Este tipo de monumentos se levantaron en época romana en sitios destacados de las ciudades para conmemorar una victoria militar, pero sobre todo, para honrar a los generales que cosechaban tales éxitos en el campo de batalla. Aunque los más conocidos son el Arco de Tito y el de Constantino, el mejor conservado se encuentra en una localidad al sur de Italia y fue construido a principios del siglo II d.C.