La historia de cinco ases del aire que quizá no conocías
Aunque no estuvieron entre los ases de la aviación, Roland Garros fue piloto durante la Gran Guerra, y Juan de Cierva revolucionó el mundo aeroespacial con la invención del autogiro en la década de los felices veinte
La Primera Guerra Mundial marcó un punto de inflexión en la historia de la aviación. Surgieron figuras legendarias conocidas como los Ases del Aire, cuyas habilidades en combate los elevaron a los altares de historia militar. Solo había pasado una década desde que el primer vuelo de los hermanos Wright que duró 12 segundos en 1903, y en poco más de una década los primeros modelos de avión se emplearon como forma de combate durante la Gran Guerra, siendo los pilotos de ambos bandos unos pioneros de la aviación. Cuando las bajas empezaron a contarse, derribar aviones enemigos se convirtió en una competición en la que se jugaban la vida para estar en los primeros puestos de la clasificación. Estos fueron los cinco mejores ases de la aviación:
El Barón Rojo
Detrás del apodo estaba Manfred Von Richthofen, el piloto alemán que encabeza las clasificaciones de ases del aíre. Perteneciente a una familia prusiana aristocrática, nació en mayo de 1892. Desde su juventud mostró inquietud por la naturaleza y la caza, actividades alejadas de cualquier tipo de aventura aérea, aunque su capacidad de reconocimiento y orientación le sirvieron años después. Como muchos otros, se enroló en el ejército alemán en 1911, y cuatro años después ingresó en el Cuerpo Aéreo del Imperio alemán. Empezó su carrera como piloto de combate en el mismo escuadrón que su hermano Lothar, pero destacó desde el inicio durante sus misiones. Consiguió el récord de 80 bajas confirmadas, y fue abatido durante un combate aéreo el 21 de abril de 1918.
El as francés
René Paul Fonck, fue un héroe de guerra con mayúsculas que luchó y sobrevivió a dos guerras mundiales. Se alistó como ingeniero y luchó en las trincheras, pero en 1915 ingresó en su primera escuadrilla como piloto, algo que deseaba desde pequeño. Durante la Primera Guerra Mundial fue cambiando de escuadrillas y se apuntó varias bajas. En 1918 llegó su momento de gloria porque consiguió derribar 56 aeronaves, que sumadas a las anteriores hacían un total de 75 bajas confirmadas, que lo convertían en el as de los pilotos franceses. Al terminar la contienda continuó ligado a la aviación civil hasta que estalló la Segunda Guerra Mundial y se enroló como piloto de combate, pero fue apartado y destinado a París, donde pasó el resto de la guerra. Como otros ases del aire ganó numerosas condecoraciones como la Legión de Honor. Llegó a coronel y escribió sus memorias en un libro titulado Mes Combats.
El as canadiense
William Avery «Billy» Bishop puede que sea el piloto menos conocido, pero su historia es impresionante. Con 72 victorias confirmadas y cinco más en duda, debido a la falta de testigos, fue uno de los pilotos más efectivos de la Gran Guerra. Nació en Canadá en 1894, y empezó su carrera militar en la Real Academia Militar de Canadá. En 1914 ingresó en el Cuerpo de Artillería Canadiense, aunque no tardó en solicitar el traslado para formarse como piloto de la Real Fuerza Aérea Canadiense. Combatió en la Gran Guerra como parte de escuadrones de observación y después de ataque, pero destacó por sus acciones en solitario como un ataque sorpresa a un aeródromo alemán o un aterrizaje de emergencia a unos doscientos metros de las líneas alemanas, que puso a prueba su supervivencia. Aguantó un día completo y regresó a la base intacto. Por su servicio consiguió ascender a mayor y lideró varios escuadrones hasta que terminó la contienda. Después se dedicó a la formación de nuevos pilotos y murió en la década de los cincuenta.
El as de Alemania
Ernst Udet no empezó como piloto de combate. Es más, quiso alistarse para luchar en el frente contra los franceses, pero se lo denegaron por su baja estatura. En cambio, le ofrecieron un trabajo de mensajero y fue escalando posiciones internamente hasta que encontró la oportunidad de volar. Desde el principio demostró gran pericia y acabó formando parte del escuadrón del Barón Rojo. Con 62 victorias confirmadas, fue el segundo as del aire alemán después de Richthofen. Al terminar la contienda siguió volando, viajó por Argentina y se afincó en Estados Unidos, donde vivió los felices años veinte entre amantes y excesos. Aunque nunca demostró interés en la política, su amistad con Hermann Göring hizo que entrase de lleno en la Segunda Guerra Mundial ostentando diferentes cargos en la Luftwaffe. Pero se convirtió en un chivo expiatorio de los problemas militares en aviación del Reich y tras una fuerte discusión con Göring y varios tragos de alcohol se quitó la vida. La propaganda nazi lo ocultó como un accidente. Su tumba se colocó junto a la del Barón Rojo y otros ases del aire en Berlín.
Un as británico
Sobre Edward Mick Mannock se desconoce el lugar de nacimiento, según la fuente lo sitúan en la isla Esmeralda o en Inglaterra. Fue el piloto de combate británico más efectivo de la Gran Guerra, con 61 victorias confirmadas. Se unió al ejército británico en 1914, pero tuvo que esperar dos años hasta convertirse en piloto de combate del Real Cuerpo Aéreo, a pesar de su mala visión. Mannock destacó por su habilidad dentro de la formación, y llegó a liderar su propio escuadrón como mayor. Su liderazgo inspirador y su determinación lo convirtieron en uno de los ases del aire más respetados de la guerra, pero murió durante un vuelo rutinario cuando su avión se incendió, según relató un compañero piloto. Por su servicio obtuvo la Cruz Victoria, la mayor condecoración militar británica.