El desconocido pasado español de Taiwán que empezó para salvaguardar el comercio con China
Los españoles se establecieron en Keelung, al que llamaron Santísima Trinidad reforzando el puerto y fortificando la plaza
El pasado mes de abril y organizado, entre otros, por el Instituto Cervantes, tuvo lugar en la ciudad de Praga un interesante seminario histórico sobre el ascenso de Wallenstein y el reinicio de la guerra de los Treinta Años. En esa jornada participaron historiadores de la mayor parte de las nacionalidades que estuvieron presentes en aquella cruenta guerra europea, entre ellos algunos españoles.
Antes de la inauguración del acto tuve ocasión de hablar con uno de ellos, en concreto con el catedrático de la Universidad Autónoma, Manuel Rivero. Fue una conversación breve pero muy interesante, ya que me indicó que el año 1626 tendrán lugar acontecimientos históricos de gran transcendencia. No solo marca un nuevo episodio de la guerra de los Treinta Años y el inicio de las correrías más gloriosas de Alberto de Wallenstein, ese inquieto militar mercenario de origen bohemio, sino que en España tuvo lugar la unión de armas, la propuesta del Conde Duque de Olivares para implicar en la defensa del país a todos los amplios reinos y dominios de la monarquía hispana.
1626 –me recordó– fue también el año que España conquista el norte de la entonces llamada «Ilha Formosa», por haber sido descubierta para occidente por los portugueses en 1554 y, de hecho, me dijo, los primeros pobladores chinos fueron llevados allí por los propios españoles.
La conquista española de Taiwán es realmente una historia poco conocida que merece la pena recordar. Lo primero que habría que decir es que efectivamente, hasta el siglo XVII no hubo asentamientos chinos permanentes en la isla y sus habitantes originarios formaban parte de los pueblos austronesios. De hecho, se considera a Taiwán la cuna de las lenguas austronesias que con el tiempo se irán expandiendo por la mayor parte de las islas del pacífico. Los dominicos españoles, a principios del siglo XVII, definirían tres provincias: Caraban, Turoboan y Tamchuy, además de otra denominada Quimarri-Taparri. Entre las dos últimas habitaba el pueblo Lichoco.
Los primeros contactos con la isla datan de un naufragio en 1582 de un navío de la corona con cuatro misioneros que escribirán algunos documentos sobre la isla, diez años más tarde también naufragará en la isla el dominico Juan Cobo de regreso a Filipinas tras realizar una misión diplomática en Japón.
Como señala Salvador Ortega en un interesante trabajo académico, el primer proyecto para conquistar Formosa lo constituye «el memorial general» de 1586 enviado a Felipe II por el Gobernador General de Filipinas. Los sucesivos Gobernadores Generales, tanto los Pérez Das Mariñas, (padre e hijo), como Francisco de Tello insistirían en la necesidad de establecer dominio y fortificaciones para salvaguardar el comercio con China y tener mejor controladas las incursiones japonesas que también amenazaban el norte de Filipinas.
Años más tarde, en 1616 con el fallecimiento del todopoderoso Shogun, Tokugawa Ieyasu, célebre, entre otras cosas, por sus campañas anticristianas y muy celoso del omnipresente imperio hispano, (que incluía entonces todas las posesiones portuguesas), en el pacífico, el peligro nipón pasa a segundo plano, pero surgirá, entonces, la amenaza holandesa.
En 1619 y tras quedar muy impresionado con la belleza de la isla el dominico fray Bartolomé Martínez volverá a la carga con un extenso memorial en el que junto a las consabidas ventajas comerciales y militares añade las misioneras. En 1525 el nuevo Gobernador, Fernando de Silva, basándose en este memorial y en las iniciativas de sus predecesores comunica un plan de conquista a Felipe IV. En esta ocasión su principal argumento era que ese mismo año los holandeses habían establecido un fuerte en la isla.
Finalmente, el 5 de mayo de 1626 se produce el desembarco en Formosa de unos cien españoles y doscientos filipinos que viajaron en dos galeones y varios juncos. Entre ellos el propio fray Bartolomé. Los españoles se establecieron en Keelung, al que llamaron Santísima Trinidad reforzando el puerto y fortificando la plaza. Los principios, sin embargo, fueron muy duros.
Una potente flota de guerra despachada desde Manila naufragó a consecuencia de un temporal y los supervivientes que llegaron a Trinidad supusieron más un problema que una ayuda. En 1527 llegaron por fin algunos refuerzos, provisiones y se estableció otro fuerte llamado Santo Domingo. El capitán de la primera expedición Carreño Valdés fue nombrado Gobernador de Formosa.
Durante los siguientes años los españoles se afianzaron en el norte de la isla mientras los neerlandeses lo hacían en el sur. España intensificó su comercio con China y siguió ampliando sus asentamientos norteños. Sin embargo, en 1537 tiene lugar el relevo del Gobernador General de Filipinas, tomando el testigo Sebastián Hurtado de Corcuera. El nuevo Gobernador era muy crítico con la empresa formosiana.
Aducía que una de las principales razones por las que fue creada, la amenaza japonesa, ya no existía porque en la actual fase del periodo Edo la isla caminaba hacia su total aislamiento y el enfrentamiento constante con los holandeses consumía demasiados recursos que prefería dedicarlos en otros frentes. Así las cosas, se iniciaba un declive inexorable en la Formosa española lo que aprovecharan los neerlandeses en 1642 para atacar con una flota la ciudad de Santísima Trinidad, que fue defendida por el combinado de españoles taiwaneses y filipinos que la habitaban.
La lucha se extendió por seis largos días, pero sin esperanza de recibir refuerzos entregaron finalmente las banderas y a los supervivientes se les permitió regresar a Filipinas. De esa manera concluía la breve etapa española en la isla de Taiwán. Hurtado de Mendoza fue culpado por la perdida de la parte española de la isla, juzgado y sentenciado a cinco años de cárcel.
No obstante, aun quedan huellas de España en la isla. Restos de fuertes en la antigua Santísima Trinidad, (Keelung) y el de Santo Domingo, (Tamsui). También existe el camino de los españoles que une estas dos localidades. La labor misionera hispana es la base de la iglesia católica de Taiwán y el cabo más al norte de la isla se llama Sandiajiao es la traducción china del Cabo Santiago español. La mayor parte de los españoles desconocemos esta parte de nuestra historia, pero los taiwaneses actuales son muy conscientes de ella y si uno viaja a la isla mostrarán con orgullo esas fortificaciones que permanecen como una huella indeleble del imperio en el que no se ponía el sol.