Fundado en 1910

Joseph RotblatNational Portrait Gallery London

La historia del científico que abandonó a Oppenheimer y el Proyecto Manhattan por motivos morales

Las dudas de seguir adelante se intensificaron cuando la guerra se dio por terminada en Europa con la caída de Hitler y el nazismo

La película Oppenheimer fue la gran protagonista de la última edición de los Oscar al llevarse a casa siete estatuillas. La cinta dirigida por Christopher Nolan narra la historia del físico estadounidense, J. Robert Oppenheimer –interpretado por Cillian Murphy–, el padre de la bomba atómica y responsable científico del llamado Proyecto Manhattan.

Cautivados por la vida del físico teórico, la película se convirtió en un éxito de taquilla al animar al público a acudir a los cines para conocer más sobre ese crucial momento histórico y político. Junto a Oppenheimer aparecen varios de los científicos que se unieron al proyecto para producir la primera arma nuclear de la historia. Entre ellos se encuentra Joseph Rotblat, el único que abandonó el Proyecto Manhattan por motivos éticos.

Ambición por convertirse en físico

Rotblat nació en 1908 en Varsovia en el seno de una familia judía. Como él mismo explicó en una entrevista con la BBC en 1998, la Gran Guerra llevaría a su familia a la pobreza, un hecho que marcaría sus postulados pacifistas: «Fue en ese entonces que empecé a pensar que la guerra no debía existir, y a creer en la ciencia y la tecnología eran la solución para prevenirla», recordó en la entrevista.

Tras la guerra, empezó a trabajar como electricista y sin abandonar su ambición de convertirse en físico, ingresó en un curso de física de la Universidad Libre de Polonia. En 1938, ya como doctor en Física por la Universidad de Varsovia, ocupó el cargo de Investigador en el Laboratorio de Radiología de la Sociedad Científica de Varsovia, de la que Ludwick Wetenstein fue director. Ese mismo año se convirtió en subdirector del Instituto de Física Atómica de la Universidad Libre de Polonia.

Científicos del Proyecto ManhattanAtomic Heritage Foundation

A finales de 1938, los radioquímicos Otto Hahn y Fritz Strassmann realizaron un descubrimiento asombroso: la fisión nuclear, donde los neutrones podían chocar y fisionarse con otros núcleos de uranio, produciendo más energía y nuevos neutrones, y así sucesivamente hasta generar una reacción en cadena que si se conseguía estabilizar se obtendría una fuente continua de energía conocida como reactor o pila nuclear.

No obstante, si la reacción se producía en una fracción de segundo y de forma descontrolada tendría como resultado un explosivo con una capacidad de destrucción hasta entonces desconocida. En 1939, la idea de una bomba atómica estaba ya en la mente de muchos científicos. Rotblat fue uno de los primeros en confirmar este fenómeno e invitado por el premio Nobel James Chadwick, el físico que probó la existencia del neutrón, aceptó la oferta de trabajar en la Universidad de Liverpool (Reino Unido).

Disuadir el uso del arma nuclear

En agosto de 1939 regresaría a Polonia con la intención de llevar a su esposa Tola Gryn a Inglaterra, pero los problemas de salud que ella padecía le impidieron viajar con él que regresó a Liverpool tan solo pocos días antes de que se iniciase la Segunda Guerra Mundial con la invasión nazi del país. Al marcharse no podría imaginarse que nunca volvería a ver a su mujer, quien murió en el Holocausto, al igual que muchos de sus compañeros polacos: «Todos mis colegas fueron exterminados en las cámaras de gas... la física polaca fue destruida», expresó en la entrevista.

El descubrimiento de los científicos alemanes encendió las alarmas y el miedo a que la Alemania nazi lograra la bomba atómica hizo que Estados Unidos idease un proyecto secreto para la creación de dicha arma nuclear. En la entrevista, Rotbalt es cuestionado sobre por qué un pacifista como él trabajaría en el proyecto Manhattan, a lo que contestó que si participó en la creación del arma fue, precisamente, para que ésta nunca se usara.

La idea del científico polaco era que si los aliados lograban antes la bomba podrían disuadir a los alemanes de su uso con la amenaza de la represalia nuclear: «Me pareció que la única manera de prevenir que Hitler usara la bomba contra nosotros era tener también la bomba y amenazar con usarla como represalia», indicó durante la entrevista con el medio inglés.

Pero con el desembarco de Normandía el 6 de junio de 1944 parecía que los aliados iban camino de ganar la guerra en Europa, por lo que estaba claro que Alemania no conseguiría fabricar esa bomba. Entonces, ¿de qué servía continuar con la construcción de un arma masiva? Varias voces se pronunciaron y criticaron el proyecto. Las dudas de seguir adelante se intensificaron cuando la guerra se dio por terminada en Europa con la caída de Hitler y el nazismo. Fue entonces cuando Rotblat decidió abandonar el proyecto Manhattan: «Mi propósito ya no era válido», afirmó el físico.

Sospechoso de espionaje y Premio Nobel

Tras renunciar al proyecto, el jefe de inteligencia en Los Álamos (la sede de investigaciones del proyecto) recibió un expediente con pruebas que aparentemente señalaban a Rotblat como espía. Sin embargo, las acusaciones no prosperaron y pudo regresar a Liverpool bajo amenaza de arresto si revelaba sus motivos para irse o establecía contacto con sus compañeros del proyecto.

Cuando Rotblat se enteró de los lanzamientos de la bomba atómica en Hiroshima y Nagasaki comentó que «fue un shock terrible» y le produjo «temo por el futuro de la humanidad» porque sabía que «la bomba atómica era apenas el primer paso, y que ya se estaba trabajando en un arma mil veces más poderosa: la bomba de hidrógeno», rememoró en la entrevista.

Lo ocurrido en Japón le impulsó a encaminar su trabajo a la física aplicada a la medicina, además de promover foros y conferencias donde se hablaba de los peligros del desarrollo de la ciencia con fines armamentistas: estaba convencido de que los científicos debían ofrecer sus conocimientos para prevenir una guerra nuclear y no desatarla.

Su labor consiguió influir tanto que el matemático y filósofo Bertrand Russell conversó al respecto con Albert Einstein. Ambos firmarían, más tarde, el Manifiesto Einstein-Russell en 1955 donde se establecía la necesidad de parar el armamentismo nuclear. Y en 1957 llevó a la organización de la Conferencia Pugwash sobre Ciencia y Asuntos Mundiales para discutir la responsabilidad social de los científicos en diferentes áreas social, económico y medioambiental.

Su labor fue reconocida en 1995 con el Premio Nobel de la Paz poniendo en valor «sus esfuerzos para disminuir el papel desempeñado por las armas nucleares en la política internacional y, a largo plazo eliminarlas».

En su discurso de aceptación, el físico polaco dijo lo siguiente: «En este acontecimiento trascendental en mi vida… deseo hablar como científico, pero también como humano. Desde muy joven sentí una pasión por la ciencia. Pero la ciencia, el supremo ejercicio del intelecto humano, quedó ligada siempre en mi mente como un beneficio para la humanidad. Vi a la ciencia como una forma de estar en armonía con la humanidad. Nunca imaginé que pasaría la segunda mitad de mi vida esforzándome por evitar un peligro mortal para la humanidad creado por la ciencia».