El Franco Condado, la región más española de Francia
De todos los extensísimos territorios europeos de la Corona hispana quizás los heredados de María de Borgoña, son los más injustamente desconocida para el español actual, pero fueron los más fieles a la Corona española y los que con más denuedo lucharon para seguir formando parte de la misma
Con el continente europeo y la Francia española concluimos esta serie de artículos relativos a la huella hispana en el planeta. España no llegó a ser el imperio más extenso o el más poblado de la historia, pero sí se puede considerar el primero en muchas cosas. Fue el primer país en descubrir un nuevo continente y publicitarlo, fue el primero en dar la vuelta al mundo demostrando que la tierra era redonda, fue el primero en descubrir para occidente territorios ignotos o pocos conocidos y nunca antes visitados por los europeos, como la mayor parte de América, Oceanía y países asiáticos importantes como Filipinas o Japón.
También fue el primer imperio global de la historia. Además de ser el primero, España también fue único en muchas cosas. De hecho, fue la única potencia que no colonizó territorios desentendiéndose de los nativos o simplemente masacrándolos o utilizándolos como mano de obra esclava, con el solo afán de saquear sus recursos. Muy al contrario, se les consideró súbditos de la corona en igualdad con los peninsulares, de hecho, se ennobleció a muchos.
Fue único en la promoción del mestizaje, en diseñar un sistema administrativo similar al metropolitano, en la construcción de escuelas y universidades, en reinvertir en los territorios conquistados. También fue la única potencia en sufrir una leyenda negra brutal, la mayor y más injusta campaña de fake news de la historia, por parte, paradójicamente, de potencias rivales que nos superaban, de largo, en desmanes y crueldad. Por tanto, no es aventurado decir que, sin el concurso de España, la historia del planeta y su composición política actual sería muy diferente.
En cualquier caso y centrándonos en el país vecino, conviene recordar que ya desde épocas pre-romanas existieron conexiones entre tribus celtas a ambos lados de los pirineos, posteriormente ambos territorios compartirán Imperio en época de Roma y el reino Visigodo, en sus momentos de mayor expansión, no sólo abarcó la mayor parte de la península ibérica sino la mitad sur de la actual Francia.
Durante parte de la edad media, Occitania estará gobernada, en su mayoría, por nobles súbditos del reino de Aragón. Esta natural expansión aragonesa por el mediodía francés se frenó en seco a raíz de la herejía cátara y la cruzada albigense y más concretamente tras la batalla de Muret en la que fallecerá el propio Pedro II de Aragón.
El Franco Condado
Además del Rosellón y la Cerdaña, España volverá a tener una muy importante presencia en Francia con la llegada al trono de Carlos V, que hereda Artois, Ardenas, Mosela y Norte-Paso de Calais, como parte francesa de los denominados Países Bajos españoles, pero además hereda el Franco Condado, como parte del Ducado de Borgoña. De todos los extensísimos territorios europeos de la Corona hispana quizás, su historia, sea la más injustamente desconocida para el español actual. Y digo injustamente porque, de la herencia de María de Borgoña, su abuela paterna, fue, curiosamente, el territorio más fiel a la corona española y el que con más denuedo luchó para seguir formando parte de la misma.
De hecho, los francocondeses, (llamados borgoñones entonces), consideran la etapa histórica de los primeros Austrias españoles y especialmente la de Carlos V, como la de su edad dorada. España utilizó a muchos de sus hombres en el gobierno, las embajadas y en los ejércitos y respetó, escrupulosamente, sus fueros. El protocolo que se seguía en la corte también era borgoñón. Incluso durante la cruenta guerra de los Diez años, cuando España apenas podía aportar tropas al Franco Condado y Francia asediaba las principales ciudades mantuvieron una resistencia heroica para evitar el cambio de corona, especialmente en Dola, (la actual Dole), lo que llevó a Felipe IV a escribir, en francés, al parlamento de Dola en 1639: «...sois los mejores vasallos que he tenido y a los que más amo y que deseo conservar conociendo vuestra fidelidad y valor...»
Ya en época de Carlos II y pese, una vez más, a la frenética resistencia de sus habitantes, que a cada tiro de cañón francés gritaban: «Viva España», el Rey sol acabó conquistando el territorio a un coste altísimo, debido a esa feroz oposición a cambiar de corona. Con la paz de Nimega (1678) se consuma, definitivamente la anexión francesa de un ducado destruido y con apenas un cuarto de la población que tenía en el siglo XVI. Aunque algunos notables francocondeses se exiliaron a territorios de la Corona hispana y se cuenta que muchos de los sobrevivientes de aquella generación pedían, en su lecho de muerte, ser enterrados boca abajo para no ver el sol de Luis XIV.
Además de las ya citadas y valiosísimas aportaciones borgoñonas a gobierno y ejército, destacaron, también, algunos intelectuales y artistas, como el escritor Jean Mairet, expulsado de Paris por Mazarino por haber compuesto una obra muy elogiosa de Felipe IV y el diseño del casco viejo de algunas ciudades como Vesaul, Dola, Lons o Besançón son claramente españoles, por la distribución de las casas, los patios exteriores y sus rejas de hierro cubriendo las ventanas y no es extraño ver en algunas fachadas inscripciones del tipo, «construida durante el reinado de Felipe IV».
Pese a estar muy extendida la idea de que gran parte de los territorios europeos fueron hostiles al imperio, en realidad y dejando aparte la península ibérica, que tuvo sus propias dinámicas, ocurrió justamente lo contrario. El caso de las provincias unidas, (los actuales Países Bajos), fue la excepción y de no haber sido por la despiadada guerra de conquista del Franco Condado por parte de Luis XIV y, posteriormente, por la guerra de sucesión a la muerte, sin herederos, de Carlos II, el resto de territorios hubiesen continuado gustosamente bajo la cruz de Borgoña, ya que se encontraban muy orgullosos de pertenecer a la corona hispana y, de hecho, para muchos de sus habitantes, el cambio resultó, entonces, bastante traumático. Es la típica percepción engañosa derivada de una leyenda negra que, por desgracia, hasta los propios españoles nos hemos creído.