Entrevista I Cristina Barreiro, autora e historiadora
Cristina Barreiro: «Beatriz de Sajonia entendía el Frente Popular como una amenaza revolucionaria»
Bee era nieta de la reina Victoria y del zar Alejandro II, fue duquesa de Coburgo y terminó sus días como infanta española. Su vida, una fuente de conocimiento de casi un siglo de nuestro pasado que Cristina Barreiro analiza en su nueva novela histórica
A Beatriz de Sajonia-Coburgo le apodaban de forma cariñosa Bee por su personalidad inquieta. Fue protagonista de algunos de los «momentos más importantes de finales del XIX y gran parte del siglo XX», según explica Cristina Barreiro a El Debate. La que sería infanta de España «conoció el lujo» y «el fango de las trincheras» a partes iguales. Por ello, su vida es el pretexto perfecto para hacer «un repaso fascinante de casi un siglo de nuestro pasado», afirma Barreiro, autora de Las hijas de Isabel II (2022) y Consortes Reales (2023).
–¿Por qué un libro sobre Beatriz de Sajonia?
–Es una personalidad femenina muy compleja. Una princesa emparentada con todas las dinastías europeas: nieta de la reina Victoria por parte paterna y nieta del zar Alejandro II, por parte materna. Su llegada a España provocó un cisma en el seno de la Familia Real. Fue una mujer cosmopolita, intrépida y deportista, muy artista pero llena de aristas. Su vida nos permitía entrar en la historia de Europa desde el periodo victoriano hasta el tardofranquismo y hacerlo, de una manera que podía resultar atractiva para el lector. Conoció el lujo, pero también el fango de las trincheras y el cambio de rol económico que para ella supuso la Revolución Bolchevique.
Su llegada a España provocó un cisma en el seno de la Familia Real. Fue una mujer cosmopolita, intrépida y deportista, muy artista pero llena de aristas
Beatriz fue protagonista de los momentos más importantes de finales del XIX y gran parte del siglo XX. Vivió en primera persona la coronación del último zar, su primo Nicolás II, la proclamación de su tío Eduardo VII y el final del Imperio Alemán tras la derrota en la Gran Guerra. Eso sin contar con la boda de Alfonso XIII de la que fue testigo directo, la guerra del Rif en la que se implicó directamente y el régimen de Franco ante el que nunca se plegó. De Londres a Sanlúcar de Barrameda. Un repaso fascinante a través de casi un siglo de nuestro pasado. Y acompañada por su marido, el infante Alfonso de Orleáns que también da mucho juego y fue un pionero de la aviación. Así que tenía todos los elementos para escribir una historia novelada. Cuando su nieta, doña Beatriz de Orleans-Borbón puso a mi disposición el archivo de la familia, ¿qué más podía necesitar? Inventarios de joyas, recetas de cocina, documentos con fondo político…
–¿De dónde viene y qué significa su apodo Bee?
–Es «abeja» en inglés. En casa le llamaban Baby Bee. Era la menor de cuatro hermanas y un único hermano varón, el ansiado heredero del ducado de Sajonia-Coburgo, que no llegó a heredar nada porque murió en extrañas circunstancias durante las celebraciones de las Bodas de Plata de sus padres. Una tragedia. Pero Bee era inquieta, se movía mucho, era un poco chismosa, revoloteaba… Pero en su familia todos tienen apodo: su hermana mayor, la imponente reina María de Rumanía, en familia era conocida como Missy, a la segunda, la llamaban Ducky y así con todo el clan familiar. Eso era muy royal aunque puede llegar a generar un poco de confusión porque son decenas de primos y parientes que se relacionan de manera muy cercana. Hay cartas, telegramas, fotografías, muchísimo material que nos permite comprobar esa proximidad y al mismo tiempo, humanizarlos.
–¿Por qué se realizó una campaña de difamación contra ella?
