Las ingeniosas formas de combatir las olas de calor en la Antigua Roma
Una especie de aire acondicionado primitivo o las denominadas casas de hielo eran algunas de las maneras con las que combatían el calor los antiguos romanos
Tras un inicio de verano un poco frío, el mes de julio trae consigo el característico calor del periodo estival. Solo el aire acondicionado, las piscina, los helados o las bebidas frías podrían hacer un poco más llevadero esta lucha contra el calor. Aunque es cierto que la tecnología (frigoríficos, ventiladores...) ha facilitado la vida en verano, los romanos ya idearon sus propios sistemas para huir de estas altas temperaturas. Aquel que podía –emperadores y aristócratas– huía de la urbe y se marchaba a su lujosa villa marítima, mientras que otros debían utilizar el ingenio para ello. Entonces, ¿Cómo combatían el calor los antiguos romanos?
Hace 2.000 años atrás, los meses de verano fueron especialmente cálidos en el Mediterráneo y autores como Teofrasto o Plinio el Viejo dejaron por escrito algunas observaciones: el primero indicó que aunque se podían plantar palmeras en Grecia, éstas no daban fruto. El segundo, por su parte, afirmó que las hayas, que sólo crecían a bajas latitudes, ya se habían convertido en árboles de montaña.
Mantener la casa fresca
A excepción de algunos privilegiados, no todos podían huir a zonas menos calurosas durante el verano por lo que debían pensar otras maneras para sobrellevar el bochorno. En este sentido, los romanos solían tener en cuenta diferentes factores a la hora de construir sus viviendas como la orientación de las casas respecto al sol o el flujo del aire. De esta manera, los arquitectos situaban puertas y ventanas en extremos opuestos de las habitaciones para proporcionar las corrientes.
Pero si aquello no era suficiente para refrescar las domus, los más pudientes (patricios) contaban con su propio sistema de ventilación primitivo. Ya en el Antiguo Egipto nos encontramos con fuentes que nos hablan de una especie de «atrapavientos», unos túneles verticales en los tejados para facilitar la salida del aire caliente, más denso, en verano.
Por otro lado, también hacían uso de las frías aguas que transportaban los acueductos para refrescar sus viviendas. De esta manera, patricios y plebeyos con el suficiente dinero para ello, contaban con una tubería que comunicaba el acueducto con sus casas lo que proporcionaba un caudal suficiente para mojar los muros exteriores de las casas y refrescar de esta manera el interior.
Otra manera que utilizaban y que ya se encuentra documentado en el Antiguo Egipto era colgar en las ventanas esteras de papiro mojado para refrescar el flujo de aire que recorría las casas.
Las casas de hielo
El ingenio y sofisticación de la ingeniería de los antiguos romanos no solo se refleja en los diferentes monumentos, sino también en sus inventos y más si con ellos pueden soportar mejor el molesto calor. Así, en la casa de algunos afortunados había una «casa de hielo», un pozo cavado en la finca de los grupos sociales más altos recubierto de paja y serrín, con una gruesa bóveda como techo donde almacenaban grandes cantidades de nieve para poder usarlo cuando las altas temperaturas se hacían insoportables.
Sin embargo, debido al coste y el esfuerzo que exigía este invento, estas casas de hielo estaban reservadas para las clases altas. Además, estos pozos eran más frecuentes en zonas donde la nieve y el hielo eran accesibles en invierno como pueden ser las áreas montañosas o el norte del Imperio romano.
«Prolongaba sus comidas desde el mediodía a medianoche, y de cuando en cuando tomaba baños calientes, o bien durante el verano baños refrescantes con nieves», escribe el historiador romano Suetonio cuando habla del emperador Nerón en su famosa Vida de los doce Césares.
Gracias a este historiador también sabemos de otras técnicas de refrigeración que usaban los romanos como el que utilizaba el emperador Augusto, que «en verano dormía con las puertas de su cámara abierta y a menudo bajo el peristilo de su palacio, en el que el aire era más refrescado por varios surtidores de agua y donde tenía además un esclavo encargado de abanicarle».
Otras formas más cotidianas
Además el albergar hielo para su posterior uso en baños también les permitía conservar alimentos. De hecho, los romanos ya tomaban helados: mezclaban nieve con zumo de frutas y miel. También hacían uso de abanicos para combatir el calor, así como de las termas, el frigidarium, es decir, la piscina de agua fría o las piscinas al aire libre (natatio). Todo ello ayudaba a hacer más llevadero un día de verano en el Imperio romano.