Grandes gestas de la Historia
El Baleares y la gesta del 'pequeniño' de la Infantería de Marina
Lea el relato y escuche el podcast de esta nueva gesta
A veces se piensa que las grandes condecoraciones bélicas se conceden a jefes prestigiosos o pertenecientes a linajudas sagas militares. Pero en este caso la Cruz Laureada de San Fernando, máxima condecoración de nuestros Ejércitos, se otorgó a un soldado de reemplazo, apenas un chiquillo de una pequeña aldea gallega.
Manuel Lois se crio en un entorno campesino muy humilde. De padre desconocido, quedó huérfano de madre con doce años, y prácticamente analfabeto, para sobrevivir comenzó a trabajar como jornalero itinerante. Su complexión era tan endeble que a la hora de cumplir el servicio militar, fue rechazado por su baja estatura.
La guerra civil en el mar
El 18 julio del 1936 comenzaba nuestra última Guerra Civil enfrentando a dos Españas antagónicas. La Armada reflejó esta división: el mando naval de Madrid y la base de Cartagena se posicionaron a favor del gobierno del Frente Popular y San Fernando y El Ferrol con el bando de los rebeldes.
El 20 de julio Ferrol se unía a la rebelión. La ciudad vivió tres días de tumultos con actuaciones de oficiales de la Armada, Regimientos de Infantería de Tierra, de Artillería y de la Infantería de Marina, donde irá destinado Manuel Lois. Había quedado excluido del servicio, pero apto para servicios auxiliares y, como soldado de quinta, se le asignó al Quartel de Dolores. Una joya granítica dieciochesca de la arquitectura borbónica que hoy sigue siendo cuartel, el más antiguo del mundo en funcionamiento.
La crucial actuación del telegrafista Benjamín Balboa hizo que la totalidad de la flota permaneciese prácticamente en manos del gobierno del Frente Popular. Balboa pudo avisar del golpe de Estado a las dotaciones, lo que conllevó la sublevación de la marinería abiertamente izquierdista, y las masivas ejecuciones de sus oficiales. La escuadra rebelde apenas se quedó con pequeñas unidades fondeadas en Cádiz, Ceuta y Melilla, y en Ferrol disponían del crucero Almirante Cervera, el Destructor Velasco. Y el acorazado España, tan viejo que lo habían retirado del servicio.
Pero el Arsenal de Ferrol tenía en construcción los modernos cruceros gemelos Canarias y Baleares. Aún faltaba mucho para que estuvieran terminados, pero la premura se impuso y se decidió adelantar su botadura para poder combatir aunque les faltaban elementos básicos, torres de popa, artillería antiaérea, dirección de tiro…
El Canarias, sería el primero que afronte su primera lid con éxito. En septiembre de 1936, en las cercanías del cabo Espartel, el crucero se enfrentaba a dos destructores: hundía al Almirante Ferrándiz y hacía huir a Marruecos al segundo. La flota republicana estaba cerca y decidió votar si ir o no a socorrerlos, pero como el resultado fue negativo tomaron rumbo a Málaga. Una acción que otorgaría el control del Estrecho de Gibraltar a la Marina rebelde.
En tiempo récord el crucero Baleares, fue puesto también en servicio. Su comandante, el capitán de navío el ferrolano Manuel Vierna, logró dotar al buque de piezas artilleras pero seguía con grandes limitaciones. Incluso para disimular instalaron una torre de madera. Otro problema que tuvo que afrontar fue dotarlo de tripulación. Se necesitaban más de mil efectivos y la Infantería de Marina no era suficiente. Por ello tuvo que nutrirse de voluntarios: un numeroso grupo oriundo de Vascongadas los llamados «requetés del mar», de Andalucía, falangistas de la Falange Naval, un gran número de estudiantes gallegos e incluso adolescentes mallorquines de las llamadas Flechas Navales.
Una tripulación heterogénea pero que resultó muy disciplinada e ideológicamente extraordinariamente motivada. Para infundir moral a la tropa, embarcará en el buque una banda de música, y se les ayudará con la presencia de una atención espiritual espléndida: el franciscano Padre Cepeda, un erudito matemático experto en bioquímica. También contaban con una biblioteca, y una ciclostil a imprimir en el propio buque un periódico.
Así, el Baleares abandonaba la ría de El Ferrol rumbo al Estrecho escoltado solo por pequeños pesqueros Tritonia, Ignacio, Fantástico, Ciriza y Tito.
Dentro de la compañía de Infantería de Marina del Baleares había embarcado el soldado Manuel Lois. Como operador auxiliar, el puesto de combate que le asignaron fue el telefonista del cañón 4.
La mañana del 7 de septiembre de 1937, el Baleares navegaba junto a las costas de Argelia, a la altura del cabo Cherchel, y avistó una formación de buques de la escuadra enemiga. Era un convoy con destino al puerto de Cartagena y Alicante. Mercantes que llevaban casi 20.000 toneladas de material de guerra protegido por una imponente escolta: los cruceros Libertad y Méndez Núñez y siete destructores.
