Cuando Jorge VI fue víctima, a los 56 años, de un cáncer no detectado a tiempo
Además, el miedo del Gobierno de asustar a los británicos y el autocontrol de los medios ocultaron la verdad durante largos meses
Abadía de Westminster, Londres, 24 de mayo de 1951: Jorge VI preside la toma de posesión de su hermano, el Duque de Gloucester, como Gran Maestre de la Orden del Baño, tercera orden del Reino Unido detrás de la Jarretera y el Cardo. Como escribe su biógrafo Denis Judd, «muchos de los que le vieron durante el servicio comentaron que parecía enfermo. De hecho, tenía mucha fiebre y esa noche se fue a la cama con gripe».
Prosigue Judd: «El Rey tardó en recuperarse de este ataque y también se vio afectado por una tos persistente», por lo que varias eminencias médicas fueron llamadas a consulta al Palacio de Buckingham. Una de ellas, Geoffrey Marshall, realizó un examen minucioso del estado del Rey y, como resultado, descubrió una pequeña zona de lo que se denominó inflamación catarral en el pulmón izquierdo. En un primer momento, el paciente pareció aliviado de que se hubiera detectado la causa de sus dolores.
Así se lo comunicó por carta a su madre, la Reina viuda Mary, unos días después: «Tengo una afección en el pulmón izquierdo conocida como neumonitis. No es una neumonía, aunque si la dejara podría llegar a serlo. Me hicieron una radiografía y la fotografía mostraba una sombra. Así que me están inyectando penicilina a diario durante una semana. Esta afección solo lleva en el pulmón unos días como máximo, así que debería resolverse sola con el tratamiento... Los médicos creen que la causa de la tos estaba debajo de la laringe y que se ha desplazado hacia el pulmón. Todo el mundo se siente aliviado ante esta revelación y los médicos están más contentos conmigo esta noche que desde hace una semana».
Los peores presagios se confirmaron el 18 de septiembre, día en que el equipo médico anunció al Rey que urgía extirparle el pulmón izquierdo
La realidad era muy distinta: Jorge VI tenía un cáncer de pulmón en fase avanzada. De momento, su equipo médico le recomendó una estancia veraniega de dos meses en el castillo de Balmoral, con la esperanza de que los aires de la campiña escocesa surtieran el efecto que permitiera su recuperación. El monarca llegó a Balmoral el 3 de agosto. Sin embargo, los médicos que allí le examinaron a final de mes ordenaron su regreso a Londres a principios de septiembre: empezaba a cundir el pesimismo. Y los peores presagios se confirmaron el 18 de septiembre, día en que el equipo médico anunció al Rey que urgía extirparle el pulmón izquierdo.
Jorge VI seguía sin saber que tenía cáncer. La opinión pública, tampoco, pues la razón oficial que se alegó para la operación fue que la enfermedad se debió a la obstrucción de uno de los bronquios de su pecho. Temía tener que someterse a una segunda operación: siempre, según Judd, le escribió a un amigo: «si me va a ayudar a recuperarme no me importa, pero la idea del bisturí del cirujano otra vez es un infierno».
Sometido a una operación
El «infierno» se llevó a cabo el 23 de septiembre en Buckingham, siendo igualmente necesario, pues no estaba previsto, que sacrificarle ciertos nervios de la laringe. Los cirujanos también temieron que al Rey le diera una trombosis -otra de las dolencias que padecía- en mitad de la operación. Por fortuna, no se dio esa circunstancia. El parte médico emitido poco después por la Casa del Rey indicaba que el Rey había sido «sometido a una operación de resección del pulmón esta mañana. Habrá preocupación durante unos días, si bien el estado posoperatorio de Su Majestad es satisfactorio».
Un parte que es un monumento a las medias verdades. Así lo interpretó la mayoría de la prensa, hasta entonces más bien discreta, salvo algunas excepciones. De ahora, en adelante, los periódicos empezarían a dejarse llevar por las conjeturas, incluso las más alarmantes. El tiempo terminaría dándoles la razón, si bien en un primer momento el Rey experimentó una leve mejoría: el 24 de octubre recibió en audiencia a Winston Churchill para encargarle formar Gobierno, en su calidad de vencedor de las elecciones recientemente celebradas.
El 14 de noviembre, Buckingham publicó una foto del Rey en aparente buena forma, junto a sus nietos, el Príncipe Carlos –hoy el Rey Carlos III– y la Princesa Ana, con motivo del tercer cumpleaños del mayor. Mas Jorge VI se vio obligado a anular su gran proyecto: la gira de principios de 1952 por Australia y Nueva Zelanda.
En diciembre, por primera vez, la enfermedad forzó la grabación anticipada de su tradicional mensaje radiofónico madrileño. Pasó las fiestas en Sandringham: la foto de familia de aquellos días delata el desgaste que el cáncer producía en su rostro. El 6 de febrero de 1952 –seguía en Sandringham– su ayuda de cámara le encontró muerto a primeras horas de la mañana. La causa oficial fue una trombosis que, unida al cáncer, resultó letal. Sin trombosis, tampoco hubiera durado mucho más.