De cómo un remedio para la malaria se convirtió en uno de los cócteles más famosos del mundo
Se pensaba que la ingesta por medio de un liquido, de la quinina, sería más eficaz que por comprimidos. Esta nueva bebida se distribuyó por las posesiones de la Compañía Británica de las Indias Orientales
Johann Jacob Schweppe ( 1740 – 1821) nació en Witzenhousen, en el landgraviato de Hesse-Kassel. Poco antes de cumplir los veintitrés años decidió trasladarse a Ginebra para abrir un negocio de joyero y relojero. Pero, además de su amor por su trabajo, Schweppe era un inquieto y curioso investigador científico, lo que le llevaba a experimentar con diferentes cosas. Fue trasteando con los trabajos del descubridor del oxigeno –el británico Joseph Priestley– que descubrió un sistema que le permitía carbonatar el agua y, lo que es mucho más importante, poder embotellarla para su comercialización. En 1783 creó una empresa para este fin.
Schweppe tenía el convencimiento de que su bebida podía ser un gran éxito comercial
La venta de su producto tuvo un éxito moderado. Schweppe tenía el convencimiento de que su bebida podía ser un gran éxito comercial pero la idiosincrasia del suizo medio hacía que no fuera el lugar más indicado para lanzarse a comerse el mercado mundial. En 1792 se trasladó a Londres, creó allí una nueva fabrica y empezó a producir sus agua carbónica.
Proveedor de la Real Casa
En los duros inicios que todo proyecto sufre, Schweppe tuvo la enorme fortuna de que uno de los científicos más reconocidos del Reino Unido, y que además era médico, quedó entusiasmado con el agua carbónica, o soda como empezaban a llamarla, de Schweppe. Con la fundamental ayuda del entusiasta galeno el producto triunfó y pronto se puso de moda entre la clase alta.
En 1830 la bebida consigue el gran espaldarazo social cuando el Rey Guillermo IV autorizó a la empresa a llevar el codiciado sello By Appointment equivalente a nuestro «Proveedor de la Real Casa». Los hijos de Johann, enloquecidos con el éxito, decidieron sacar un agua carbonatada con limón. Un éxito rotundo. Aún así tardarían cien años en mezclar el agua con otro sabor, algo tan atrevido como: la naranja.
No se si recordaran –si es usted de los meritorios individuos que leen con regularidad las líneas que pergeño para este diario– un artículo que escribí hace tiempo acerca de un charlatán inglés de apellido Talbor y que se hacía denominar fiebrólogo, quien consiguió que se aceptara la quinina para el tratamiento de las fiebres palúdicas en el Reino Unido.
Se pensaba que la ingesta por medio de un liquido, de la quinina, sería más eficaz que por comprimidos
Entonces la quinina era conocida como remedio o polvo de los jesuitas y un buen protestante como Oliver Cronwell prefirió estirar la pata a probar algo con un nombre tan «papista». Con la efectividad de la quinina establecida los Schweppe probaron el mezclarla con su agua carbonatada. Se pensaba que la ingesta por medio de un liquido, de la quinina, sería más eficaz que por comprimidos. Esta nueva bebida –que se denominó «agua tónica»– se distribuyó por las posesiones de la Compañía Británica de las Indias Orientales (básicamente el subcontinente indio).
Una mezcla explosiva: ginebra y tónica
La nueva bebida –el agua tónica– tenía un alto contenido en quinina que la hacía muy amarga por lo que sólo era cuestión de tiempo que buscaran algún tipo de mezcla que hiciera más bebible el brebaje. En la India la bebida más abundante era la ginebra, cuya invención se atribuye al médico holandés Franciscus Sylvius de la Boe ( 1614 – 1672) aunque existen destilerías anteriores como es el caso de la famosa ginebra Bols, que lleva intoxicando a la humanidad desde 1575.
Pero volviendo a la historia que les estaba contando, se desconoce el momento exacto de su creación o quien fue el anónimo genio que tuvo la ocurrencia de mezclar ginebra con agua tónica pero una vez hecho fue imparable. La primera noticia escrita que se ha encontrado proviene del Oriental Sporting Magazine de Calcuta, una revista especializada en carreras de caballos, del año 1868.
En dicho articulo se menciona a la bebida, no como un brebaje para la medicación si no como refrescante coctel que degustaban los distinguidos asistentes a las carreras. Es a partir de ese momento que las referencias al gin tonic empiezan a multiplicarse en periódicos, revistas y literatura.
Lo curioso es que no había problema alguno para conseguir una botella de tónica para prepararse un buen gin tonic en cualquier parte del Imperio británico excepto en la propia isla. Un indignado oficial británico desgrana su amargura en carta abierta publicada en el The Sporting Times de fecha de 28 de abril de 1881.
En la carta el desconsolado oficial anglo indio ruega que le informen de dónde puede encontrar botellas de agua tónica «para prepararse un gin tonic en condiciones». Y es que hasta mediados de la década de los veinte del siglo pasado el gin tonic era considerada como una bebida tropical, adecuada para ser consumida en lugares distantes y lejanos, pero no en la civilizada Gran Bretaña.