Monjes guerreros y santos héroes: la peculiaridad del cristianismo celta irlandés
En los scriptorium (habitación donde se escribían los manuscritos) de las comunidades monásticas irlandesas, la mayor parte de los conocimientos grecorromanos y judeocristianos se salvaron
Que una misma fiesta nacional mezcle un leprechaun y un santo cristiano se debe a la gran revolución que supuso la llegada del cristianismo a Irlanda. Entre los primeros que llegaron a Hibernia estaba Agrícola, aunque no consiguió cumplir su misión, después llegó san Patricio, que se ganó la atención, el respeto y la confianza de los señores locales, combatió a los druidas, y consiguió evangelizar a los celtas de la isla Esmeralda. Un proceso que agrupó el misticismo celta con los nuevos ritos cristianos, y creó un nuevo cristianismo celta irlandés distinto al del continente ¿Cómo fue esa mezcla entre lo celta y lo cristiano?
El punto de partida no es otro que el modelo monástico implantado tras la llegada de Patricio. Patricius era de origen romano. Por lo tanto, en la fundación de los monasterios como el de Armagh se basó en el modelo episcopal romano, es decir, un monasterio consagrado por un obispo. Consiguió implantarse en un territorio en el que el jefe del clan irlandés de turno le otorgó unos terrenos.
Desde ahí realizó viajes por toda la isla convirtiendo a pequeños grupos que se asentaban en base a un pequeño oratorio que con el tiempo se convirtió en iglesia o incluso en monasterio. Seguía un modelo muy similar al de los clanes celtas, creando grupos independientes comandados por un líder elegido por la comunidad. Es una forma de cristianismo puro, primigenio, con bastantes similitudes al modelo de los primeros cristianos.
Los asentamientos de estas nuevas comunidades cristianas se producían en los espacios sagrados celtas, como los antiguos monumentos megalíticos de la Edad de Bronce que antes habían utilizado los druidas. Aunque la mayoría de las comunidades se agruparon en las antiguas fortalezas célticas de la Edad de Hierro: rath, un altiplano circular rodeado por defensas de madera. Uno de esos espacios fue la inhóspita isla de Skellig Michael (Sceilg Mhichil), conocida para los más cinéfilos como la isla Templo del planeta Ahch-To, que aparece en Star Wars.
Los monjes celtas: héroes y santos
Los monjes preservaron era dureza norteña típicamente celta, eran mucho más estrictos que sus compañeros europeos. Se formó una fórmula hibrida conocida como abadía-obispado. Este modelo rompía totalmente con la regla romana, formando un cristianismo celta que mezclaba el mundo celta y el cristiano. Los nuevos monjes cristianos eran en su mayoría de origen celta, y formaron las primeras comunidades como un verdadero clan, como una gens celta. Además, oraban de memoria, mientras realizaban postraciones y genuflexiones, que podía ser comunes o individuales. Crearon un tipo de oración única de Irlanda, conocida como los loricae, una especie de rezos improvisados.
Al mismo tiempo, no habían olivado el aspecto guerrero escoto, y frecuentemente se enfrentaban dos monasterios por disputas territoriales y de poder. También preservaron su pasado legendario celta. El mayor ejemplo de monje heroico es Brandán, abad de Clonfert, que nació como héroe de la mitología celta y la literatura cristiana lo convirtió en monje y santo. Según su leyenda, se embarcó en un curragh, el barco típico irlandés, y cruzó el mar Atlántico para encontrar el paraíso.
Tras los primeros asentamientos monásticos del siglo VI, el abad obtuvo un poder absoluto, igual que lo tenían los druidas, dominaron sobre los reyes y jefes de clanes, pero también sobre los pocos obispos que había en Hibernia. La jerarquía natural de la Iglesia se invirtió. Además, la sucesión en el puesto era por parentesco. Otra diferencia con la continental era que la Iglesia céltica permitía la participación femenina en la eucaristía.
Muchas las mujeres como Brígida, fundadora del monasterio mixto de Kildare, administraron y fundaron monasterios masculinos y mixtos como el de Derry. Una práctica que exportaron al continente, con monasterios como el de Saint-Fara en Francia, fundado por dos santas de origen irlandés: Hilda y Ethelberga. La llegada del cristianismo trasformó el mundo celta irlandés, pero también permitió preservar gran parte de ese legado mitológico celta.