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La rendición de Breda, de VelázquezWikimedia Commons

Tras la huella hispana (VII)

De Flandes al Mediterráneo: este es el enorme legado español por el mundo

El legado hispano en la Vieja Europa es tan extenso que tendremos que centrarnos en aquellos territorios donde la presencia española fue mucho más extensa en el tiempo e intensa en su administración

Tras un periplo por el resto de continentes, nos adentramos ahora en la Vieja Europa, en donde, nuevamente, habrá que hacer un extraordinario esfuerzo de síntesis. Por tanto, se dejará fuera a territorios sobre los que las coronas hispánicas mantuvieron su soberanía por un corto periodo de tiempo; como es el caso de los Ducados de Atenas o Neopatria –por parte de Aragón– en tiempos almogávares o Castelnuovo (actual Herceg Novi, en Montenegro) en tiempos de Carlos V.

También se dejará fuera, tanto a la herencia de Maximiliano –abuelo del Cesar Carlos– como a los territorios del Sacro Imperio Romano Germánico, un enorme y poderoso legado centroeuropeo que heredará su hermano Fernando y eso que ahí la huella española tiene cierta relevancia.

Por ejemplo, la muy venerada imagen española del célebre niño Jesús de Praga, donada por la hija de María Manrique de Lara a los carmelitas bohemios y que es una de las razones por las cuales en Chequia y en Eslovaquia los regalos de Navidad los entregue el Niño Jesús. De hecho, parte del legado hispano en estos territorios se le debe más a Fernando, que a su hermano mayor, ya que éste fue educado en la corte de los Reyes Católicos y viajó a Viena con un enorme séquito de cortesanos de Castilla.

Museo del Prado

Muchos de estos nobles acabarían emparentando con grandes personajes de la nobleza centroeuropea por lo que a partir de entonces sus descendientes tendrán sangre española. Por cierto, la tumba de Fernando I de Habsburgo se encuentra, bajo un magnífico conjunto escultórico, en la nave central de la catedral de San Vito de Praga, que curiosamente se encuentra muy cerca de la de San Juan Nepomuceno, patrón de la capital checa y de la infantería de marina más antigua del mundo, la española.

Igualmente se tendrá que dejar fuera a la isla de Malta y a Portugal y su extenso Imperio, (la unión ibérica que se inicia con Felipe II y finaliza con Felipe IV y que llevó a la corona hispana a incorporar nuevos territorios en todos los confines del planeta), pero nos centraremos en territorios donde la presencia española fue mucho más extensa en el tiempo e intensa en su administración. Así me referiré en este artículo a los países del BENELUX, es decir Bélgica, Países Bajos y Luxemburgo y a la Italia española y concluiremos esta aventura sobre la huella hispana en el mundo hablando, en el siguiente, sobre la Francia española.

'Benelux'

Los entonces denominados Países Bajos españoles, herencia borgoñona de Carlos V, estaban conformados por Bélgica, Luxemburgo y Países Bajos, parte de los territorios del actual norte de Francia e incluso la parte occidental de Alemania, (Bitburg-Prüm). Las provincias unidas se independizaron en 1648, pero los territorios del sur se mantuvieron hasta 1714.

Aquí el legado ha sido desigual, se mantienen algunas tradiciones y obras arquitectónicas, pero perviven múltiples prejuicios, focalizados, sobre todo, en Países Bajos, en gran medida por las tensiones nacionalistas de la época, la larga guerra de Flandes, que tuvo, en realidad, muchos elementos de guerra civil entre neerlandeses unionistas y separatistas y la leyenda negra promovida por los últimos.

Así, tradicionalmente, la versión holandesa del «pórtate bien o aviso al hombre del saco» se transforma en: «O aviso al Duque de Alba». A los habitantes de Amberes, que tenían fama de altivos, se les llamaba sinjoren, (señores), mientras que nuestra palabra «maniquí», proviene del flamenco mannekijn. También el luxemburgués tiene unas cuantas palabras de origen español, muchas de ellas derivadas de alimentos y con su origen en los tercios.

