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Monasterio de Santa María de HuertaEugenio Gutiérrez Martínez

Este es el lugar donde se recitó por primera vez el 'Cantar del mio Cid'

Antonio Pérez Henares va escudriñando en su nueva novela titulada 'El juglar' quién pudo ser el gran y desconocido autor del 'Cantar del mio Cid', así como el porqué y por quiénes se escribió «el más importante hito en la historia de nuestra cultura»

Como es característico en Antonio Pérez Henares (Chani para sus amigos) conoce como la palma de su mano el nuevo escenario donde ha centrado su nueva novela titulada El juglar (HarperCollins). «Es una novela muy viajada; prácticamente todos los paisajes que aparecen los conozco», confiesa en petit comité mientras nos dirigimos al monasterio de Santa María de Huerta, Soria, un cenobio cisterciense que «es crucial para el 'Cantar del Cid'», advierte el escritor y periodista.

En este lugar de oración nos explica que «quería escribir algo sobre los juglares» porque son unas figuras, que además de haberle fascinado siempre, son –a su parecer– «los ojos y oídos que mejor podían contar el mundo medieval», una época que se ha contado de una forma muy «siniestra» cuando era un mundo lleno de color, música y viveza, unas cualidades que llevaban consigo por los caminos que recorrían los propios juglares.

Monasterio de Santa María de HuertaEugenio Gutiérrez Martínez

Por ello, será a través de las voces de tres generaciones de juglares, por las que Pérez Henares va escudriñando quién pudo ser el gran y desconocido autor del Cantar del mio Cid, así como el porqué y por quiénes se escribió «el más importante hito en la historia de nuestra cultura».

Es obligatorio mencionar que El juglar es una novela de ficción: lo son su personajes principales y desde la imaginación plantea una hipótesis para explicar el Cantar. En este sentido pone sobre la mesa la posibilidad de una autoría conjunta. Por ello, entre las 528 páginas propone, en primer lugar, que la primera parte de la obra –la cual narra el abuelo– debe de haber sido escrita por alguien que «conocía al detalle los alrededores y cómo se desarrollaban los combates».

El segundo juglar, el padre, «describe el mundo de la España cristiana», indica Pérez Henares, quien para la tercera y última parte plantea a Pedro Abad como autor. Según la tradición Per Abbat fue un mero copista cuya obra llegó a nosotros en 1207, pero para el autor de El juglar es mucho más: «Fue quien refundió el poema».

Debido a su gran importancia, ubica a este personaje en el monasterio cisterciense pues las historias de «todo aquel que tuvo algo que ver con el Cid» se entrelazan en este lugar de retiro. Y es precisamente en este cenobio en las tierras que fueron frontera castellana entre el reino de Castilla y el de Aragón, donde el ya rey de Castilla, Alfonso VIII y su esposa Leonor de Plantagenet escucharon por primera vez y de forma completa el Cantar del mio Cid, confiesa Pérez Henares subido en el púlpito del refectorio del monasterio, donde los hermanos comían acompañados de la lectura.

Antonio Pérez Henares, en el púlpito del refectorio del monasterio de Santa María de HuertaEugenio Gutiérrez Martínez

Esto sucedió en 1199, con motivo del centenario de la muerte de Rodrigo Díaz de Vivar con la especial atención del Rey Alfonso III de Castilla, benefactor del convento, y de Pedro Manrique de Lara, II señor de Molina y gran impulsor de la epopeya medieval, su copia y su difusión. Pero la historia y la leyenda no deja de confluir en este monasterio del siglo XII.

Pérez Henares va más allá en su confesiones y nos explica la asombrosa conexión de todos estos personajes que une Santa María de Huerta: el castizo rey era tataranieto del Campeador, mientras que Pedro Manrique estaba casado con Sancha Gracés, bisnieta del héroe y cuyos restos descansan en el claustro gótico del monasterio.

Pronto tendría lugar la que sería la batalla decisiva de la Reconquista en las Navas de Tolosa y el Alfonso VIII necesitaba un «rearme moral», comenta el autor sentado en la Domus Conversorum (o sala de los conversos) del complejo. «El 'Cantar' junta los dos grandes héroes adalides que se funden en la leyenda. Son los dos héroes que necesita Castilla. Por ese motivo empieza a ser cantado por todos los sitios. Es un canto para que Castilla se rearme moralmente», subraya el autor emocionado.

Y por si fuera poco, la historia o el destino quiso que Rodrigo Jiménez de Rada, arzobispo de Toledo y quien «impulsa la cruzada» de las Navas fuese enterrado también en el monasterio de Santa María de la Huerta. Por ello «vertebra» el final de su obra en este lugar tan especial. Y para contar esta «intrahistoria, lo que subyace por debajo» de la leyenda, Pérez Henares se sirve de los juglares, que son «el elemento propagandístico más grande de la Edad Media y los grandes creadores de la literatura castellana», afirma.

Por eso, El juglar no solo trata de desenmarañar la leyenda de la historia, sino que también pretende ser un homenaje a esa figura que pone título a la obra: «Esa gente humilde es la que puso la piedra angular de la literatura española, de nuestra propia lengua», juzga el autor.