El monasterio del siglo X que es considerado la cuna del reino de Aragón y está incrustado bajo la montaña
El cenobio fue parada habitual del Camino de Santiago y lugar de leyendas entre las que destaca una vinculada al Santo Grial
No solo por su gran singularidad y espectacularidad, sino por ser la cuna del reino de Aragón, panteón de reyes y custodio del Santo Grial –según afirma la tradición– merece la pena visitar este edificio milenario encajado bajo la montaña. Hablamos del monasterio de San Juan de la Peña, situado en Botaya, al suroeste de Jaca, Huesca.
Soportando el peso de una enorme roca que le da nombre, el cenobio data del siglo X, cuando fue levantado como «pequeño centro monástico dedicado a san Juan Bautista», reza la página web del monasterio. Una de las primeras leyendas que existen sobre este lugar es precisamente su ubicación.
Según cuenta la leyenda, un joven noble –de nombre Voto– se encontraba cazando cuando avistó a un ciervo herido junto a un acantilado y mientras trataba de alcanzarlo acabó en una misteriosa cueva donde encontró el cuerpo sin vida de Juan de Atarés, un ermitaño que pensaban que había desaparecido. Junto a él figuraba la siguiente inscripción: «Soy Juan. El primer ermitaño de este lugar, que por amor de Dios construyó esta iglesia en honor a san Juan Bautista. Aquí descanso, Amén». Aquel cazador, impactado por su hallazgo decidió retirarse en aquel lugar para llevar una vida eremítica.
La leyenda continúa y establece una relación entre San Juan de la Peña y el origen legendario del reino de Aragón. Años después de la invasión musulmana, en esta primitiva cueva-monasterio empiezan a llegar gente en busca de refugio ante la persecución islámica. Es entonces, como pequeño refugio cristiano cuando adquiere el significado de origen de lo que sería el reino aragonés al crecer el interés de recuperar el terreno perdido frente a los árabes.
Fue en este lugar de oración donde, reunidos los guerreros cristianos junto a Voto, decidieron nombrar a Garci Ximénez como el caudillo que les conduciría a la batalla por reconquistar las tierras de Jaca y Aínsa, lugar donde se produjo el milagro de la cruz de fuego sobre la carrasca del Sobrarbe.
Panteón de los tres primeros reyes de Aragón
Diferentes reyes y nobles comenzaron a favorecer al monasterio hasta que en el primer tercio del siglo XI, fue refundado bajo el nombre de San Juan de la Peña por parte de Sancho el Mayor de Navarra, quien introdujo en él la regla de san Benito, norma fundamental en la Europa medieval, tal y como explican en su página.
Pero el lugar alcanzaría su mayor protagonismo con el rey Sancho Ramírez de Aragón, quien por iniciativa propia promovió en 1071, la celebración de una misa siguiendo el rito litúrgico romano por primera en la Península Ibérica. A partir de entonces, tanto reyes como nobles decidieron establecer en este complejo religioso su centro de poder político y religioso, así como su lugar de descanso eterno.
El Panteón de los Nobles acoge los restos del conde de Aranda, entre otros ilustres personajes de la época. Mientras que en el Panteón de los Reyes –del siglo XVIII y de estilo neoclásico– se encuentran enterrados los tres primeros reyes de Aragón: Ramiro I, Sancho Ramírez y Pedro I, junto con sus esposas. El monasterio también alberga los restos de varios monarcas navarros que reinaron en Aragón, así como de los primeros condes aragoneses.
Todo ello ha llegado hasta nuestros días en un estado de conservación excelente, lo que permite disfrutar de auténticas joyas como la iglesia prerrománica y sus pinturas de san Cosme y san Damián que datan del siglo XI. La iglesia superior de 1094, la capilla gótica de san Victorián y el claustro románico.
Santo Grial
Sus muros hablan de una última leyenda. Según cuenta la costumbre, el monasterio fue elegido como custodio de valiosas reliquias y obras de artes, algunas de las cuales fueron rescatadas durante las restauraciones y ahora se exponen en un pequeño museo adicional en las antiguas celdas monacales.
Sin embargo, el objeto más valioso del que es guardián es el Santo Grial, el cáliz que supuestamente utilizó Jesucristo en la Última Cena y al que se le atribuyen diferentes poderes. La versión más aceptada por los expertos dice que el cáliz fue trasladado en el siglo III a Huesca, donde quedó bajo la protección de sus obispos, pero ante la amenaza del avance sarraceno en la Península Ibérica, el Grial fue escondido en diversos emplazamientos hasta llegar a San Juan de la Peña en 1076.
El cáliz de la Última Cena permaneció en el cenobio durante tres siglos hasta su traslado a Zaragoza en el año 1399 y posteriormente a Valencia, donde por aquel entonces se estableció la capital de la Corona de Aragón. Actualmente, en el monasterio se expone una réplica del objeto.
Con el paso del tiempo, el monasterio se fue deteriorando hasta que en el año 1675 se decidió construir el Monasterio Nuevo en una zona cercana conocida como la pradera de Llano de San Indalecio.