Joaquín Primo de Rivera y el motín de San Luis: el trágico final del antepasado del fundador de Falange
Primo de Rivera dirigió la heroica resistencia de los regimientos españoles Burgos y San Carlos que cubrieron la retirada, pero fue capturado junto con el brigadier José Ordóñez y otros oficiales
Como es sabido, José Antonio Primo de Rivera descendía de un largo linaje de militares entre los que destacan su padre Miguel, dictador de España entre 1923 y 1929, y su tío, Fernando, el héroe de la gesta del Regimiento Alcántara en Annual. Pero sus antepasados estuvieron también muy vinculados a la América española.
El tatarabuelo del fundador de Falange, Joaquín Primo de Rivera y Pérez del Arco, fue gobernador de Maracaibo bajo Carlos IV. Cuando estallaron las guerras de independencia, sus hijos se decantaron sin dudarlo por la causa realista y jugaron un papel destacado en los ejércitos que combatían a los insurgentes. José Primo de Rivera, oficial de la Armada, comandó la flota española en el río de la Plata, y llegaría a ser años más tarde Ministro de Marina. Su hermano Joaquín, que en cambió optó por el Ejército, tendría un final mucho más trágico.
Veterano de la guerra contra Napoleón, fue uno de los oficiales que partió en 1816 para reforzar a las tropas leales que combatían en el Virreinato del Perú contra el general San Martín. Pese a su juventud, había destacado por su valor y faltaban por entonces oficiales experimentados en el ejército realista, por lo que el general Mariano Osorio lo nombró coronel y jefe de Estado Mayor del ejército con el que partió a enfrentarse a San Martín en Chile.
En la batalla de Cancha Rayada, los españoles sorprendieron a los insurrectos y les asestaron una dura derrota. Sin embargo, poco después San Martín reorganizó sus tropas y en la decisiva batalla de Maipú (abril de 1818) venció a las tropas de Osorio. Durante el combate, Primo de Rivera dirigió la heroica resistencia de los regimientos españoles Burgos y San Carlos que cubrieron la retirada, pero fue capturado junto con el brigadier José Ordóñez y otros oficiales.
Vicente Dupuy temió que el exceso de cautivos pudiese producir un motín, por lo que dictó varias órdenes endureciendo el trato de los prisioneros y limitando su libertad
San Martín decidió deportar a los prisioneros españoles a la ciudad argentina de San Luis, que por su lejanía de todos los frentes y su remota ubicación al otro lado de los Andes se había convertido en un destino habitual para concentrar prisioneros realistas. En la pequeña población, los cautivos gozaban de cierta libertad, y los oficiales vivían alojados en casas de las familias notables locales, pudiendo moverse libremente y compartir cenas y tertulias con sus captores.
Sin embargo, la llegada de los nuevos prisioneros de Maipú a principios de 1819 hizo que el gobernador, Vicente Dupuy, comenzase a temer que el exceso de cautivos pudiese producir un motín, por lo que dictó varias órdenes endureciendo el trato de los prisioneros y limitando su libertad. Fue incitado a ello por Bernardo de Monteagudo, uno de los líderes independentistas más radicales y con estrechos vínculos masónicos con San Martín.
En la noche del 7 de febrero de 1819 estalló en San Luis un caótico motín. Las autoridades argentinas afirmarían después que el complot se había preparado cuidadosamente por los oficiales españoles para intentar hacerse con la ciudad, aunque las fuentes realistas consideraron que había sido el pueblo el que, soliviantado por Dupuy y Monteagudo, había estallado en una matanza indiscriminada de prisioneros.
Las autoridades argentinas afirmarían después que el complot se había preparado cuidadosamente por los oficiales españoles para intentar hacerse con la ciudad
Según el relato de Dupuy, Ordóñez y Primo de Rivera se presentaron por la mañana en su casa y lo hicieron prisionero a punta de pistola, mientras otro grupo de españoles intentaba asaltar el cuartel. Monteagudo organizó la respuesta sacando al pueblo y a las milicias a la calle al grito de «¡Maten godos!», y las turbas consiguieron detener el asalto al cuartel y cercar a los oficiales españoles que tenían al gobernador de rehén en su casa. Parece ser que Dupuy ofreció negociar a cambio de su libertad, pero al salir a la calle las masas se echaron sobre ellos y lincharon al brigadier Ordóñez y otros españoles. Según todos los relatos, el coronel Primo de Rivera, siendo el último superviviente, se encerró de nuevo en la casa y para evitar caer en manos de la turba se pegó un tiro, acabando con su vida.
El motín de San Luis de 1819 sigue siendo un episodio polémico. Casi todos los oficiales españoles fueron asesinados por las turbas o fusilados en los días posteriores, ascendiendo a más de cincuenta los muertos. Dupuy y Monteagudo fueron premiados por el gobierno de Buenos Aires por su valentía en parar el motín, aunque subsisten todavía hoy las críticas de quienes consideran que al masacre de prisioneros fue un crimen de guerra.