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Caballería de la Guardia Civil, 1900. Obra de Augusto Ferrer-Dalmau

Caballería de la Guardia Civil, 1900. Obra de Augusto Ferrer-Dalmau

180 años de servicio y compromiso: la creación de la Guardia Civil

La imagen romántica de este hombre viril, despiadado pero generoso, temible al tiempo que noble y castizo, le convirtió rápidamente en ídolo para el pueblo y emblema nacional de nuestro siglo XIX

Pocas figuras decimonónicas han perdurado hasta nuestros días con la fuerza del bandolero. La imagen romántica de este hombre viril, despiadado pero generoso, temible al tiempo que noble y castizo, le convirtió rápidamente en ídolo para el pueblo y emblema nacional de nuestro siglo XIX. Su imagen traspasó pronto fronteras y fascinó tanto en el exterior como en el interior, llegando incluso a colarse en los hogares españoles de la Transición, encarnado en Curro Jiménez.

Sin embargo, esta visión típica del romanticismo chocaba con la realidad política de la época. El bandolerismo, muy ligado en sus orígenes al fenómeno guerrillero, se había convertido en un problema endémico del ámbito rural. Los liberales de todo signo no veían con buenos ojos a estos viles salteadores de caminos que generaban inseguridad y amenazaban la propiedad.

En la primavera de 1844, con los moderados asentados en el poder, se decidió dar un importante paso en la lucha contra este tipo de delincuencia. El gobierno contaba con un cuerpo de policía, creado en 1824, y con la Milicia Nacional, instituida en 1812 como un conglomerado de ciudadanos en armas que, a juicio de los moderados, estaba excesivamente politizado y muy cercano a sus rivales progresistas.

Para sustituirlo, el ministro de la Guerra, el bilbaíno Manuel de Mazarredo, decidió crear un cuerpo profesional, militarizado, jerarquizado y dependiente del gobierno, que lo controlaría a través de los ministerios de Guerra y Gobernación. Francisco Javier Girón, duque de Ahumada, fue el encargado de organizar este nuevo colectivo que vería la luz el 28 de marzo de 1844 bajo la denominación de «Guardias Civiles».

El primer artículo de su reglamento establecía sus objetivos principales: «la conservación del orden público, la protección de las personas y las propiedades y el auxilio que reclame la ejecución de las leyes». También se podría emplear a la Guardia Civil, siempre que fuese necesario, «como auxiliar de otro servicio público que reclame la intervención de la fuerza armada».

La carga de Ramón Casas (1903). La obra muestra a un Guardia Civil cargando contra la multitud durante una huelga en Barcelona

La carga de Ramón Casas (1903). La obra muestra a un Guardia Civil cargando contra la multitud durante una huelga en Barcelona

A mediados del siglo XIX, las revueltas y algaradas eran frecuentes, ya que seguían siendo el vehículo principal para expresar el descontento popular. La respuesta de los gobiernos moderados pasó por la represión: había que asegurar el Estado y la única vía era la fuerza. La creación de la Guardia Civil iba en ese camino.

Rápidamente, pasó de ser una guardia rural, ámbito en el que preocupaba la peligrosidad de los caminos y el respeto a la propiedad privada, a ejercer sus funciones represivas en las ciudades. El control del orden público fue algo que la Guardia Civil se tomó muy en serio. No obstante, en el momento de su creación, la gran mayoría de la población española vivía en pequeños pueblos y aldeas dispersas por toda la península, lo que obligó al cuerpo a aumentar sus efectivos.

Su presencia a lo largo y ancho del Estado español fue clave para el control de la totalidad del territorio por parte del gobierno central. Por tanto, la creación de la Guardia Civil fue un paso más en la construcción del entramado represivo por parte del Estado, pero también un instrumento fundamental para reforzar el poder y autoridad del gobierno, lo que contribuyó enormemente a la centralización.

Por último, como marca otro de sus objetivos fundamentales, la Guardia Civil nacía como la máxima valedora de la propiedad privada. Esta era sagrada para los liberales, ya fueran progresistas o moderados. Entendida como la base de la nueva sociedad liberal, la defensa de la propiedad fue, junto al orden público, la primera tarea impuesta a este cuerpo que, 180 años después, tras cambios y adaptaciones, continúa velando por nuestra seguridad.

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