–Era una mujer con carácter. Poco dada a que le dijesen cómo tenía que actuar. Igual que su madre, la gran duquesa María Alexandrovna y sus hermanas. No encajó con algunos sectores de la corte española que pensaban que influía negativamente en su prima Victoria Eugenia, Ena, la reina de España. Creían que la mangoneaba pero no era cierto. Eran muy amigas, había mucha confianza entre ellas, incluso en los temas más femeninos. Pero hay dos momentos en su vida en los que Beatriz choca con los cortesanos. Una a raíz de su boda, quizá precipitada en 1909, con Alfonso de Orleáns. Y otra, en 1916, que se ha atribuido a supuestos galanteos y no son ciertos. El caso es que se vieron obligados a abandonar España, al destierro a Suiza.
–¿Cómo fue recibido el protestantismo de Beatriz de Sajonia en la Corona española, tradicionalmente católica?
–Mal. Sobre todo por la clase política, no tanto por la Familia Real, aunque es cierto que María Cristina de Habsburgo no fue del todo clara en este asunto. Tampoco la infanta Isabel, la popular Chata. La primera década del siglo XX fue un tiempo de una fuerte ofensiva laicista en España y la no conversión de una futura infanta al catolicismo podía entenderse como una cesión o debilidad frente a estos sectores. O al menos Antonio Maura, entonces en el gobierno, así lo entendió. Entre los Borbones lo justificaron tratando de hacer ver que su no conversión supondría no ser querida por los españoles. Aunque esto era falso.
–¿Por qué decidió finalmente convertirse al catolicismo?
–Por convicción. Nunca lo hubiese hecho por otro motivo. Cuando ya era una mujer madura. Y además en un acto muy discreto, en su querida Andalucía.
–Beatriz de Sajonia realizó un viaje a Egipto, ¿qué supuso para ella ese viaje?
–Fue para curar un «mal de amores». De joven se había enamorado locamente de Miguel Romanov, el hermano pequeño de Nicolás II. Pero en la corte rusa no estaban autorizadas las uniones entre primos y la zarina Maria Fiodorovna, nacida Dagmar de Dinamarca, se opuso rotundamente a ese noviazgo. Así que la mandaron una temporada con su tía Beatriz de Inglaterra, la madre de Ena, que iba a viajar a El Cairo invitada por el jedive, ya que Egipto era parte del Imperio Británico. Fue un viaje fabuloso, en 1904, en el que las dos primas sellaron esa amistad que duraría para siempre. Se alojaron en el lujosísimo Gezira Palace, en el elegante distrito de Zamalek. Hicieron un crucero con todas las comodidades, montaron en camello y hasta vieron como se desenterraba un sarcófago en el valle de los Reyes. Además Bee, que era una artistaza, dejó unos dibujos maravillosos del viaje, con un estilo muy irónico, como ella era. El «álbum de cuero rojo» en el que se conservan es una joya.
–Su historia tiene como escenario bélico la Guerra Civil, ¿cuál fue su implicación en este conflicto?
–Se implicó claramente con el bando nacional. Desde su fuerte convicción monárquica pensaba que la victoria supondría el restablecimiento de la Monarquía. Ella entendía el Frente Popular como una amenaza revolucionaria. Tenía muy presente lo que le había ocurrido a su familia en Rusia. Cuando comenzó la Guerra vivía cerca de Londres y puso mucho empeño en regresar a España. Lo hizo al frente de una ambulancia desde Francia, con víveres y medicinas. Recorrió todo el norte de España y llegó a Santander donde se horrorizó al ver como había quedado el Palacio de la Magdalena. Bee fue muy activa en Frentes y Hospitales, aunque había mucha confusión entre las competencias asistenciales de las mujeres falangistas, las carlistas… Entró con las tropas que liberaron Lérida y también en Madrid a finales de marzo de 1939. Uno de sus tres hijos, el segundo, murió en combate durante la guerra. Es que su vida fue muy intensa.