Fundado en 1910

Sabino Arana en prisión en 1895

Una mirada al presente desde el pasado

¿Es el actual PNV un partido político fiel a su historia?

Lo que tenía claro Sabino Arana es que la construcción de una supuesta patria vasca separada del resto de España debía fundarse en la fe católica del pueblo vasco

1895. Sabino Arana Goiri acaba de promover la elección del primer Consejo Regional de Vizcaya, el Bizkai Buru Batzarra, germen del Partido Nacionalista Vasco. No sabe por dónde transcurrirán los primeros pasos de esta ínfima formación, sobre todo, porque sus ideas políticas aún no están consolidadas. Lo que tiene claro es que la construcción de una supuesta patria vasca separada del resto de España debe fundarse en la fe católica del pueblo vasco.

Arana, fervoroso católico

A Sabino Arana su fervoroso catolicismo le venía de la raigambre carlista de su familia. Había nacido en 1865 y su padre, Santiago de Arana Ansotegui, había colaborado en los preparativos del alzamiento carlista de 1872, lo que llevó a su familia a un exilio francés momentáneo. Como consecuencia de ello, el niño Sabino había estudiado en el Colegio San Luis Gonzaga de Bayona. En esos años adquirió una profunda visión católica del hombre y de la sociedad, y en ella fraguó su oposición a la industrialización. La sociedad vizcaína tradicional se había contaminado con las ideas modernas antirreligiosas, como la impiedad, la inmoralidad y el libre pensamiento. Así venían a demostrarlo las prácticas caciquiles de la España de la Restauración.

En 1895 fijó el lema «Dios y ley vieja» en el naciente grupo político, trasunto del carlista «Dios y fueros». Pues en esto último, en su profundo catolicismo, justificaba él lo que diferenciaba a los vizcaínos del resto de España: estaba convencido de que Vizcaya debía alejarse de la influencia de Castilla si quería dirigirse hacia Dios, porque la raza española era degenerada e inmoral, y, por tanto, inferior a la vizcaína ancestral.

Una política social cristiana

Bajo su liderazgo, la aspiración nacionalista fue la de tender hacia una sociedad vasca igualitaria mediante una política social cristiana para una pretendida comunidad étnica y cultural diferenciada. Arana moría en 1903, por lo que no vio la fundación en 1911 del sindicato nacionalista y católico Solidaridad de Obreros Vascos, ni tampoco dos años después la del diario nacionalista Euzkadi en Bilbao. En todo caso, sus propias dudas ideológicas, no religiosas ni morales, le habían llevado a transitar, en sucesivas etapas, entre el independentismo y el autonomismo, y esto propició que después de su muerte el partido se dividiera en dos formas diferentes de entender su legado.

Esto fue lo que ocurrió hasta 1930. Desde 1916 el partido pasó a llamarse Comunión Nacionalista Vasca, dirigido por personalidades moderadas como Engracio Aranzadi o Luis Eleizalde. Eran partidarios de la autonomía regional y reivindicaban un programa social basado en una interpretación «radical» de la doctrina social de la Iglesia. A partir de la Gran Guerra el nacionalismo vasco se convirtió, por fin, en el primer partido político de Vizcaya.

En septiembre de 1921 los seguidores del semanario de la Juventud Vasca de Bilbao, encabezados por Elias Gallastegui y el grupo de Luis Arana, hermano del fundador, formaron Aberri, un nuevo partido radical e independentista. Pero ambas líneas del nacionalismo vasco conservaban la esencia de Sabino: su catolicismo social.

El catolicismo social era también el objetivo cenital del sindicalismo vasco. Tanto en el primer congreso de Solidaridad de Obreros Vascos celebrado en Eibar en 1929, como en el segundo de Vitoria en 1933, se reivindicó un programa social basado en la aplicación de las enseñanzas sociales de Pío XI en la encíclica Quadragesimo anno.

Tras la dimisión de Primo de Rivera, en noviembre de 1930 las dos ramas del nacionalismo vasco –independentista y autonomista– volvieron a unificarse bajo la clásica doctrina social católica de Sabino Arana como programa. Proclamada la república, precisamente por la cuestión religiosa, el PNV se retiró de las Cortes del primer bienio –junto al resto de la derecha española– y no aprobó la Constitución de 1931, aunque sí apoyó al católico Niceto Alcalá Zamora como presidente de la república.

Aplicar las encíclicas sociales del Papa

En el proyecto de estatuto de 1932, que tardaría aún en aprobarse, el PNV impregnó la autonomía vasca de principios sociales cristianos. José Antonio de Aguirre y Lekube, miembro de la Asociación Católica de Propagandistas y líder del partido, afirmó que dicho proyecto estaba basado en las encíclicas de León XIII y Pío XI. El Aberri Eguna (día de la patria vasca) fue instaurado en 1932 precisamente el domingo de Pascua de cada año, a fin de conmemorar el momento en que Sabino Arana acogió teóricamente las ideas nacionalistas de su hermano Luis.

A partir de 1934 los nacionalistas vascos impulsaron distintas medidas sociales en las Cortes del segundo bienio. En marzo, el nacionalista Juan Antonio Irazusta presentó un ruego parlamentario contra el cierre de la Asociación Papelera. Para el diputado vasco la doctrina cristiana sobre la función social de la propiedad y la defensa del bien común se concretaba en que ningún patrono debía cerrar su industria mientras obtuviera ganancias. Al año siguiente su minoría parlamentaria presentaba una proposición de ley para establecer salarios de familia. De nuevo Irazusta afirmaba en la Cámara que los postulados de las encíclicas Rerum novarum y Quadragesimo anno, «nos son tan conocidos de antiguo, hasta el punto de no saber si los aportamos nosotros o nos los encontramos ya formulados».

Todos ellos eran proyectos sociales en defensa de las familias obreras, tal y como había repetido en vida el fundador del PNV. Hasta que la permanente reivindicación estatutaria del peneuvismo, inadmisible para las derechas, terminó decantando al nacionalismo vasco hacia el entendimiento con el Frente Popular. En octubre de 1936, se aprobó por fin el estatuto de autonomía y se formó el primer gobierno vasco de la historia, presidido por Aguirre. Por su parte, Manuel de Irujo entró en el gobierno de la república primero como ministro sin cartera y luego de Justicia.

Durante 1936 y 1937, en las provincias vascas no hubo, a diferencia del resto de la zona republicana, revolución social ni tampoco persecución religiosa. Conquistada Bilbao por el ejército franquista el gobierno vasco tuvo que marchar al exilio. Desde 1958 afloraron otra vez las disensiones internas en el seno del partido que se consumaría finalmente con la creación de la ETA. En París se celebró un congreso mundial vasco y el PNV se unió a la Internacional Demócrata Cristiana. En 1965 lo haría a la Unión Internacional de Demócratas Cristianos.

En la década de los sesenta, con el aumento del nivel de vida y la llegada de foráneos, la sociedad vasca fue secularizándose y en 1977 el Partido Nacionalista Vasco se declaraba aconfesional. Desde entonces, ¿tiene sentido el utilizar las siglas del viejo partido de Sabino Arana para apelar a una supuesta patria de los vascos que ya no son mayoritariamente católicos? Me temo que el propio fundador pediría hoy que, para seguir secularizando a los vascos, no se recuerde su memoria.