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Judy junto al piloto de la RAF Frank Williams

Picotazos de historia

Judy, la perrita pointer que fue oficialmente declarada prisionera de guerra

Ingresó oficialmente en la Armada británica como Judy de Sussex con funciones de mascota

Nació en febrero de 1936 en la perrera de Shanghai, lugar utilizado para el cuidado de las mascotas de los expatriados que vivían en la ciudad ya que los autóctonos se comían a los perros. Ella era una perrita de pura raza pointer con manchas blancas y negras. En otoño de ese año la tripulación de la cañonera HMS Gnat (mosquito en inglés) aprobó el adoptar una mascota. El capitán, acompañado por el primer oficial y contramaestre del barco, adquirieron a Judy y la presentaron a la tripulación. Llamó mucho la atención de que el animal carecía del instinto de caza propio de su raza y se achacó a su crianza en la perrera.

HMS Gnat, fotografiado en 1922

Judy ingresó oficialmente en la Armada británica como Judy de Sussex con funciones de mascota. En noviembre se cayó por la borda. Accidente que no tuvo consecuencias y que fue festejado por la tripulación. «Judy ha sido bautizada». Si bien como perro de caza Judy era un fracaso, demostró ser un digno y fiable miembro de la tripulación al alertar con sus ladridos de un intento de asalto nocturno por parte de unos bandidos.

Miembro de la Armada británica

Iniciada la guerra, la primera acción en la que participó fue la evacuación de Singapur. Durante la travesía a Batavia la cañonera fue hundida por la aviación nipona. Judy, que se había quedado atrapada en el interior del barco, fue salvada por un miembro de la tripulación y devolvió el favor al excavar, cuando se encontraron en tierra firme, hasta encontrar agua potable y mantener alejadas a las serpientes durante la noche. Recogidos los náufragos por una barca de pescadores navegaron hasta las islas Singkep.

Dejaron allí a los heridos y continuaron en un junco hasta la isla de Sumatra. Ya en Sumatra atravesaron doscientos kilómetros de jungla hasta llegar a la ciudad de Padang. El viaje fue posible gracias a que Judy les condujo por entre las peligrosas ciénagas, mantuvo alejadas a las serpientes durante la noche y avisó de un cocodrilo que les acechaba y cuyas garras le abrieron una brecha de quince centímetros a la valiente perrita.

El grupo cayó prisionero de los japoneses y fue encerrado en unas barracas que hacían la función de campo de prisioneros. Judy fue introducida de contrabando dentro del recinto y por las noches salía –pasaba por debajo de las vallas– para cazar roedores y otros bichos con los que alimentarse y complementar la dieta de los prisioneros. Al final resultó ser una cazadora.

Una manera de proteger a la perrita

Una parte de los prisioneros fue trasladada al campo de Medan, a unos quinientos kilómetros al noroeste de Padang, y Judy siguió a este grupo. En todo momento el animal se jugaba la vida ya que los soldados japoneses la golpeaban, lanzaban piedras y la dispararon varias veces. Por otro lado Judy dejaba claro que no podía ni ver a los japoneses. El piloto Frank Williams conoció a Judy durante este traslado y se creó un fuerte vinculo entre ambos.

Con el objeto de proteger a la perrita de los guardias, nada más llegar al nuevo campo solicitó al comandante del mismo –coronel Hirateru Banno– que el animal fuera inscrito como prisionero de guerra. El coronel –para gran sorpresa de todos– aceptó la idea y Judy fue inscrita oficialmente como el prisionero de guerra número 81A Gloegoer Medan. El único caso durante la Segunda Guerra Mundial. Más tarde al coronel –que comparado con otros era la Madre Teresa de Calcuta– le regalarían un cachorro de una camada que tuvo Judy durante el cautiverio

Una de las camadas de cachorros de Judy

En junio de 1944 se comunicó a los prisioneros que serían trasladados a Singapur. Todos menos Judy. El traslado se llevaría a cabo en el antiguo carguero holandés Van Waerwijck, en donde fue introducida como polizón Judy. Lamentablemente el Van Waerwicjk fue torpedeado, durante su navegación hacia Singapur, por el submarino británico HMS Truculent. Frank Williams fue rescatado por un petrolero japonés. Otros supervivientes le hablaron de un perro que ayudó a náufragos acercándolos a restos flotantes donde pudieran agarrarse o ayudándolos a mantenerse a flote.

Williams fue trasladado a un campamento en el que fue recibido por una exultante Judy que no paraba de brincar y saludarle. Allí se enteró que la perrita había participado en el rescate de los náufragos y que el marinero Les Searle la había subido a un barco de pescadores que estaba recogiendo náufragos y la introdujo en el camión que les transportó al campamento donde estaban.

Al anunciarse el fin de la guerra los prisioneros fueron trasladados a un campo de reposo y embarcados con destino a Inglaterra. Otra vez la perrita fue embarcada como polizón por sus compañeros de cautiverio. La historia de sus hazañas fueron relatadas a prisioneros de otros campos que abarrotaban el barco y pronto todo el mundo estuvo al tanto, pasando a ser la protegida de la oficialidad, marinería y pasajeros del barco. El eco atravesó las ondas y llegó a las Islas Británicas. La perrita Judy de Sussex fue galardonada con la medalla Dickin al Valor. Durante el viaje, sus compañeros de cautiverio le hicieron una chaqueta de la RAF – como Willians era piloto pensaron que Judy pertenecía al Ejercito del Aire cuando en realidad era de la Armada – con el distintivo de la campaña de Asía.

La perrita Judy murió el 17 de febrero de 1949 en el sur de Tanzania, lugar a donde había ido acompañando a Frank Willians que había encontrado trabajo allí. Fue enterrada con la chaqueta de la RAF que habían hecho los prisioneros para ella.