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El combate entre don Carnaval y doña Cuaresma, obra de Pieter Brueghel el ViejoWikimedia Commons

La Edad Media, ¿era tan oscura?

El Medievo ha sido una época sujeta desde el Renacimiento Italiano hasta la Ilustración a una campaña de difamación histórica que ha conseguido instalar en el inconsciente colectivo el mito de la Edad Media como una edad oscura de superstición, intolerancia y barbarismo

Es en la brillante civilización de la Plena Edad Media latina, en la Europa de las catedrales, en donde encontramos la más bella encarnación social y cultural del espíritu universalista cristiano, así como el momento fundacional de eso que llamamos Occidente o Europa. De hecho, como bien ha señalado Ovidio Capitani, «Europa es una creación medieval», siendo la mejor definición de Edad Media la que nos ha brindado Robert Fossier al hablar de «la infancia de Europa».

Ciertamente, la civilización del Occidente medieval, como la de Bizancio, fue una época con tantas sombras como luces, al igual que todas las edades de la humanidad. Que habitualmente el mundo clásico aparezca representado como una época caracterizada por la filosofía y el arte, obviando que era una sociedad esclavista, resulta tan simplista como limitarse a caracterizar la Edad Media feudal como una civilización de «la fidelidad, la jerarquía y el honor» (Jacques Le Goff). Sin duda, lo fue. Pero eso no quita que en ella se dieran también otras realidades menos elevadas y no pocas formas de opresión.

Sin embargo, resulta innegable que el Medievo latino, con sus oscuridades, fue una época donde la esclavitud se convirtió en un fenómeno residual (frente a su carácter masivo en el mundo clásico o al tráfico negrero de la Edad Moderna) y donde se terminó con prácticas como el infanticidio o el sacrificio humano, dominantes en buena parte de la Europa precristiana. Es algo en lo que no se suele reparar, lo cual no deja de ser curioso.

Y es que el Medievo ha sido una época sujeta desde el Renacimiento Italiano hasta la Ilustración a una campaña de difamación histórica que ha conseguido instalar en el inconsciente colectivo el mito de la Edad Media como la Dark Ages, una edad oscura de superstición, intolerancia y barbarismo, situada entre la luz brillante de la Antigüedad Clásica y el renacer de esta luz en los albores de la Edad Moderna.

En medio, mil largos años de oscuridad, «de tempestad y barbarie góticas en palabras» de Petrarca (1304-1374), uno de los autores más influyentes en esta temprana construcción de la leyenda negra de la Edad Media. Una «edad de en medio» (Medium Aevum) que, por consiguiente, tuvo desde su primera formulación una connotación profundamente negativa, en tanto que contrapunto tenebroso del Renacimiento (concepto también debido a Petrarca).

No solo las universidades fueron fruto de la civilización medieval, sino que todo lo que el siglo XVI poseía de la Antigüedad latina

Desde entonces, una corriente de opinión llena de prejuicios, por desgracia aún admitida en algunos ámbitos educativos y mediáticos, pretende que las obras científicas y literarias de la Antigüedad Clásica permanecieron desconocidas para el Medievo o que los hombres de saber y ciencia fueron perseguidos por la Iglesia medieval.

En realidad, no solo las universidades fueron fruto de la civilización medieval, sino que todo lo que el siglo XVI poseía de la Antigüedad latina, exceptuando una decena de textos, «también lo había poseído y meditado el siglo XII». Lo mismo cabe decir de la cultura árabe y solo en lo que toca a la Antigüedad griega supuso el Renacimiento una diferencia. Asimismo, en el campo del saber científico, los principales historiadores de la ciencia se han negado a admitir la más mínima discontinuidad entre la ciencia medieval y la de las edades antigua y moderna.

Los humanistas italianos construyeron un Medievo imaginario que era el tiempo oscuro de la Peste Negra, la barbarie gótica y los escolásticos ignorantes, al tiempo que promocionaban su propio tiempo como una ‘nueva’ (moderna) época de luz en lo que, según ha demostrado Jacques Heers, no fue más que una hábil operación de propaganda política y «autobombo» artístico de un grupo de artistas e intelectuales.

Con todo, el éxito de la tendencia de los humanistas y los ilustrados a otorgar el calificativo de oscuro al Medievo hay que comprenderlo también a la luz de un prejuicio ideológico: en el caso de los humanistas, una furibunda germanofobia que asimilaba lo gótico con lo bárbaro. En el caso del mundo protestante, el aborrecimiento de la Iglesia Católica. En el caso de la Ilustración, la mera cristianofobia.

Por consiguiente, el término Edad Media nació como una expresión despectiva, el necesario reverso tenebroso de su luminoso hermano gemelo, el Renacimiento, nacidos ambos del mismo padre: Petrarca. En definitiva, nunca ha dejado de ser, desde un punto de vista historiográfico, un «monstruo cronológico» (en expresión de Jacques Le Goff) o un «constructo tiránico» (Timothy Reuter), una auténtica extravagancia historiográfica que abarca mil años en los que se dieron fenómenos por completo ajenos entre sí, desde siglos muy oscuros (particularmente los siglos VII, VIII y X) hasta varios magníficos renacimientos, como el carolingio o el del siglo XII.

Ahora bien, eso no significa que haya que prescindir del término Edad Media. De igual modo que la palabra gótico, durante siglos asociada a lo tenebroso (de ahí el género literario de la novela gótica), ha sido objeto de una total rehabilitación y ahora se vincula con la belleza de las catedrales, quizá la palabra medieval algún día no será sinónimo de tiranía u oscurantismo, sino de civilización.