La mentira sobre el atraso científico en España: estas fueron las contribuciones al desarrollo científico
A pesar de lo que comúnmente suele aceptarse, la ciencia española no quedó al margen de los enormes avances que se produjeron en toda Europa
La denominada Revolución Científica, que suele circunscribirse a los siglos XVI y XVII, podría definirse como un movimiento en el seno del cual se produce el nacimiento de la ciencia moderna. Su epicentro estuvo localizado en Europa para posteriormente extenderse a todo el mundo. Este período fue testigo de la aparición de un nuevo enfoque para la adquisición de conocimientos, el denominado método científico. El resultado clave de esta «revolución» fue que la ciencia reemplazó a la filosofía como método primordial para adquirir nuevos conocimientos. España realizó significativos aportes a la Revolución Científica.
Este período fue testigo de la aparición de un nuevo enfoque para la adquisición de conocimientos, el denominado método científico
Ciertos sectores han asociado una supuesta carencia de avances científicos y tecnológicos en España a la Contrarreforma. Más aún, se ha pretendido crear una conexión entre la ausencia de una reforma protestante protestante en España y un estancamiento en el conocimiento. El caso de Italia desmonta completamente este argumento: la cuna de la Revolución Científica no experimentó reforma protestante alguna.
Nuevas herramientas e instituciones
La aparición de nuevas tecnologías habilitó los grandes avances científicos. El telescopio, instrumento óptico que permitió la identificación y el estudio de objetos lejanos que nunca antes habían sido observados, constituyó una herramienta clave en estos años. Aunque su invención ha sido tradicionalmente atribuida al fabricante de lentes holandés Hans Lippershey en 1608, los estudios del británico Nick John Pelling indican que la autoría correspondería al gerundense Juan Roget. El ingenio habría sido desarrollado en 1590.
Por otra parte, gracias a la creación de instituciones dedicadas, los científicos pudieron compartir sus conocimientos. Un ejemplo lo constituye la Academia Real Mathematica española, primera institución científica del mundo. Ésta fue fundada en el año 1582, muchos años antes que la célebre Royal Society inglesa (1662) o la Académie des Sciences de Francia (1666).
La influencia del Nuevo Mundo
Resulta ciertamente paradójico que se acepte acríticamente que los países de la península ibérica, los más desarrollados técnicamente en los siglos XV y XVI, quedasen excluidos de los avances científicos que se estaban produciendo. Muchos de éstos se nutrieron de los nuevos conocimientos provenientes de los viajes a través del Atlántico y del descubrimiento del Nuevo Mundo. De hecho, la exploración española de nuevos territorios fomentó el desarrollo de un elemento clave de las prácticas epistemológicas modernas: la observación empírica. Los numerosos relatos y descripciones provenientes del Nuevo Mundo llevaron al establecimiento de una tradición empírica que tendría un papel decisivo en la Revolución Científica.
Así, una de las grandes contribuciones españolas al desarrollo de la ciencia en los siglos XVI y venideros fue la institucionalización de las prácticas empíricas por el Real y Supremo Consejo de Indias. A esto habría que unir los libros que posteriormente serían escritos sobre dichas prácticas, textos que llegarían a Inglaterra.
Francis Bacon, a quien el mundo anglosajón considera el padre del empirismo, continuaría posteriormente la tradición española fomentando las prácticas empíricas. De hecho, sus ideas constituirían el espíritu de la futura Royal Society. Por tanto, la contribución española al desarrollo de la ciencia consistió en la institucionalización de prácticas empíricas más que en contribuciones teóricas. El empirismo ha tenido una remarcable impronta hispánica.
Astronomía y navegación
Aunque no existe una fecha definida que marque el comienzo de la Revolución Científica, se suele tomar 1543 como su punto de partida. En ese año, el matemático, astrónomo y canónigo católico polaco-prusiano Nicolás Copérnico publicó su libro De revolutionibus orbium coelestium (Sobre las revoluciones de las orbes celestes) en el que expuso su teoría heliocéntrica del sistema solar que desafiaba la predominante visión geocéntrica. Este cambio de la concepción del cosmos constituyó uno de los acontecimientos más importantes en la historia de la ciencia.
La teoría heliocéntrica no tardaría en llegar a España, probablemente debido a la fuerte tradición astronómica que había hecho posible las grandes navegaciones del siglo XV. El aumento de los conocimientos en el campo de la astronomía produciría una mejora en las técnicas de navegación. De esta forma, el español Fray Diego de Zúñiga (1536 - c. 1598) fue uno de los primeros europeos en apoyar y propagar las teorías copernicanas. Adicionalmente, el astrónomo y matemático valenciano Jerónimo Muñoz (1520-1592) realizó observaciones astronómicas que respaldaban la teoría heliocéntrica.
Así, en su obra de 1572 Libro del nuevo cometa encontramos una profunda crítica de la física aristotélica. Su análisis, que tomaba como base observaciones empíricas y demostraciones matemáticas, arremetió contra el fundamento central de la cosmología aristotélica: que la tierra era el centro del universo y que el sol, la luna, los planetas y las estrellas giraban alrededor. Lamentablemente, los trabajos del español tuvieron una difusión muy limitada. Efectivamente, España contribuyó de forma destacada a la Revolución Científica.