Otra tradición que pervive de aquellos tiempos es que san Nicolás, (lo de Papa Noel no deja de ser un galicismo), no viene del ártico, como en la mayor parte de occidente, sino de España. La razón histórica es que el verdadero san Nicolás está enterrado en Barí, entonces parte del Virreinato de Nápoles y, por tanto, de España. Por ello, muchos apellidos flamencos tienen origen castellano.

También es muy notable el legado artístico y arquitectónico. En La Haya, «la corte española», originariamente palacio de Maximiliano, que fue reconstruido en palacio de la ciudad por los españoles. En Bruselas, las réplicas del Quijote y Sancho. Los restos arqueológicos de Coudenberg, (el gran palacio en donde Carlos V despachaba con Mercurino de Gattinara), la Maison du Roi y la Maison du Cornet con su escudo de Carlos II, ambas en la Gran Place.

En Gante, curiosamente, el empedrado de las calles fue hecho por españoles, como el muelle de los españoles en Brujas, ciudad que acoge un busto del que fuese su ilustre vecino, Luis Vives. En el Palacio de Malinas fue educado Carlos V y en Lovaina hay esculturas de casi todos los Austrias. En Luxemburgo, la plaza de armas con su avenida Monterey, (por el gobernador Don Juan Domingo de Zuñiga, Conde de Monterey), que hace esquina con la calle de Felipe II, la porte des espagnoles, les échaugettes espagnoles o torres españolas, el gran palacio ducal, inspirado en el renacimiento español o la propia catedral, ambos edificios construidos en el siglo XVI. Cabe destacar que Luxemburgo nunca se levantó en armas contra España y no existe un mal recuerdo de esa etapa histórica, posiblemente en comparación a los periodos posteriores holandeses y germanos.

Italia

Uno de los primeros territorios conquistados por Roma fuera de la península itálica fue la península ibérica. A partir de la Edad Media, España recorrió el camino inverso hasta que sus islas principales y más de la mitad del territorio peninsular llegaron a formar parte de la monarquía hispánica. Tras las denominadas «vísperas sicilianas», (otra vez los almogávares), la isla pasará a manos aragonesas y una década más tarde, en 1295, pasará Cerdeña.

A las islas, y tras las brillantes campañas del Gran Capitán, les seguirá Nápoles, (el rey católico es también, a partir de 1510, Fernando III de Nápoles). Ya con Carlos V y tras Pavía, la corona extenderá su dominio al Ducado de Milán. Además, hay que incluir: El Marquesado de Montferrato y la República de Siena, ambos de breve ocupación, el Marquesado de Finale y el Estado de los Presidios.

Mapa del Reino de Nápoles de Giovanni Antonio Magini (siglo XVII)

En cuanto al legado es enorme, con la excepción lingüística, ya que se respetaron las lenguas autóctonas y no se impuso el catalán o el castellano, aunque en el noroeste de Cerdeña se habla el alguerés, que es una variante catalana local, pero durante los siglos de vinculación con España se dieron enormes migraciones mutuas entre los diversos territorios de ambas penínsulas, intercambios financieros y artísticos; (pintores, escultores, músicos, arquitectos). Estos Virreinatos se beneficiaron de grandes figuras españolas del arte y viceversa.

Como narra Miguel Ángel Alonso Aguilera en su libro sobre la reconquista de Cerdeña, hasta tal punto los territorios de uno y otro lado del mediterráneo se encontraban sentimentalmente tan cercanos que cuando Felipe V despachó una flota de reconquista en 1717, (se habían perdido tras el Tratado de Utrecht) y las tropas desembarcan en las islas, los sardos y sicilianos festejaron por todo lo alto la llegada de los españoles, a quienes recibían como hermanos. En aquellas fechas y tras siglos bajo coronas hispánicas se sentían españoles y para nada austriacos. Es más, los actuales italianos de todos estos territorios son mucho más conscientes de esa etapa histórica, que lo somos los propios españoles.