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07 de septiembre de 2024

Francois Mitterand y Jean Ferrat en un concierto de Isabelle Aubret en 1968

Francois Mitterand y Jean Ferrat en un concierto de Isabelle Aubret en 1968GTRES

El primer «frente republicano»: tortura en Argelia, guerra contra Egipto y firma del Tratado de Roma

El Gobierno francés de 1956-57, el más escorado a la izquierda desde la Segunda Guerra Mundial, renegó más de una vez de sus principios

Edgar Faure, uno de los políticos más originales de la Francia contemporánea, tomó la inusitada decisión -en la perspectiva de la práctica política de la IV República, el régimen instaurado en 1946- de disolver la Asamblea Nacional el 1 diciembre de 1955, un día después del derrocamiento de su Gobierno, y convocar elecciones legislativas para el día 2 del siguiente mes. Unos comicios que ganó una coalición de centro izquierda, compuesta por socialistas, radicales, la pequeña formación de centro izquierda, con vocación de bisagra, encabezada por François Mitterrand, y los «republicanos sociales·», que agrupan los gaullistas, por entonces muy minoritarios.

La coalición

La coalición, bautizada «Frente Republicano» por el director del semanario L’Express, Jean-Jacques Servan-Schreiber, no fue la más votada. Mas los efectos del sistema electoral, así como la buena disposición abstención del Partido Comunista para favorecer un escoramiento a la izquierda, por entonces primer grupo de la Asamblea Nacional, terminaron por darle el Gobierno, cuya jefatura, tras la negativa de Pierre Mendès-France, referente moral de la izquierda gala y líder natural del «Frente Republicano», recayó en Guy Mollet, secretario general de la Sección Francesa de la Internacional Obrera (Sfio), que así se llamaba, en aquella época, el partido socialista.

Guy Mollet en 1955

Guy Mollet en 1955GTRES

Mollet apenas tenía experiencia ministerial previa -apenas un año en tres etapas distintas-, pero estaba más que curtido en las negociaciones políticas: las aceleró, y el uno de febrero, tras ser investido por 420 votos frente a 72 y 83 abstenciones, constituyó un Gobierno en el que Mendès-France era primer vicepresidente, aunque sin cartera, Mitterrand segundo vicepresidente y ministro de Justicia, el radical Maurice Bourgès-Maunoury asumió Defensa, mientras que la Sfio se reservó Asuntos Exteriores así como los principales ministerios económicos.

Unión entre Argelia y Francia

Mas la emergencia era Argelia, donde el conflicto, iniciado en noviembre de 1954, había experimentado una irreversible escalada desde las masacres de agosto de 1955, que se saldaron con 123 víctimas mortales, siendo la mayoría de ellas francesas. Durante la campaña electoral, el «Frente Republicano» había apostado por una «paz negociada». Mollet especificó el concepto durante su discurso de investidura: tras reafirmar la «unión indisoluble entre Argelia y la Francia metropolitana», señaló que «La Asamblea Nacional debe afirmar solemnemente que el destino futuro de Argelia nunca se determinará unilateralmente. No aceptaremos que se imponga una solución por la fuerza ni que un elemento de la población pretenda dictar sus propias concepciones».

Unas palabras que causaron honda preocupación entre los franceses de Argelia, los «pieds-noirs», que el 6 de febrero de 1956, en Argel, recibieron a Mollet a tomatazos. Una exhibición de violencia que impulsó al jefe de Gobierno a plegarse a la voluntad de sus agresores y apostar por la represión pura y dura. La primera medida que tomó Mollet consistió en relevar al gobernador de Argelia, el general Georges Catroux, de talante moderado, que llevaba diez días en el cargo sin haber tomado posesión. Su puesto lo ocupó el parlamentario socialista Robert Lacoste, empeñado en cumplir, y sin contemplaciones, con los deseos de su jefe de filas.

Robert Lacoste y Francois Mitterrand en 1956

Robert Lacoste y Francois Mitterrand en 1956GTRES

Los acontecimientos se precipitaron en marzo por medio de un decreto que traspasaba al Ejército «poderes policiales» al Ejército. Así las cosas, se suspendían libertades individuales y se extendía el uso de la justicia militar. El voto sobre los «poderes especiales», decidido por el Gobierno de izquierdas, desembocó, asimismo, en el envío masivo de tropas a Argelia, pasando el número de efectivos del ejército de 200.000 en enero de 1956 a 400.000 en enero de 1957. El corolario de esta última medida fue el alargamiento del servicio militar hasta los 27 meses. Aunque una de las consecuencias más trágica de los «poderes especiales» sería la generalización de la práctica de la pena de muerte.

