Fundado en 1910

Antes de 1840 era conocida como calle de la Amargura

¿De dónde viene el nombre de la madrileña calle del siete de julio?

La gente se había echado a las calles, se sucedían las algaradas y disputas entre liberales y absolutistas y las autoridades no parecían controlar la ciudad. Finalmente, el 7 de julio de 1822 la Guardia Real acudió al centro de Madrid

«Marchemos francamente, y yo el primero, por la senda constitucional». Esa conocida frase, pronunciada por el rey Fernando VII, daba inicio en España al Trienio Liberal, que se prolongaría desde 1820 hasta 1823. Las palabras del monarca tranquilizaron a los liberales, convencidos de tener en el trono a un decidido defensor del nuevo sistema. Sin embargo, pronto se constató que Fernando VII no creía en lo que decía. Fiel a uno de los rasgos más característicos de su personalidad, que consistía en afirmar lo que su interlocutor deseaba oír, el monarca fingía transitar por una senda que siempre se resistió a pisar. Obligado a transigir con los liberales, desde el primer momento trató de acabar con el régimen y de recobrar su poder absoluto.

La primera tentativa para ello fue la llamada «conspiración Vinuesa», que tomaba nombre del cura de Tamajón, Matías Vinuesa. Este fue detenido en enero de 1821 con unos papeles que incriminaban al monarca en un intento de golpe de Estado. La conjura aspiraba al arresto de las autoridades del Estado, la purga de elementos liberales de la Guardia Real y el fomento de una algarada popular en Madrid.

Horroroso asesinato de D. Matías Vinuesa. Grabado anónimo

Los absolutistas pondrían fin a esta última, al tiempo que liquidaban el gobierno constitucional y restauraban el orden. Los planes de Vinuesa se truncaron cuando fue descubierto y encarcelado. No obstante, los partidarios del rey absoluto obtuvieron una inesperada victoria, ya que, el pueblo, enfurecido al conocer la conspiración, irrumpió en la cárcel y asesinó a martillazos a Vinuesa ante la inacción de las autoridades liberales, lo que las desacreditó tanto en España como en el extranjero. Consciente de esto último, Fernando se apresuró a solicitar ayuda en el exterior. El macabro final de Vinuesa demostraba que el monarca español corría grave peligro y los soberanos de Francia, Inglaterra o Rusia no podían permitirlo.

Mientras llegaba el auxilio internacional, Fernando VII mantuvo sus proyectos para acabar con el régimen liberal. La siguiente ocasión se presentó en la primavera de 1822. El plan, que contaba con la connivencia del embajador francés, no era muy diferente al anterior: el monarca haría llamar al gobierno a Palacio mientras la Guardia Real y otros militares fieles al rey tomaban los puntos más importantes de ciudades como Madrid o Valencia. Por su parte, gente del pueblo saldría a las calles a gritar consignas a favor del rey absoluto y de la religión, en un sentido similar al del motín de Aranjuez de 1808 que acabó con la abdicación de Carlos IV.

Vista del monte y palacio de El Pardo a donde se dirigieron en la madrugada del 1 al 2 de julio cuatro batallones sublevados de la Guardia Real, iniciando así el golpe

El 1 de julio varios regimientos de la Guardia Real se sublevaron y se encaminaron a El Pardo, donde deberían reunirse con la familia real. Esta se hallaba en la Palacio de Oriente, donde Fernando VII trataba de revestir su golpe de Estado de cierta legalidad: allí se hallaba el gobierno, para que no pudiese resistirse a la conspiración, al tiempo que Fernando se comunicaba con el Consejo de Estado tal y como indicaba la Constitución en caso de situaciones complicadas. Y ciertamente la que se vivía en Madrid esa primera semana de julio era una situación complicada.

La gente se había echado a las calles, se sucedían las algaradas y disputas entre liberales y absolutistas y las autoridades no parecían controlar la ciudad. Finalmente, el 7 de julio de 1822 la Guardia Real acudió al centro de Madrid. Los liberales, auxiliados por la Milicia Nacional, ese cuerpo cívico de ciudadanos armados que defendía el orden constitucional, se enfrentaron en una auténtica batalla contra las tropas de la Guardia Real. El enfrentamiento tuvo lugar en las inmediaciones de la Plaza Mayor, en la vía que, actualmente, lleva por nombre calle del 7 de Julio.

Placa de la Calle del 7 de Julio

La Guardia Real, dividida y sin muchos apoyos, fue derrotada en la refriega. Incluso alguno de sus miembros se pasó al bando liberal y se enfrentó a sus compañeros. El caso más célebre es el del futuro general Ramón María Narváez que, pese a haber pasado a la historia como un político y militar autoritario, pagó caro su liberalismo juvenil. Con la victoria constitucional, los planes de Fernando VII se limitaron a solicitar la ayuda de las potencias extranjeras, al tiempo que se consolidaba el régimen liberal.

No obstante, este triunfo sobre el absolutismo radicalizó a los liberales, liderados desde entonces por las facciones más exaltadas. Estas no tardaron en ganarse la enemistad de muchos, incluidos sus antiguos correligionarios y, tan sólo un año después de su victoria, la debilidad del sistema liberal, minado por sus divisiones, era patente. Así, al concluir el año 1823, el rey Fernando VII, gracias al auxilio de las tropas enviadas por Francia, los Cien Mil Hijos de San Luis, se había impuesto a los liberales y volvía a gobernar España sin ningún tipo de limitación.