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El oceanógrafo Jacques Yves Cousteau (izq.) con el presidente Charles De Gaulle (dcha.) y la princesa Grace de Mónaco en Mónaco, 24 de octubre de 1960

El oceanógrafo Jacques Yves Cousteau (izq.) con el presidente Charles De Gaulle (dcha.) y la princesa Grace de Mónaco en Mónaco, 24 de octubre de 1960GTRES

Dinastías y poder

¿Qué sabemos del Baile de la Rosa con el que Grace de Mónaco desafió a De Gaulle?

La princesa Grace supo devolver el esplendor al Principado gracias, entre otras cosas, a los buenos inversores como Onassis y la baja política fiscal que favorecía la «fuga de capitales» de la vecina Francia

Grace Kelly frente al mariscal De Gaulle. Ocurrió en 1962 cuando el entonces primer ministro francés trataba de hacer frente a los problemas en Argelia. Ella, una estrella de Hollywood reconvertida en princesa, contribuía a salvar una crisis diplomática producida por la negativa del Principado a recrudecer su política fiscal ante la fuga de capitales que se estaba produciendo desde Francia. La cruenta guerra en lo que todavía era una provincia francesa no marchaba bien para la República.

Rainiero III se había convertido en soberano del minúsculo principado de Mónaco en 1949 tras el fallecimiento de su abuelo Luis II. Mónaco vivía del casino y de las fortunas que se establecían en el territorio por su bajísima presión fiscal. Desde que Alice Heine, esposa de Alberto I, también americana y actriz, había llegado a Montecarlo en 1889, el principado se había ido transformando en un referente para el mundo del teatro, el ballet y la ópera. Pero en los días de la Guerra Fría y las tensiones internacionales que amenazaban el planeta, la bonanza de Mónaco estaba en juego.

Jean-Pierre Aumont y Grace Kelly en el Festival de Cannes 6 de mayo de 1955

Jean-Pierre Aumont y Grace Kelly en el Festival de Cannes, 6 de mayo de 1955GTRES

Grace Kelly, la bellísima estrella norteamericana, musa de Alfred Hitchcock y ganadora de un Oscar, parecía el reclamo perfecto para que el mundo entero pusiese los ojos en ese pequeño estado del sur de Europa. Se habían casado en 1956 ante poca realeza, muchos actores y la presencia siempre imponente, de la exiliada reina de España, Victoria Eugenia. La americana estaba fantástica con un vestido de Helen Rose, la misma diseñadora que tantas veces la había vestido para sus películas de la Metro-Goldwyn-Meyer. La princesa Grace, supo devolver el esplendor al Principado gracias entre otras cosas, a los buenos inversores como Onassis y la baja política fiscal que favorecía la «fuga de capitales» de la vecina Francia.

La crisis llegó en el año 1962, cuando la Francia de la V República del general Charles de Gaulle, convertido en primer ministro desde 1958, trataba de hacer frente a la nefasta política colonial en Argelia. La guerra no marchaba bien y Francia necesitaba dinero. París exigió a Mónaco que endureciese su política recaudatoria hacia las empresas francesas. Rainiero se negó.

Era, como tituló algún periódico David frente a Golliat sobre todo si tenemos en cuenta que justo en esas fechas, en octubre de 1962, la crisis de los misiles de Cuba amenazaba el mundo con el enfrentamiento entre Kennedy y Kruschev. La mofa de la Prensa internacional fue general cuando Francia decidió bloquear todas las carreteras que conectaban la entrada al Principado en un amago de crisis diplomática; una «comedia de enredos» –decían– ante la amenaza, real, de una catástrofe nuclear provocada por los Estados Unidos y la URSS.

En ese contexto de tensiones, la princesa Grace tuvo una idea genial: ante la negativa de Rainiero a ceder ante las presiones francesas, la actriz ahora princesa y presidenta de la Cruz Roja, utilizó el arma de la cortesía. Nada menos que invitar a le grandeur al glamouroso Baile de la Rosa, cita anual desde su primera edición en 1954 de la sociedad europea y con la que se conseguían buenas recaudaciones solidarias. De Gaulle no podría resistirse pese a que odiaba este tipo de exhibiciones. Pero su negativa agravaría el problema. Por eso acudió: la «broma masiva» del bloqueo, como escribió Le Monde, había quedado resuelta merced a las habilidades de la princesa Grace. En parte, el problema, se había solucionado. A comienzos de 1963, el gobierno francés eliminó el bloqueo, aunque Argelia era ya independiente.

Grace Kelly resultó una operación perfecta para Mónaco. Su vida parecía hecha para las películas que ella misma protagonizó. Aunque nacida en Filadelfia era hija de emigrantes europeos que habían logrado hacer fortuna. Su padre, de raíces irlandesas y campeón olímpico de remo en Amberes, se había convertido en un constructor boyante. Su madre, de origen alemán, también había hecho pinitos como modelo.

La Princesa Grace de Mónaco, la Princesa Carolina, el Príncipe Alberto (futuro Alberto II) y el Príncipe Rainiero III en la inauguración de la estatua de Carlos III en Mónaco, 1966

La Princesa Grace de Mónaco, la Princesa Carolina, el Príncipe Alberto (futuro Alberto II) y el Príncipe Rainiero III en la inauguración de la estatua de Carlos III en Mónaco, 1966GTRES

Las aficiones teatrales de la bella Grace en su juventud, la tercera de los hermanos, no les parecieron extrañas. Luego llegó a Nueva York para ingresar en una academia de actores y de ahí a la fama. Mogambo, de John Ford, con estrellas de la talla de Ava Gardner, la lanzaron a la popularidad en una espiral que no hizo más que empezar. Después, la mano misteriosa de Hitchcock la llevó a protagonizar títulos como Crimen perfecto o La ventana indiscreta junto a James Stewart. En total fueron once películas y un Oscar en 1955 por La angustia de vivir. Protagonizó Los puentes de Toko-Ri, ambientada en la Guerra de Corea, sin saber que un día, el rodaje de Atrapa a un ladrón en la Costa Azul, la llevaría a ser la actriz principal de una historia real.

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