Dinastías y poder
El lado «mestizo» de Winston Churchill
El gran estadista del siglo XX hizo alarde de su lado yanqui cada vez que viajaba a los EE. UU. Una herencia genética de su madre, neoyorquina, quien apoyó la carrera política de su hijo mayor
Pertenecía a una de las más distinguidas dinastías británicas. Pero a él le gustaba presumir de su lado yanqui cada vez que viajaba a los Estados Unidos. Tanto en sus encuentros con Roosevelt como en la visita que hizo en 1947 a la Universidad de Fulton y en la que acuñó la expresión del «telón de acero», sir Winston hacía gala de su versión mestiza. Quizá lo hacía para parecer más cercano al pueblo o porque la herencia genética de su madre, neoyorquina, se adaptaba muy bien a la personalidad desorbitada del «viejo león».
Aunque americana de nacimiento, la madre de Winston Churchill fue una de las mujeres más cuestionadas de la sociedad victoriana y personaje de referencia de la vida londinense. Atractiva y de fuerte carácter tuvo un matrimonio inestable con Randolph Spencer Churchill, prometedora figura del partido conservador. Abanderó campañas de caridad, protagonizó un romance con el príncipe de Gales y se lanzó a escribir en semanarios críticos con el movimiento sufragista.
Nació como Janette Jerome en 1854 en una familia de Brooklyn. Su padre se había hecho millonario con la especulación y envió a sus hijas a estudiar a Europa. Eran tres hermanas, de las que se decía, «la buena, la ingeniosa y la guapa». Jennie, era la tercera. Se establecieron en París y recibieron una educación acorde con la bonanza económica de su progenitor. Eran los días del II Imperio Francés hasta que la derrota de Napoleón III, les forzó a dejar el país y trasladarse a Londres.
En las elegantes regatas de Cowes, centro de la aristocracia británica, conoció a Randolph Spencer Churchill, tercero de los hijos del duque de Marlborough y figura en ascenso del partido conservador. Era un poco excéntrico, «una mezcla de frialdad y fuerza nerviosa», leemos en The Morning Herald. Se casaron en abril de 1874, en una boda que ocupó las portadas de todos los semanarios gráficos. Ella pasó a ser conocida como lady Jennie y a ser considerada una de las mujeres más distinguidas de Londres, artista y música consumada, con trato cercano con la reina Victoria como se describe en el libro de Anne Sebba, Winston´s american mother. Mientras, su marido se hacía un hueco en el gabinete tory de lord Salisbury. Su residencia era el palacio de Blenheim (Oxfordshire). Aquí nació en 1874, escasos meses después de la boda, su hijo Winston. Cuatro años más tarde el matrimonio tuvo otro hijo, Jack, con el tiempo encargado de las finanzas familiares.
Lady Jennie se movía con soltura en los círculos de la buena sociedad y viajaba mucho. Winston entró en el prestigioso internado de Harrow y más adelante en la academia militar de Sandhurst. Por aquellos días se decía que lady Jennie mantenía un romance con el príncipe de Gales, futuro Eduardo VII, que enfurecía a Alejandra de Dinamarca. También se le atribuyeron amoríos con el embajador del Imperio Austrohúngaro, conde Charles Kinsky. Pese a todo, los Churchill eran una de las parejas más frecuentadas de la capital británica. Pero en 1886, la oposición de lord Randolph a la aprobación de un presupuesto para el ejército, provocó su salida del gobierno. Dicen que él mismo llevó la carta de dimisión al Times: era el fin de su carrera política y de una vida que se apagó a causa de la sífilis o de un tumor cerebral, como se dijo en los periódicos.
Al quedarse viuda en 1895, lady Jennie se centró en apoyar la carrera política de su hijo mayor, que acababa de regresar de África del sur donde había trabajado como corresponsal de guerra y sufrido un secuestro boer. Él mismo lo cuenta en su libro My early life. Jennie se entendió bastante bien con su nuera, Clementine Hozier, figura clave en los logros políticos de Winston y con la que se había casado en 1908.
Su madre, todavía muy vital, no había dudado en contraer nuevos matrimonios. «Dicen los periódicos de Londres que el principal asunto de las conversaciones en los círculos aristocráticos es el anunciado matrimonio de la distinguida lady Randolph Churchill con el teniente de la Guardia Real, Mr. Cornwallis-West», leemos en La Época (27 junio 1900).
Además, se lanzaba a publicar una especie de autobiografía: The Reminiscences of Lady Randolph Churchill. Según parecía, el amor era el único móvil que llevaba a contraer este matrimonio tan desigual en el que «ella es muy rica y él no tiene ninguna fortuna personal». Se divorciaron al poco tiempo, aunque volvería a casarse, ahora con un funcionario destinado en Nigeria. Por entonces su hijo, gran lord del Almirantazgo, veía como británicos y australianos sufrían una apabullante derrota en Gallipoli de la que le costó recuperarse. Winston se enroló en los Royal Scots Fusiliers para luchar en el frente occidental. Era el año 1916. Poco después sería nombrado ministro de colonias y responsable de la firma del tratado anglo-irlandés que supondría el principio de la independencia de Irlanda.
Lady Jennie Churchill murió en Londres tras una caída en 1921. Tendrían que pasar casi dos décadas hasta que Winston fuese designado por Jorge VI para encabezar un gobierno de concentración con el que hacer frente a la amenaza alemana ya comenzada la Segunda Guerra Mundial.