre. Pero ¿que pusiese el nombre de su esposa a un cañón?
La industria del acero los había convertido en una familia muy rica. De las más ricas y poderosas de Alemania. Gustav von Bohlen, su apellido de nacimiento, era un diplomático identificado con el militarismo prusiano y la idea del Imperio. Desde su boda con la hija del magnate, su residencia en villa Hügel era centro de los encuentros con lo más granado de la realeza teutona, empezando por el propio kaiser.
Con el estallido de la Gran Guerra, fabricaron grandes piezas de artillería, con un alcance impensable hasta la fecha y que los alemanes utilizaron para bombardear Bélgica y París. Pero no fue suficiente. Los Imperios Centrales perdieron la guerra y los acuerdos de Versalles que prohibieron la remilitarización de Alemania amenazaban su fortuna.
Se rehicieron diversificando la producción con maquinaria agrícola, locomotoras y hasta cajas registradoras. Además, empezaron a fabricar a través de empresas subsidiarias en países que se habían mantenido neutrales.
Todavía no eran nazis, pero cuando Hitler fue nombrado canciller pusieron su industria al servicio de los nuevos tiempos. La fortuna creció y en 1940 Gustav se hizo miembro del partido. No fue el único. También Friedrich Flick prendió en su chaqueta la insignia con la esvástica.
Con la invasión de Polonia en 1939, la maquinaria bélica necesitaba refuerzos. Los Krupp ampliaron sus instalaciones con otras plantas, entre ellas la de Markstadten para la que emplearon mano de obra de procedencia discutida. Muchos, eran prisioneros soviéticos en régimen de trabajos forzados. Había que abastecer la maquinaria de guerra nazi. En 1941, un supuesto derrame cerebral, forzó al veterano patriarca a delegar funciones en su hijo mayor, Alfried. Otros dos hijos murieron en el frente y un tercero, pasó más de una década prisionero en la Unión Soviética.
Él se libró de la condena cuando terminó la guerra. No así su hijo Alfried que compareció en el macrojuicio de Núremberg, la misma ciudad en la que en unos años atrás se habían aprobado las leyes raciales. Ante un tribunal internacional que estableció la noción jurídica de «crimen contra la humanidad». Entre otros Göring, Von Ribbentrop, Keitel o Rosenberg. En octubre de 1946, en el Palacio de Justicia, se conoció el veredicto: doce años de prisión y confiscación de bienes por la utilización de mano de obra esclava.
Krupp hijo pasó tres años en prisión. Salió de la cárcel en plena Guerra Fría: Estados Unidos necesitaba aliados. Su padre, el viejo Gustav Krupp murió en 1950 en Austria, en el mismo castillo que había comprado a los hijos del archiduque Francisco Fernando, asesinado en Sarajevo en 1914. Su mujer Bertha, la que dio nombre al «Dicke Bertha» (gorda o grande), lo hacía seis años después. Hoy en día la compañía Krupp se mantiene como una de las principales fabricantes mundiales de acero, aunque fusionada en una especie de consorcio con Thyssen y ya desvinculada de la familia.