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El recibimiento de Alfonso XII en BarcelonaBiblioteca Nacional de España

De Fernando VII a Alfonso XIII: la predilección por Barcelona de los Borbones

La Ciudad Condal ha estado siempre en la mente de los reyes contemporáneos de España, pues no en vano fue considerada como la segunda o tercera urbe de la nación

La Ciudad Condal ha estado siempre en la mente de los reyes contemporáneos de España, pues no en vano fue considerada como la segunda o tercera urbe de la nación. Cabe recordar la visita que realizaron a Barcelona, en el otoño de 1802, los reyes Carlos IV y María Luisa para celebrar la boda de dos de sus hijos, Fernando y María Isabel con parientes napolitanos. Ocasión que los monarcas aprovecharon para inaugurar la nueva Lonja. El esplendoroso edificio fue escenario de muchas de las actividades que se hicieron en honor a los monarcas, además de la residencia del primer ministro Manuel de Godoy durante varias conmemoraciones.

En 1828, Fernando VII también visitó Barcelona y la Junta de Comercio le obsequió con un baile de máscaras en el Salón de Contrataciones, mostrando el interés de la naciente burguesía por relacionarse adecuadamente con la Corona. Al año siguiente, se organizó una gran fiesta para los reyes de Nápoles y Sicilia y su hija María Cristina, futura esposa del rey. En esta ocasión se iluminó por primera vez el patio de la Lonja con faroles de gas.

En 1840, la Junta montó una exposición de obras artísticas y de productos industriales para recibir a la reina Isabel II, que visitó la ciudad en varias ocasiones, presentándose como condesa de Barcelona como gesto a sus habitantes. La nueva Monarquía constitucional debía cumplir los objetivos de los liberales decimonónicos, actuando como una verdadera herramienta de nacionalización de los españoles, construyendo una imagen de unidad al tiempo que de aceptación y reconocimiento de la diversidad regional del reino.

El triunfal recibimiento

La primera tierra española que pisó su hijo Alfonso XII, convertido ya en rey de todos los españoles, fue Barcelona, a donde llegó el 9 de enero de 1875 a bordó de la fragata Navas de Tolosa procedente de Marsella. Allí recibió una serie no interrumpida de conmovedoras ovaciones por parte de los catalanes.

También los telegramas oficiales destacaron el entusiasmo que los barceloneses mostraron por el joven monarca, como se puede apreciar en el que el marqués de Molins, ministro de la Marina, envió al gobierno: «Alfonso XII recibido en Barcelona como rey por autoridades y por inmenso pueblo, con el vivo interés que inspira su dignidad, y más su persona y su proclamación. Vapores salieron de Barcelona hasta el límite de la provincia por la costa a las tres de la madrugada, con músicas y fuegos: navegación como en un lago. El rey ha confiado su entrada al amor de los catalanes, y el éxito ha excedido a las esperanzas de todo el mundo. La bahía y la ciudad, intransitables por llenas; indescriptibles por entusiastas; los corazones unánimes. ¡Dios protege a Alfonso XII!». Y es que los barceloneses estaban hartos de la caótica situación interna generada durante el bienio republicano.

En la ciudad, el rey hizo un brindis en el almuerzo que le ofrecieron con el que correspondió al afecto que le habían mostrado aquellos catalanes: «Brindo por las provincias catalanas, cuya capital acaba de recibirme tan brillantemente y con tanta simpatía. En ellas veo yo en este momento la representación de todas las de España, con votos sinceros, que del fondo del corazón hago, para la ventura de todos. Declaro mi resolución de consagrarme decididamente a procurar su prosperidad, contando con el especial apoyo del Ejército y de la Marina, que quiero más para la paz que para la victoria». Desde Barcelona, viajó a Valencia y luego a Madrid, a donde llegó el 14 de enero.

Nueva residencia real en Barcelona

Otras ocasiones que recuerda la historia de la ciudad donde se vehiculó el respeto a la institución monárquica fue la presencia de la reina regente María Cristina de Habsburgo y su familia con motivo de la exposición internacional que se celebró entre el 8 de abril y el 9 de diciembre de 1888. Allí, se reforzó la imagen de convergencia entre Corona, Cataluña y Modernidad.

Su hijo Alfonso XIII visitó Barcelona, ya como rey, cuando tenía 18 años. Con este motivo, se encargaron nueve grandes lámparas de hierro forjado, que permanecieron colgadas del techo del Salón de Contrataciones de la Lonja barcelonesa hasta el año 2002. El líder catalanista Françesc Cambó dirigió al monarca un discurso crítico, pidiendo la autonomía para la ciudad y para la región, pero el rey no se ofendió.

Todo lo contrario, se inició entonces una relación entre ambos, que sobreviviría, con altibajos, hasta el mismo año de 1931, con la llegada de la República; una relación que no daría siempre los frutos deseados, pese a lo cual Cambó proporcionó ministros a los gobiernos monárquicos hasta el último que se formó, el del almirante Aznar.

A lo largo de su reinado, Alfonso XIII visitó la ciudad en numerosas ocasiones, alojándose en la Capitanía General (1908 y 1910) o en el Hotel Ritz, como en 1922. Por ello, con la intención de vincular más la Corona con la ciudad, el conde Juan Antonio Güell decidió impulsar el proyecto de construir un nuevo palacio real en Barcelona, al ser destruido el anterior en un incendio en 1875. Para ello, Güell decidió ceder su finca en lo alto de la Diagonal, para que fuera transformada en palacio real gracias a una suscripción popular que él mismo encabezó.

Vista aérea de los palacios de Alfonso XIII y Victoria Eugenia (1925)

El 26 de mayo de 1924, los reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia inauguraron su nueva residencia barcelonesa y, al día siguiente, fue consagrada la capilla del palacio. Dos años más tarde, el barón de Viver, alcalde de Barcelona, cedió el palacio de Pedralbes y sus terrenos a la Real Casa y Patrimonio de la Corona. Pedralbes vivió su cenit en 1929, cuando alojó a la familia real con motivo de la Exposición Universal.

Tras la muerte de Alfonso XIII en 1941, su hijo y sucesor en los derechos al trono, don Juan de Borbón decidió –por consejo de su madre la reina Victoria Eugenia– elegir el título de conde de Barcelona con el cual fue conocido durante toda su vida. Ejemplo de la vinculación de la familia real española con esa ciudad catalana, a la que don Juan visitó en varias ocasiones. Tras la restauración de la Monarquía en 1975, tanto Juan Carlos I como su hijo Felipe VI han continuado la tradición de visitar la ciudad, vinculándose a su desarrollo social, económico y cultural, ayudando con su presencia a su imagen internacional y moderna.