Los protagonistas de la Revolución de los Claveles que supuso el fin de la dictadura más longeva de Europa
La historia la crean y la desarrollan las personas, sus acciones, decisiones y, también, su recreación simbólica. Sin personas no hay historia: estos son los nombres propios que fueron claves en esta revolución
Analizar la Historia no es fácil. No lo es por dos motivos esenciales: por la relación que se establece entre el historiador y el protagonista de los acontecimientos, y por el debate existente a la hora de analizar la historia entre el peso de los elementos estructurales y la capacidad de elección de las personas.
La historia responde a unos determinantes estructurales, pero en modo alguno se puede reducir, como pretende la historiografía estructuralista o marxista, al peso insoportable de las estructuras sobre las decisiones humanas. Si así fuera, las personas carecerían de importancia, pues todas hubieran actuado igual de acuerdo con ese determinismo estructural. No es así. La historia la construyen las personas. Son sus decisiones, anhelos, ideas y voluntad las que hacen caminar la historia. Por eso son tan importantes.
La Revolución de los Claveles puede ser entendida como el desenlace lógico del colapso de la dictadura o como parte de un proceso global de democratización que se extendió por Europa, Asia y África desde mediados de los años setenta. Pero ninguno de estos elementos explica por qué la transición lusa acabó abriendo paso a una revolución, o por qué ésta acabó diluyéndose, permitiendo el triunfo de un modelo de democracia parlamentaria multipartidista. Esto fue obra de personas concretas que imprimieron su sello al transcurso de los acontecimientos, modelándolos y conformándolos de acuerdo con el conjunto de decisiones y acciones que lideraron.
Spínola, el primer presidente luso revolucionario
Por eso es importante conocer a los grandes protagonistas de la Revolución. Solo podemos fijarnos en tres figuras representativas de las divergencias ideológicas presentes en la Revolución de los Claveles, comenzando por el primer presidente de la República, António de Spínola. Durante la dictadura había ocupado cargos de alta relevancia como el de gobernador general de Guinea-Bissau, lo que llevó al jefe del gobierno, Marcello Caetano a ofrecerle la cartera ministerial de Ultramar.
Spínola la rechazó porque, aunque ideológicamente no estaba nada lejos de Caetano, durante sus años en África había comprendido que mantener la guerra era un suicidio. Creía que había que encontrar una salida política y lo plasmó en un libro enormemente influyente: Portugal e o futuro. Sí aceptó ser nombrado vicejefe del Alto Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, cargo desde el que se unió a la Revolución, siendo nombrado jefe de la Junta de Salvación Nacional y luego presidente de la República.
Sin embargo, sus posiciones chocaban con las mayoritarias dentro del MFA. Estos querían la autodeterminación de las colonias y Spínola una solución federalista refrendada por una consulta. Spínola quería un proceso de transición conservador y ordenado, mientras que el MFA estaba asumiendo unas posiciones cada vez más izquierdistas. El choque llevó a su dimisión como presidente y a una intentona de golpe de Estado el 28 de septiembre de 1974. Su fracaso obligó a Spínola a abandonar Portugal y, lo más importante, aceleró la 'izquierdización' del proceso. Es decir, aunque de forma indirecta y no deseada, Spínola acabó alimentado el proceso revolucionario en curso.
Otelo Saraiva
El segundo personaje referencial fue Otelo Saraiva de Carvalho, jefe del Comando de Operaciones Continentales (COPCON) cuya función esencial fue la represión de cualquier tentativa contrarrevolucionaria. Otelo asumió un confuso revolucionarismo basado en la democracia directa de carácter autogestionario. Fue el gran artífice del desbordamiento de la Revolución, favoreciendo a las organizaciones de extrema izquierda que, incluso llegaron a asediar el Parlamento apoyándose en huelguistas del sector de la construcción encuadrados por el partido comunista.
El COPCON acabó siendo desmantelado en 1976 por el gobierno moderado de Pinheiro de Azevedo, apoyado por socialistas y socialdemócratas (el principal partido de la derecha portuguesa) Pero ello no hizo que Otelo abandonara sus distopías revolucionarias. En 1980 animó la comisión de atentados por parte de las Fuerzas Revolucionarias del 25 de Abril, brazo militar de la Fuerza de Unidad Popular que dirigía el propio Otelo.
Otelo no estuvo solo, pero sin él y sin sus acciones es mucho más difícil comprender la penetración de la extrema izquierda en las Fuerzas Armadas portuguesas.
Ernesto de Melo Antunes
Finalmente, Ernesto de Melo Antunes, prototipo de militar socialista que acabó siendo decisivo en la moderación de la Revolución y en el triunfo final del modelo de democracia liberal multipartidista que finalmente se impuso. Fue el autor del manifiesto de los nueve, documento esencial en el que criticaba la radicalidad izquierdista que estaba asumiendo el proceso y, muy especialmente, al partido comunista, por querer imponer una supuesta legitimidad revolucionaria sobre la legitimidad democrática emanada de las urnas y que había dado el triunfo a los socialistas. Además, fue ministro de Negocios Extranjeros en dos ocasiones, lo que le permitió jugar un papel decisivo en las independencias de las colonias africanas.
Hay muchas más personas que protagonizaron la Revolución. Igual que hay personas que la simbolizaron. Dos muy conocidas. Zeca Afonso y Celeste Caeiro. El primero compuso Grândola Vila Morena, la canción elegida por Otelo Saraiva de Carvalho para ser radiada en Radio Renaixença para dar comienzo al golpe militar. Afonso era un cantautor típico de lo que entonces se conocía como canción protesta, estuvo muy ligado al partido comunista y a Liga de Unidade e Ação Revolucionária (LUAR), un grupo de extrema izquierda político-terrorista creado en París.
Acabó apoyando a Otelo Saraiva de Carvalho cuando este se presentó a las elecciones presidenciales de 1976. Celeste Caeiro fue la trabajadora de un bar que le ofreció un clavel a un militar que puso en su fusil, dando nombre a la revolución. Su nombre constituyó el símbolo de unión entre las Fuerzas Armadas y el pueblo, creando esa mítica propia de la Revolución de los Claveles que tanto recuerda a los tópicos y eslóganes del mayo del 68 francés.
La historia la crean y la desarrollan las personas, sus acciones, decisiones y, también, su recreación simbólica. Sin personas no hay historia, y estas participan desde posiciones de alta responsabilidad o desde posiciones modestas. Pero todos mueven esa rueda de la historia.