La inferioridad era más que manifiesta, pero las acciones temerarias definieron las primeras actuaciones de esta Marina en precario y el Baleares maniobró decidido a batirse e a impedir el arribo del convoy a puerto.
La artillería del Baleares abrió fuego contra el Libertad y el Méndez Núñez. Los navíos leales al gobierno respondieron con un primer torpedo. Minutos más tarde, el Baleares recibía un segundo impacto que penetraba en la parte alta de la llamada caja de urgencia. Situada a babor, contenía proyectiles iluminantes. Pero sobre ella, había otra caja con proyectiles explosivos. El alférez de navío Miguel Pardo de Donlebún, en primera línea mandando la batería, estaba gravemente herido. Pero pese a su estado dio la alerta de la posibilidad inminente de que detonara y pidió un voluntario para neutralizar la caja. Manuel Lois se dirigió decidido hacia ella y manipuló su puerta. En ese momento la caja explotaba desatando una gran lengua de fuego que envolvió y prendió en su uniforme. El infante quedó en un segundo cubierto de llamas.
Con el cuerpo ardiendo, vio cómo un proyectil al rojo vivo se deslizaba por cubierta y con sus manos lo empujó hacia al agua. Algunos dicen que lo hizo con su pecho ya que tenía los brazos carbonizados. Una acción que evitaría la deflagración que hubiera podido hundir el buque salvando de la muerte a muchos de sus más de mil tripulantes. Posiblemente, sin él saberlo estaba cumpliendo el primer mandamiento de su Cuerpo: «Mi primer deber como infante de marina es estar permanentemente dispuesto a defender España y entregar, si fuera preciso, mi propia vida».
Se ha escrito que a Lois se le conocía como el pequeniño, así en gallego, pues apenas había crecido desde los 12 años. Sus compañeros fueron esos días la familia que nunca había tenido y rápidamente acudieron en su auxilio. Le retiraron las ropas ardientes y lo trasladaron a la enfermería. Allí Vierna, el comandante del Baleares, embargado de una profunda emoción, le prometió, que cuando se recuperase, le daría un permiso de dos meses por su arrojo y valentía y un beso para su madre. Pero moría a las pocas horas en medio de un terrible sufrimiento y en su cuerpo calcinado se le impondría la Medalla Naval Individual.
En el parte de Vierna se comunicó a la autoridad el duro combate afrontado en el cabo Cherchel, resaltando la brillante actuación de la muy leal Infantería de Marina y el heroico comportamiento de los caídos, entre que distinguió a Manuel Lois con la inmensa pena de que haber podido salvar su la vida.
Una vez llegado el Baleares a Cádiz, el cadáver fue desembarcado con todos los honores militares, y desfiló ante su féretro toda la dotación del Crucero. Se le concedieron las dos condecoraciones más importantes del Ejército español, la Cruz Laureada de San Fernando y la Medalla Naval Individual. Y el humilde campesino convertido en héroe de los infantes sería enterrado con los más grandes de la Armada, Jorge Juan, Escaño, Cervera, Álvaro de Bazán, en el extraordinario y solemne panteón de Marinos Ilustres de San Fernando.
El Infante Don Juan de Borbón, abuelo de Felipe VI al estallar la sublevación se había ofrecido a embarcar en el Baleares pero Franco lo prohibió considerando que su papel sería muy valioso cuando la guerra terminase. Una decisión que pudo cambiar la historia de España, porque salvó su vida.
Y es que el Baleares en marzo de 1938 resultaría hundido en la batalla del cabo de Palos, tras ser torpedeado por la Armada republicana. Acudieron al rescate de los supervivientes, los destructores británicos Bóreas y Kempenfelt que aunque formaban parte de la llamada Patrulla de la Neutralidad fueron ametrallados. 786 tripulantes del Baleares morirían entre ellos el Capitán de Navío Fontenla Maristany, el ya contraalmirante Vierna y todo su Estado Mayor. Se cuenta que murieron cantando la Salve Marinera.
Lois, un gran ejemplo
En 1965 los restos de Manuel Lois fueron trasladados al cementerio de Órdenes, su villa natal. Se levantó en su honor un monumento funerario, su principal avenida se denominó Alameda del Soldado Lois y fue nombrado Hijo Predilecto de la localidad, y de la provincia de La Coruña. El sacrificio noble y valiente del «pequeniño» sería recordado durante décadas en las últimas estrofas del himno del Real y Glorioso Cuerpo de Infantería de Marina. Cada aniversario de su heroica acción, el Tercio Norte con sede en el Quartel de los Dolores de El Ferrol, realiza una ofrenda floral en su tumba.
Manuel Lois es un ejemplo de esos hombres humildes con pocas estrellas en su uniforme pero que se convierten en un símbolo grandioso y meritorio de la «Gloria a los valientes que por mar y tierra heroicamente murieron defendiendo su Bandera».