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Carlota Joaquina de Borbón

Carlota Joaquina de Borbón

La infanta que quiso coronarse reina de una gran monarquía ibérica en América

El carlotismo fue el proyecto político para crear en el Virreinato del Río de la Plata una monarquía independiente, cuyo titular sería la infanta Carlota Joaquina de Borbón, hermana del rey Fernando VII

Los caóticos años del colapso del Imperio español en América fueron un campo fecundo para la aparición de partidos con proyectos más o menos descabellados. Uno de los más interesantes es de los llamados carlotistas.

El nombre se debe a la infanta Carlota Joaquina de Borbón, gran impulsora y cabeza del partido. La primogénita de Carlos IV de España era una mujer de personalidad fuerte, con una amplia educación e inteligencia, ideas marcadamente absolutistas y muchísima ambición política. En 1785 fue casada con Juan VI de Portugal, pero el matrimonio resultó muy infeliz por la dispar personalidad de los cónyuges.

En 1808 se produjo la invasión napoleónica de España y Portugal. Para evitar caer en manos de los franceses, toda la Corte portuguesa se trasladó apresuradamente a Brasil, bajo la protección de la flota británica. Poco después de llegar a Rio de Janeiro, recibieron las noticias las abdicaciones de Bayona, la prisión del la Familia Real española y el estallido de la guerra con Francia.

El vacío de poder en el Imperio español creaba gran incertidumbre en sus dominios americanos: ¿a quién debían reconocer las autoridades españolas en América? ¿A José Bonaparte? ¿A las viejas autoridades virreinales nombradas por Carlos IV? ¿A las nuevas Juntas que estaban surgiendo en España en nombre de Fernando VII?

En este caos, Carlota Joaquina vio una oportunidad: como único miembro de la Familia Real española que no estaba en poder de Napoleón, la infanta intentó ser reconocida por las autoridades españolas en América como regente, unificando así todo el imperio bajo su mando y preservándolo de caer en manos del usurpador José Bonaparte.

En este proyecto, Carlota Joaquina recibió el apoyo de personalidades muy dispares. Uno de los principales impulsores fue el almirante británico en Rio de Janeiro, Sydney Smith, que admiraba a la infanta, pero también Juan VI y su ministro de Estado, Sousa Coutinho, vieron que la reclamación de la reina podía usarse para afianzar el control brasileño sobre la América española y le dieron su apoyo inicial. Entre las autoridades españolas, Carlota Joaquina contó sobre todo con el apoyo de conspicuos absolutistas como el general Elío o los hermanos Lardizábal, que se sumaron al proyecto que consideraban como una defensa de los derechos de la Corona española en América. Incluso el Conde de Floridablanca, en España, llegó a dar su visto bueno, aunque su prematura muerte anuló cualquier influencia que pudiera ejercer.

La propia Junta Central en España se negó a reconocer el proyecto por temor a perder el control de América

El inconveniente del proyecto carlotista era que muy pocas autoridades virreinales estaban dispuestas a ceder su autoridad para entregarla irregularmente a la esposa del rey de Portugal. Carlota Joaquina envió proclamas a todas las provincias españolas proponiendo su candidatura, pero en casi todas fue universalmente rechazada. La propia Junta Central en España se negó a reconocer el proyecto por temor a perder el control de América.

Solo en Buenos Aires se llegó a conformar un poderoso partido carlotista liderado por Manuel Belgrano. Curiosamente, lejos de ser leales absolutistas, eran secretamente partidarios de la independencia enfrentados al virrey y los peninsulares, que reconocían a la Junta Central de España. Belgrano buscaba destituir al virrey y establecer una monarquía en la persona de Carlota Joaquina como primer paso para conseguir la independencia de España. La infanta estaba muy lejos de apoyar estos planes, pues su objetivo era precisamente evitar la desmembración del imperio, pero ayudó a Belgrano creyendo en su buena fe.

El carlotismo, sin embargo, murió prematuramente cuando el gobierno británico dictó instrucciones a su embajador en Rio de Janerio, Lord Strangford, de no apoyar los planes de la infanta. El gabinete de Londres temía que el carlotismo pudiese acabar en una unión de las dos monarquías ibéricas, por lo menos en América, cuando la política oficial había sido siempre mantenerlas separadas y, por tanto, más vulnerables a la influencia británica. La presión de Strangford hizo que Juan VI retirase todo apoyo portugués a los planes de su mujer y le prohibiese abandonar Brasil, frustrando así las posibilidades del partido carlotista.

El carlotismo, derrotado, desapareció de la Historia. Irónicamente, su único legado final fue propiciar la disolución del Imperio, ya que los carlotistas de Belgrano, ya sin permiso de la infanta, jugaron un papel fundamental en la Revolución de Mayo de 1810 que depuso al virrey y estableció una Junta en Buenos Aires, abriendo el camino a la independencia.

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