Picotazos de Historia
El pueblo Arma o la huella de un español en Tombuctú
Los arma mantuvieron la tradición de combate y la mezcla de idiomas español, portugués e indígena
El nuevo sultán de Marruecos Ahmad I el Mansur (1549 – 1603), tras el triunfo que supuso la victoria en la batalla de Alcazaquivir, meditó largamente en cómo podían ser utilizadas las armas y la habilidad de los prisioneros europeos capturados.
En el centro del continente africano se encontraba entonces el Imperio songhai. Este era un estado africano situado al este de Mali. El momento de mayor apogeo del Imperio songhai correspondió con el reinado de su Rey Askia Mohamed I ( 1493 – 1528). Este rey había peregrinado a La Meca haciéndose acompañar por un exuberante y riquísimo séquito acompañado por una escolta de mil soldados y quinientos jinetes, todos ricamente vestidos y armados y los caballos enjaezados primorosamente.
Tanto impresionó semejante aparición que el Jerife de La Meca le otorgó el título de Califa y dejó la creencia de que la riqueza del Imperio songhai, y de su capital Tombuctú, era fabulosa. Esta idea –que se probará equivocada– junto con una situación de guerra civil en la que se encontraba el Imperio songhai, dividido en varias facciones, decidieron al sultán Ahmad I a enviar a las fuerzas cristianas que tenía con objeto de conseguir el fabuloso botín. Como comandante de la fuerza eligió a un funcionario llamado Yuder Pacha.
El verdadero nombre de Yuder Pacha –y tal vez el motivo de su elección– era Diego de Guevara. Pertenecía a una familia morisca que se había establecido en Almería. Cuando era un adolescente había sido hecho prisionero durante una incursión berberisca en la zona de Levante. Algo que era frecuente y nos dejó la expresión «haber moros en la costa».
Diego de Guevara, junto con sus compañeros de infortunio, ingresó en el servicio del sultán Abd al Malik y fue escalando puestos a medida que demostraba inteligencia y lealtad. En 1578 cayó en desgracia debido a su vinculación con un potentado que había intentado sublevarse contra el sultán. Al Malik no mandó ejecutarlo, lo que hubiera sido normal, si no que lo puso a prueba durante años.
El nuevo sultán decidió que era la persona indicada y le puso al mando de una fuerza compuesta por cuatro mil arcabuceros cristianos, una pequeña fuerza de caballería y varios miles de arrieros, con sus animales de transporte, para el traslado de lo necesario para llevar a cabo una terrible marcha a través del atroz desierto. La marcha, de unos mil quinientos kilómetros, fue terrible pero consiguió atravesar el desierto. Yuder Pacha sabía que solo tenía posibilidades de lograrlo con una fuerza pequeña y muy disciplinada. Y fue para él un verdadero alivio el no tener que combatir por cada uno de los pozo de agua que encontraron en el camino.
En marzo de 1591 el pequeño ejercito de Yuder Pacha se enfrentó contra el ejército songhai. Que este último fuera más numeroso no impidió que fuera contundentemente derrotado. Por cierto, las ordenes en el ejercito de Yuder Pacha se daban en español. Tras la victoria aplastante las tropas de Yuder Pacha tomaron la capital Tombuctú así como los importantes centros culturales y comerciales de Gao y Djenne. El sultán Ahmad, no queriendo que Yuder Pacha adquiriera demasiado poder lo relegó a la gobernación de la ciudad de Gao, nombró gobernador de la nueva conquista a Mamud ibn Zarqun quien organizó una conferencia con el último rey de los songhai.
Este acudió a la reunión acompañado de sus hermanos, a los que convenientemente había hecho castrar para evitar problemas sucesorios, esperando llegar a un acuerdo. Mamud mandó matarlos a todos, desapareciendo la dinastía y el imperio Songhai.
Las victoriosos ejércitos del sultán de Marruecos quedaron muy decepcionados al no encontrar las fabulosas riquezas que les habían prometido. Y es que la riqueza del Estado songhai no venía de fabulosas minas de oro –que, por cierto, existían y estaban situadas al sur pero no dentro del territorio Songhai– si no de la estratégica posición que ocupaba que le permitía acceder a las rutas comerciales del oro (por el sur), de la sal (que provenía del desierto), los productos manufacturados que recibían de los estados costeros y que provenían de los europeos y la importantísima ruta de los esclavos de los negreros musulmanes.
Yuder Pacha por medio de un prudente y juicioso uso de la diplomacia, el soborno y el veneno –cada uno en su tiempo y manera– recuperó la gobernación del todo el territorio y eliminó molestas competencias. Las tropas que le acompañaron se instalaron y se casaron con mujeres autóctonas y acabaron constituyendo un estado y un pueblo propio: el pueblo Arma. El nombre lo tomaron del español, idioma con el que se daban las ordenes militares, y la orden más común era «al arma». Grito de alerta que hoy utilizamos todo junto «Alarma». Los Arma mantuvieron la tradición de combate y la mezcla de idiomas español, portugués e indígena. Básicamente el estado lo constituía el ejercito y utilizaban a los habitantes como tropas auxiliares. Con el tiempo serían barridos por otros pueblos.
Todavía hoy se encuentran en la zona de Mali a descendientes de estos prisioneros españoles y portugueses que derrotaron imperios y crearon estados