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04 de julio de 2024

Grabado de Cornelis Boel sobre dibujo de Antonio Tempesta

Grabado de Cornelis Boel sobre dibujo de Antonio Tempesta

Picotazos de historia

Brandano, el «loco de Cristo» que profetizó el saqueo de Roma

A los catorce días exactos de decir que «Roma sería destruida», el ejército imperial, ansioso por cobrarse las pagas atrasadas, asaltaba la ciudad para saquearla

Se cree que se llamó Bartolomé de Petroio (1488-1554), pero hoy la historia le conoce como Brandano. Se sabe que nació en la localidad de Petroio, en la provincia de Siena, y que el apellido de su padre era Garosi. Como sucede casi siempre la juventud de Bartolomé fue disipada y dada a disfrutar de los placeres de la vida. Vamos, lo normal en todo tiempo y época. En un momento dado pareció sentar la cabeza. Se casó y se trasladó a la villa de Montefollonico en la misma provincia de Siena. Se volvió serio, trabajador, considerado y temeroso de Dios.

Un día que estaba trabajando en el campo fue golpeado en la cara por una esquirla de piedra que casi le saca un ojo. El incidente lo interpretó como un mensaje divino indicándole que no era ese su destino. Bartolomé abandonó todo: granja, aperos, esposa; tomó el nombre de Brandano y el hábito de la orden tercera de san Agustín. «Brandano» era como se conocía en Italia a los montantes, grandes espadas de dos manos, y es que Bartolomé (ahora Brandano) se veía así mismo como la espada de Dios mencionada en el Apocalipsis.

El saqueo de Roma en 1527, por Johannes Lingelbach

El saqueo de Roma en 1527, por Johannes Lingelbach

Brandano, bien imbuido de la certeza de su misión, se plantó en Roma donde muy pronto fue conocido y reconocido como un absoluto incordio. No paraba de amonestar a los funcionarios y miembros de la corte papal, los insultaba, les regalaba huesos de animales y seres humanos muertos... Ni siquiera el Papa Clemente VII se libró de sus poco delicadas atenciones y es que Brandano varias veces interrumpió los oficios con sus amenazas y admoniciones.

El Papa, dejándose llevar por una poco caritativa pero muy humana reacción, dio orden de que fuera detenido y arrojado al interior de una lóbrega celda, donde pasó unos cuantos días al término de los cuales fue liberado. Pues el Papa solo quería darle una pequeña lección y que atenuara sus admoniciones y prédicas. Brandano hizo oídos de mercader a las lecciones recibidas y redobló la intensidad de sus intervenciones de manera que en poco tiempo tenía el billete de vuelta a la celda que dejara.

Pero en esos último días Brandano se había hecho muy famoso, aunque no muy popular ya que son cosas distintas, al profetizar: «Roma, Roma, de ahora en adelante serás domesticada» y al Papa Clemente VII « Bastardo, bastardo, por sus pecados Roma será destruida. Confiesa y conviértete porque dentro de catorce días la ira de Dios caerá sobre ti».

Lo que cayó, a los catorce días exactos, fue el ejército imperial ansioso por cobrarse las pagas atrasadas y que asaltaría la ciudad para saquearla. Vamos, lo que se ha dado en llamar «el Saco de Roma».

Saco de Roma, de Francisco Javier Amérigo, 1884

Saco de Roma, de Francisco Javier Amérigo, 1884

Los lansquenetes alemanes, gente muy supersticiosa y con predilección por los iluminados del género más extravagante, liberaron a Brandano de su prisión y le facilitaron los pases y medios para llegar a Siena. Se ve que las experiencias vividas no le sirvieron para tranquilizarse ya que en 1548, el gobernador español de la ciudad –Diego Hurtado de Mendoza, hijo del conde de Tendilla– hasta las narices del revoltoso que casi subleva la ciudad con sus incendiarias prédicas, le envió de una patada a su villa natal de Petroio con orden de no moverse de allí. Brandano, ya famoso por sus profecías, volvería a acertar al augurar la pérdida del control español sobre Siena. Lo que sucedió en 1552. Fue llevado en triunfo a la ciudad y ayudó a la nueva república en su lucha contra los Medicis.

Brandano, conocido como «el loco de Cristo», falleció el 24 de marzo de 1554. Sus reliquias son veneradas en la ciudad de Siena y en las poblaciones de la zona pero la Iglesia jamás autorizó devoción alguna sobre su persona, ni le abrió expediente para la causa de venerable, previa a la beatificación. Y es que las duras críticas contra el papado y el saqueo de la ciudad, del que se le acusaba injustamente por profetizarlo, jamás le fue perdonado.

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