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Retrato del Príncipe de Asturias, Alfonso de Borbón y Battenberg

Dinastías y poder

La desgraciada historia del hijo de Alfonso XIII que murió en Miami tras un accidente de coche

Alfonso de Borbón y Battenberg, quien había nacido como príncipe de Asturias para ser rey, terminaba sus días trágicamente. Su vida desde el exilio tras aquel 14 de abril de 1931 no pudo ser más desgraciada

La historia pudo haber sido diferente. Quizá si no hubiese existido la hemofilia, los amores imposibles y una Guerra Civil. Cuando nació en 1907 todo apuntaba a que aquel niño hermoso se ceñiría un día la corona de España. Pero no fue así: Alfonso de Borbón y Battenberg, quien había nacido como príncipe de Asturias para ser rey, terminaba sus días trágicamente tras un fatal accidente automovilístico en Miami. Su vida desde el exilio tras aquel 14 de abril de 1931 no pudo ser más desgraciada.

Primogénito de un rey. El mayor de los hijos de Alfonso XIII y Victoria Eugenia. Nada hacía sospechar que aquel niño destaparía la hemofilia y el final de la concordia entre sus padres. Su vida resultó un permanente conflicto por una sucesión que a la larga terminó dejando su huella en la continuidad dinástica. Creció entre los jardines de El Pardo y el madrileño Palacio de Oriente, aunque siempre bajo la atenta vigilancia de doctores y facultativos por las consecuencias fatales que podía suponer el «mal de la sangre» para el heredero.

Laszo, el pintor húngaro de la realeza, lo retrató como un joven de belleza muy británica y delicada fragilidad enfermiza. Con su hermano Jaime apenas se llevaba un año, pero este sufriría también las secuelas de una fatal operación que terminó con su habla y audición. Las infantas Beatriz y Cristina, las hijas de los reyes, apenas entraban en el juego de la sucesión y sólo quedaban el infante Juan y el pequeño Gonzalo, también con la enfermedad.

Alfonso de Borbón y Battenberg en 1922

Alfonso de Borbón y Battenberg era oficialmente el heredero. Pero sus esperanzas se esfumaron cuando unas elecciones municipales trajeron a España la República. Tenía veintitrés años y abandonó el país en el mismo vagón del «rápido de Irún» que partió desde El Escorial y en el que la reina dejaba España. Su hermano Juan lo había hecho apenas unas horas antes desde Gibraltar. Ya en Francia y ante la incertidumbre que ofrecía la desterrada Familia Real, el príncipe sin trono ingresó en una clínica de salud en Suiza.

Allí conoció a una desenvuelta cubana de origen español que no tenía un ápice de sangre real. Ante su insistencia para contraer matrimonio y la imposibilidad de que aquella unión se ajustase a lo que se esperaba de su condición en virtud de lo dispuesto por Carlos III en orden a los matrimonios morganáticos, renunció a sus derechos al trono de España. Lo hizo en Lausana en 1933. Edelmira Sampedro se convirtió en su esposa y a él le concedieron el título de conde de Covadonga y una pensión. Victoria Eugenia, aunque disgustada, acudió al enlace pero el rey se ausentó. No quiso ser testigo de un acto que le infundía una pena inmensa.

Alfonso de Borbón visita a la Brigada Central de Salvamento Minero en las instalaciones del pozo Fondón, el 28 de agosto de 1925Picasa / Wikimedia Commons

La legitimidad dinástica quedaba ahora en su hermano Jaime, pero también en unión morganática y dadas sus limitaciones, el rey lo consideró incapacitado para poder ocupar el trono en caso de que la monarquía volviese al país. El 23 de junio de 1933, en Fontainebleau, cumplió con la petición paterna de renunciar a sus derechos para él y sus sucesores. Aunque luego se retractase. Todo este proceso de «reordenación sucesoria» lo explica claramente Seco Serrano en su biografía sobre el rey. Pero en España, por entonces, en pleno proceso hacia unas elecciones que darían la victoria a la CEDA, no había atisbos de restauración. Don Juan, conde de Barcelona, pasaba a convertirse en heredero de los derechos dinásticos de Alfonso XIII.

El matrimonio del conde de Covadonga terminó en divorcio. Tras su paso por París se fueron a vivir a La Habana y él, sin responsabilidades regias, se dedicó al ocio y la diversión pese a las continuas reprimendas de su madre. Dicen que fue el hijo más querido de Victoria Eugenia. Alfonso viajaba con frecuencia a Nueva York y aquí, enfermo y embriagado, destruido física y moralmente, se enamoró de una artista con la que también se casó.

Pero su existencia era ya muy dolorosa, entregada a pocos actos de honor, justo cuando España se desangraba en una cruenta Guerra Civil. Meses después, el 6 de septiembre de 1938, cuando acababa de volver a divorciarse, sufrió un accidente de automóvil en Miami tras un choque contra un poste. Aparentemente era solo un golpe menor pero una hemorragia interna terminaba con su vida.

El Miami Daily News anunciaba el fatal suceso en su portada: la muerte de quien treinta años atrás había nacido para ser rey de España. Su madre acudió a su entierro, pero no su padre el exiliado Alfonso XIII. Pocos años atrás habían enterrado a otro hijo, el pequeño Gonzalo, estudiante de ingeniería en Lovaina, fallecido también tras una colisión durante un paseo en coche.