Huelga general

El 19 de junio de 1956 fueron guillotinados en la cárcel de Argel Zabana Hamida y Ferradj Abdelkader. «Son los primeros de una larga serie», escribe Franz-Olivier Giesbert en su biografía de Mitterrand. El ministro de Justicia -y futuro presidente de la República- firmaba fríamente las ejecuciones. En alguna ocasión expresó algún remordimiento. Pero sin pensar en la dimisión, como hicieron Mendès-France o Alain Savary.

El general Jacques Massu en 1960

El general Jacques Massu en 1960GTRES

La escalada se agravó en enero de 1957 cuando Lacoste delegó todos los poderes civiles y militares en la zona de Argel al general Jacques Massu, comandante de la Décima División Paracaidista. El héroe de la Resistencia durante la Segunda Guerra Mundial no se privó de usarlos: había empezado la batalla de Argel, motivada por varios asesinatos perpetrados por los fellaghas del Frente de Liberación Nacional (Fln), que el 28 de enero, tras reivindicar otros tres atentados, decretó una huelga general en la capital.

Los interrogatorios a los detenidos redoblaron de intensidad. Y sin pararse en barras: ahogamientos en bañeras o electrocución

Al frente de sus 8.000 hombres, Massu la frustró sin escatimar en medios: mandó a sus subordinados remontar las cortinas metálicas de las tiendas, meter a los recalcitrantes en camiones militares o encargarse de la recogida de basuras. La huelga fracasó, si bien los interrogatorios a los detenidos redoblaron de intensidad. Y sin pararse en barras: ahogamientos en bañeras o electrocución de diversas partes del cuerpo a través de la técnica de la gégène. A eso se le llama tortura.

El presidente egipcio Gamal Abdel Nasser en 1956

El presidente egipcio Gamal Abdel Nasser en 1956GTRES

La indignación estalló en ambientes intelectuales de la metrópoli, principalmente de izquierdas. Pero el Gobierno de izquierdas de Mollet seguía en sus trece: el número de atentados en Argel descendía paulatinamente: 39 en febrero, 29 en marzo, según indica Michel Winock en L’agonie de la Quatrième République. En octubre, con el arresto de Ali «La Pointe» -el principal cabecilla, Yacef Saadi, había sido capturado en septiembre-se dio por finalizada la Batalla de Argel: el Ejército francés era su vencedor, pero la ruptura de la convivencia entre «pieds-noirs» y argelinos era ya irreversible.

La crisis de Suez

La Batalla de Argel no se puede desligar de la situación internacional: cuando empezó, la Décima División Paracaidista regresaba del Canal de Suez, que había intentado recuperar -había sido nacionalizado por el rais egipcio Gamal Abdel Nasser, junto con el cuerpo expedicionario británico, en noviembre de 1956. La Crisis de Suez, uno de los episodios de máxima tensión de la Guerra Fría, objeto de decenas de libros y demás estudios historiográficos, supuso por parte francesa otra demonstración del carácter implacable del Gobierno del «Frente Republicano» en materia internacional. Aunque terminase en un sonoro fiasco.

Maurice Faure llegando al Elíseo en 1958

Maurice Faure llegando al Elíseo en 1958GTRES

Mollet embarcó a su país en la aventura del Canal para, al igual que el Reino Unido, defender sus intereses comerciales en una vía estratégica para el comercio planetario; pero también, y sobre todo, para asestar un golpe definitivo a Nasser, principal apoyo -político, logístico y financiero- en el mundo árabe de la causa de la independencia argelina. La operación, militar anglofrancesa, sin ser brillante, iba surtiendo cierta eficacia hasta que el 6 de noviembre, bajo presión de Estados Unidos y con las Naciones Unidas en contra de ellos, el primer británico aceptó el alto el fuego. Mollet, que pidió unas horas más, siguió, pero a regañadientes. Jamás expresó remordimiento alguno por haber pergeñado una guerra preventiva, es decir, sin autorización de Naciones Unidas.

Medidas sociales

Menos mal que su Gobierno dio un impulso decisivo a la construcción europea, con la firma del Tratado de Roma el 25 de marzo de 1957. Los ministros Christian Pineau y Maurice Faure jugaron un gran papel en el desenlace de unas negociaciones algo atascadas desde el fracaso de la Comunidad Europea de Defensa en 1954. Ya en el plano interno, el Gobierno del «Frente Republicano» también destacó por medidas de tipo social como la tercera semana de vacaciones pagadas. Sin embargo, no se desprende, casi 70 años después, de su fama historiográfica: la de un Gobierno de izquierdas que renegó muchos de sus principios. Tal vez demasiados.

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