La abdicación de «la reina de los tristes destinos»: Isabel II parte al exilio en París

El reinado de Isabel II está marcado por la arbitrariedad en los cambios de gobierno y la intervención de los militares en la política. Con la Vicalvarada de O´Donnell en 1854, termina la década moderada y comienza el bienio progresista en el que el papel de Espartero retoma protagonismo. Pero en este tiempo tampoco se logró la estabilidad deseada. La reina apostó entonces por O’Donnell.

Sin embargo, los desacuerdos, las protestas sociales y la crisis económica tras las campañas de prestigio internacional de la Unión Liberal, agravaron la situación. Es entonces cuando los progresistas aprovecharon para comenzar a preparar su Revolución alineándose con otras fuerzas políticas de oposición. Las primeras intentonas fracasaron, pero con el Pacto de Ostende (1866), lograron el apoyo de los demócratas y se abonaron las intrigas por derrocar el régimen dinástico.

Al fallecer Narváez y O’Donnell, la Reina se queda sin sus principales apoyos. Con el pronunciamiento en Cádiz en septiembre 1868 y el manifiesto Viva España con Honra, Serrano, Prim y Topete animaron a las masas a formar juntas locales contra el Gobierno y daba comienzo La Gloriosa. En el puente de Alcolea tiene lugar la derrota gubernamental e Isabel II, de vacaciones en San Sebastián, se ve obligada a exiliarse en París poniendo fin a su desafortunado reinado.

El Sexenio Democrático

El Sexenio Democrático comienza con el triunfo de La Gloriosa que tiene lugar en septiembre de 1868. Fue obra de Progresistas, Unionistas y Demócratas, hastiados de las irregularidades de los gobiernos moderados y las interferencias de la Reina en la vida política. Durante el Sexenio, se trató de establecer un modelo democrático en España que no acabó de cuajar. Serrano y Prim fueron los principales artífices del cambio, pero las tensiones que había entre ellos, así como el distanciamiento de los apoyos populares, complicaron la situación.

Primero se estableció un Gobierno Provisional durante el cual se aprobó la Constitución de 1869 en la que se reconocía la Monarquía Democrática y el sufragio universal. Puesto que era necesario proclamar a un nuevo Rey que no fuera Borbón, se celebraron unas elecciones en las que resultó elegido Amadeo de Saboya, duque de Aosta que llegó a España en diciembre de 1870, pocas horas después de que se produjese en atentado contra Prim, verdadero hombre fuerte de la situación.

La abdicación de Isabel II

El acto de abdicación de Isabel II se celebró el 25 de junio de 1870 en el salón principal del Palacio de Castilla, antiguo Palacio Basilewsky, la residencia que la Reina había comprado en París para vivir tras su expulsión de España. Llevaba ya más casi dos años en el exilio. Acudió con un fabuloso vestido rosa bordado con encajes blancos, abanico en mano y un poco a regañadientes, para ceder los derechos dinásticos a su único hijo varón, Alfonso, que entonces contaba 13 años. Junto a ella se encontraban también sus cuatro hijas, las Infantas Isabel, Pilar, Paz y Eulalia. Dicen que, terminado el acto, la antigua soberana exclamó un castizo «qué peso me he quitado de encima», aunque la frase, quizá, responde a la leyenda que se ha creado en torno al personaje. Desde ese momento, Cánovas se puso al frente de la tutela de Alfonso en aras de formarle como Rey.