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La desconocida historia de dos hermanas judías que ayudaron a Ana Frank en Auschwitz

Las hermanas Brilleslijper, conocidas por estar junto a Margot y Ana durante sus últimos días en el campo de concentración, participaron en la Resistencia holandesa y construyeron una guarida donde salvaron a decenas de judíos entre 1943 y 1944

En 2012, la escritora holandesa Roxane van Iperen se mudaba con su familia a una casa situada en medio del bosque en los Países Bajos, cerca de Ámsterdam. Van Iperen comenzó entonces las reformas en aquella casa antigua sin ser consciente de que también emprendería un viaje para reconstruir y dar a conocer la historia de Lien y Janny Brilleslijper, dos hermanas que sobrevivieron al Holocausto.

A medida que las obras iban avanzando, la familia fue encontrando «panfletos, partituras, trampillas o espacios secretos», según cuenta la escritora ante las cámaras de El Debate. Y empujada por una «curiosidad personal», la también abogada y publicista empezó a indagar en el origen de aquellos objetos. Nunca se imaginó que detrás de todo aquello se escondía una historia de valentía y esperanza en medio del horror de la Segunda Guerra Mundial.

El resultado de este trabajo de seis años de investigación a través de archivos, entrevistas y fuentes bibliográficas se plasma en su novela titulada Las hermanas de Auschwitz (Planeta), donde recupera la vida de estas dos mujeres que participaron en la resistencia contra el régimen nazi.

Roxane van Iperen, durante su entrevista para El DebateMiguel Pérez

«Esto no iba a acabar bien»

Antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial, las jóvenes hermanas habían formado parte de «un grupo de personas en Ámsterdam que participó en la resistencia durante la Guerra Civil española», indica la escritora, por lo que «ya conocían los peligros del fascismo».

Así, cuando llega la ocupación nazi de Holanda y las primeras deportaciones, Lien y Janny no dudaron en unirse a la resistencia a los nazis: «Había una resistencia armada, pero también se dedicaban a destruir los registros civiles para asegurarse de que los alemanes no tenían todas las tarjetas de registro de los judíos. Otra parte de la resistencia se ocupaba a publicar panfletos, periódicos... o ayudar a los niños a escapar y a ocultarlos», explica Van Iperen al periódico.

Por otro lado, la escritora asegura que existe un relato que solo ensalza la resistencia no judía a los nazis, la cual podemos ver en el cine y la literatura, «sin dejar espacio para las víctimas, para los matices...». A pesar de ello, hay todavía un «gran mito, no solo en los Países Bajos, sino en todo el mundo sobre que los judíos fueron llevados a la muerte de forma pasiva», explica Van Iperen, que asegura que no fue así y que hubo judíos en la resistencia. «Lo peculiar de la resistencia de las hermanas es que fue judía y femenina», considera en su visita a la sede de El Debate.

Roxane van Iperen, durante su entrevista para El DebateMiguel Pérez

A pesar de que en un principio los holandeses creyeron que «al ser pueblos hermanos» las tropas alemanas «no les harían daño y que no ocurriría gran cosa», Janny, junto a otro pequeño grupo de personas, intentó hacer ver a sus compatriotas que «aquello no iba a acabar bien». Y en julio de 1942 partía el primer tren hacia Auschwitz. A este le siguieron otros 96 «vagones de la muerte» que llevaron a 108.000 personas a los campos de concentración.

Solo volverían con vida 5.000: «Los Países Bajos tienen el mayor porcentaje de judíos asesinados de Europa Occidental. El 75 % de nuestros ciudadanos judíos fueron, deportados», advierte la autora.

El Nido Alto, una guarida para escapar de la persecución nazi

Huyendo de la persecución, las hermanas Brilleslijper encontraron el Nido Alto, una casa «perdida en el bosque entre dos pueblos cuya única carretera quedaba muy lejos de la vivienda», detalla Van Iperen. Dicha casa, en la que actualmente vive la autora, se convirtió en un refugio para escapar de la persecución nazi en la que llegaron a convivir hasta 25 personas.

–Pero el Nido Alto no solo fue refugio, sino que también fue una especie de centro cultural...

