Piratas del Caribe: el oportunismo de Giovanni Bianchi en la guerra de independencia de Venezuela
Bolívar, tras la derrota de Aragua, avisó a un corsario italiano a su servicio con objeto de poner a salvo a sus partidarios y llevarlos a la isla Margarita. Pero no solo iban personas
La campaña emprendida por Miranda y Bolívar para la independencia de Venezuela, puso las bases de un procedimiento que se siguió después en todas las otras independencias americanas, africanas o asiáticas. Primero, los idealistas son rápidamente sustituidos por los oportunistas. Segundo, la lucha por el poder político conllevaba la ambición por el poder económico. Tercero, la rebeldía fue apoyada por una potencia extranjera rival de la potencia colonial cuestionada.
En cuarto lugar se encuentran los momentos de posibilidades que tienen un efecto atractivo sobre toda clase de vividores y aventureros movidos solo por el interés personal sin ningún tipo de freno ético. Quinto, con estos mimbres se crea una situación de inestabilidad política, social y económica que lleva a empeorar las condiciones de vida prexistentes. Eran procesos inevitables y positios, pero llevados por malas cabezas y manos largas. En este ecosistema fue lógico que se desarrollaran a la perfección las acciones de sujetos de dudosa vida como el pirata Giovanni Bianchi.
En los primeros tiempos de la insurgencia en los virreinatos españoles en América, los rebeldes trataban de controlar a los navíos españoles que llevaban hombres y armas. Cualquier medio era aceptado. Como en esos momentos Inglaterra era aliada de España contra Napoleón, los corsarios británicos dejaron de actuar y los patriotas de las nuevas repúblicas en formación contrataron a gentes de mala vida marinera donde pudieron. Las presas prometían ser abundantes y llamaban a la codicia.
Bolívar había previsto una flota que iba a mandar Arizmendi. En 1814, las fuerzas de Boves tenían acorralados a los republicanos venezolanos en Caracas. Bolívar, tras la derrota de Aragua, avisó a un corsario italiano a su servicio con objeto de poner a salvo a sus partidarios y llevarlos a la isla Margarita. Pero no solo iban personas.
El dictador Bolívar había reclamado constantemente a la Iglesia que contribuyera a la causa. Como no lo hizo de grado, obligó a hacerlo en febrero de 1814 mediante la Concordia entre el sacerdocio y el Estado, por el cual el gobierno republicano tenía derecho a apoderarse de las alhajas de la catedral y otras iglesias.
A pesar de la resistencia de los canónigos, al fin tuvieron que poner en manos republicanas casi 28.000 onzas de plata y alhajas, veinticuatro cajas. Bolívar y Mariño tenían dos lugartenientes de ligera moral: Ribas y Piar. La derrota del líder hizo que Ribas se nombrara en Carúpano jefe supremo de Occidente y Piar de Oriente. Y, de común acuerdo o sin oposición de estos y mientras Bolívar huía por tierra, el pirata Bianchi convertido en almirante huyó desde Carúpano a Margarita con las veinticuatro cajas de alhajas. Bolívar, temeroso de perder el tesoro con el que financiar la campaña, acudió a Margarita y se encontró con la oposición de Piar que los recibió a cañonazos.
Los sucesos son confusos y las fuentes discrepan. Es cierto que Bolívar y Mariño abandonaron a sus tropas en tierra para embarcar, no se sabe si en los mismos barcos de Bianchi o en otros. Que Piar los rechazó en Margarita y que Bolívar y Mariño tuvieron que huir al final de esta aventura a Nueva Granada.
Los historiadores no tienen documentos para poner en claro este episodio. Hubo, desde la victoria bolivariana, una tendencia hagiográfica para engrandecer su figura. Y este suceso es poco grato a los biógrafos. La historia oficialista asegura que Bolívar y Mariño fueron a busca del pirata en dos barcos el Arrogante Guayanés y la Culebra. Sin embargo, otros entienden que fue el propio Bianchi quien embarcó en sus naves a los dos fugados y los llevó a Margarita.
¿Qué pasó con el tesoro?
Fuera Bolívar en barcos del propio Bianchi o en otros, parece ser que su posición de debilidad lo obligó a pactar con el corsario. Bianchi no solo se apoderó del tesoro por puro afán de lucro como buen pirata, sino que reclamaba deudas que la causa independentista había contraído con él y nunca le fueron pagadas. La resolución de los hechos hace pensar que hubo un acuerdo entre los caudillos y el corsario. Vicente Lecuna en su Catálogo de errores y calumnias en la historia de Bolívar (Caracas 1983), narra el episodio como si Bianchi nunca se hubiera posesionado de las cajas y fue engañado por los de Bolívar y que el italiano solo pretendía apoderarse de los barcos de los venezolanos. No parece correcto.
Bolívar estaba en uno de sus peores momentos como líder contra los españoles y muy cuestionado por muchos de los independentistas. Felipe Larrazábal en su Vida del libertador Simón Bolívar (Madrid 1918) da algunos detalles más aunque también dentro de un halo difuminado. Entiende este escritor que Mariño había abandonado Cumaná con sus hombres para dirigirse a Güiria donde embarcaría con Bolívar rumbo a Margarita. Lo hicieron en barcos de la escuadrilla de Bianchi, la que llevaba el tesoro de las iglesias de Caracas y armas y pertrechos. A la vista de Margarita, y sin poder desembarcar, hubo una fuerte negociación con el italiano que, al final, se quedó con algunos barcos y ocho cajas.
Una carta e Bolívar de 4 de septiembre de 1814 reconoce entregar a Joaquín Marcano «dieciséis cajones de plata que hay a bordo del buque, según la cuenta que conserva en su poder el ciudadano José Paúl». El resto lo embarcaron en el Arrogante Guayanés y la Culebra y se dirigieron al continente. Al llegar, sedientos y hambrientos, a Carúpano fueron encarcelados por Ribas, aunque escaparon de la prisión sin saberse muy bien como, seguramente auxiliados desde dentro.
La prueba es que del pirata nunca más se supo y posiblemente acabara disfrutando de la fortuna apresada a los libertadores en alguno de los santuarios del Caribe. Ribas acabaría siendo fusilado por Boves en 1815 y Manuel Piar por Bolívar en 1817. Luchas intestinas comunes. Larrazábal escribió: «la anarquía era el fruto natural de la división de castas, de la carencia de hábitos militares, del espíritu provincial o localista de jefes y tropas, y de mil otras concausas».