–Creo que ahí radica el gran valor simbólico de esta historia. Porque en plena guerra Segunda Guerra Mundial, hablamos de los años 1943-44 en Países Bajos, cuando la mayor parte de los judíos estaban siendo deportados. Y hay que tener en cuenta que en Países Bajos es donde hubo más víctimas judías de toda Europa occidental, el 75 % de la población desapareció de la población judía.

Entonces, en medio de este escenario terrorífico, efectivamente había una casa que era el auténtico bastión de la cultura: se escribía, se debatía políticamente, se escribían temas de resistencia, se componía música yiddish, se representaban óperas. Entonces, es cierto que está esa contradicción, esa oposición entre un lugar de cultura y de florecimiento, cuando alrededor lo que había era la supresión de todo un pueblo y la erradicación de toda una cultura. Esto, esto lo describe muy bien una frase que leí sobre la casa, sobre el nido alto que decía: «Qué extraño pensar que el Nido Alto existía en un momento como ese, siendo un lugar loco, de ruido y de vida. Cuando realmente, cuando uno piensa en esa época se imagina a gente que se esconde, gente que está en silencio o que directamente está siendo exterminada».

Lien y su marido Eberhard en 1939

Cabe mencionar que las hermanas no estaban registradas como judías, lo que ayudó a su familia a huir de aquella acechanza. Y es que «cuando los nazis ocuparon Países Bajos, hubo una llamada a todos los judíos para que fuesen a registrarse y se les colocase una gran 'J' negra que los identificase como tal», precisa la escritora holandesa.

«La gran ironía de todo esto, de todo este escenario, es que la casa, Nido Alto, estaba en realidad a 200 metros de la casa que albergó durante mucho tiempo al líder del partido nazi neerlandés que estuvo ahí metido hasta mucho después de que fueran ellas descubiertas», desvela en conversación con El Debate.

Piezas pequeñas de un todo más grande

En 1944, la familia Brilleslijper y los refugiados en el Nido Alto fueron delatados, capturados y enviados a campos de concentración. Primero a Westerbock, donde coincidieron con la familia de Ana Frank. De allí fueron llevadas a Auschwitz y más tarde a Bergen-Belsen, donde las dos hermanas cuidaron de Margot y Ana Frank, menores que ellas, hasta su muerte.

«Existe una tendencia y es muy humano a simplificar las historias. A tener un enfoque, digamos, más maniqueo de quiénes eran buenos y quiénes eran malos, los que eran resistentes, los que eran colaboracionistas... pero lo que ilustra esta historia es justamente la complejidad de un momento como el momento bélico. Y ahí está también su interés», considera la actual propietaria del Nido Alto.

En este sentido, la escritora sostiene que la historia de Janny y Lien, que sobrevivieron al Holocausto, es «solo una historia, no la historia» y al igual que la historia de Ana Frank y otros muchos testimonios, son todas piezas pequeñas de otras más grandes.

–¿Qué se lleva de la historia de las hermanas Brilleslijper?

–Lo primero que saco de esta historia es que es imposible perseguir a todo un pueblo y organizar su persecución de la noche a la mañana. En ese sentido, lleva mucho tiempo el que haya personas que decidan participar en ello, deciden permitirlo. Y en concreto, para la población judía en Europa. Todos estos acontecimientos venían precedidos de una larga historia de antisemitismo o de persecución. Incluso en los países de Países Bajos, donde la población judía estaba integrada, pero ya te he contado antes, el 75 % acabó deportado. La cifra más alta de toda Europa Occidental.

Entonces creo que lo necesario es conocer el contexto para poder ver esa escalada. Y es lo que intento describir en mi libro, las etapas sucesivas que acaban llevando a esa situación de horror. Y para mí, lo que conservo después de años de investigación y de haber formado una sola familia con todas estas personas, es el mensaje de que hay que hacer lo que uno cree que tiene que hacer en las situaciones difíciles. Evidentemente, no es sencillo. Digamos que la resistencia empieza antes de que se declare una guerra. Si tomamos este ejemplo, entonces no es tanto preguntarse qué haría yo si hubiese una guerra, sino qué haría yo hoy antes de que ocurran las cosas.