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Valdemar II hecho prisionero por Enrique de Schwerin

Valdemar II hecho prisionero por Enrique de Schwerin

Picotazos de historia

Un conde cabreado consigue secuestrar al rey de Dinamarca

Valdemar II de Dinamarca cometió un gran error enfadando al bueno de Enrique de Schwerin

Enrique ( 1155–1228) fue el cuarto hijo de Guncelino (se trata de un diminutivo de Gunther), primer conde de Schwerin, en Mecklenburgo, en la zona noreste de la moderna Alemania. A la muerte de Guncelino el condado fue heredado por los dos hijos mayores, que fallecieron al poco, y por el tercero, de nombre Guncelino. Este último, tal vez para espantar la mala suerte, decidió compartir el gobierno del territorio con Enrique. Durante esos años el reino de Dinamarca había ganado influencia por su decidido apoyo a la casa de Hohenstaufen contra el güelfo duque de Sajonia y Baviera, Enrique el León. Federico I Barbarroja, de la casa de los Staufen, triunfó y Valdemar II de Dinamarca se benefició de una preeminencia que le permitió adquirir más dominios en el norte del Imperio y en las costas del mar Báltico.

Enrique, despojado de todo

Estando Enrique ausente, ya que participó en la desdichada Quinta Cruzada ( 1217 -21) también llamada «la de Damieta», Valdemar II maniobró para casar a un hijo natural suyo, de nombre Nils, con la hija de Guncelino II de Schwerin. Durante los años de la cruzada murieron tanto el hermano de Enrique como el joven Nils así que Valdemar II asumió la regencia del condado en nombre de su nieto recién nacido, para el que reclamó la mitad norte del condado como patrimonio personal. Además, y para tener la seguridad del absoluto control de todo el territorio, puso como gobernador de Schwerin a su sobrino Alberto, conde de Orlamunde. Cuando Enrique regresó de la cruzada se encontró que había sido despojado de todo cuanto tenía. No fue posible llegar a un acuerdo con Valdemar y fue en este punto que un desesperado Enrique de Schwerin decidió jugarse todo, pues sólo le quedaba la vida por perder.

Valdemar II de Dinamarca

Valdemar II de Dinamarca

La noche del 6 al 7 de mayo de 1223 estaba el rey Valdemar II de Dinamarca con su hijo y heredero del mismo nombre descansando, tras una jornada de caza, en la isla de Lyo, al sur de la isla de Fionia, en el mar Báltico. Antes de que pudieran darse cuenta Enrique de Schwerin había ejecutado un audaz golpe de mano y, tras liquidar al pequeño séquito que acompañaba al rey, tenía en su poder al rey y al príncipe heredero de Dinamarca. Enrique había perdido su hogar pero con el rey en sus manos no le faltaron amigos que le brindaron hospitalidad. Primero se alojó en la ciudad de Lenzen en Brandenburgo, luego en el castillo de Dannenberg, en Sajonia, antes de poder regresar a su hogar de Schwerin, siempre acompañado de sus prisioneros a los que no perdía de vista.

Derrota total de Valdemar

El brillante golpe de mano había insuflado ánimos a los seguidores y amigos de Enrique y había muchos vecinos de los territorios y posesiones de Valdemar que estaban deseando arreglar alguna cuenta que otra. Pero el danés era terco y no estaba dispuesto a satisfacer las exigencia de Enrique y, mucho menos, las de sus amigos y aliados: el duque Enrique de Mecklenburgo, Adolfo IV de Holstein y el arzobispo de Bremen. Ni siquiera la intermediación del Papa Honorio III consiguió ablandar al tozudo Valdemar. Entonces sucedió el desastre. En enero del año 1225, el sobrino y gobernador de Schwerin que dejara Valdemar –Alberto de Orlamunde–, junto con las tropas del duque de Luneburgo, había sido contundentemente derrotado y el propio Alberto, que actuaba como regente del reino además de gobernador del condado en disputa, había caído prisionero. Un desastre total. Valdemar no tuvo más remedio que aceptar las condiciones que le imponían.

Moneda con la imagen de Valdemar II de Dinamarca

Moneda con la imagen de Valdemar II de Dinamarca

El Tratado de Bardowick determinó las condiciones. Valdemar debería entregar un rescate de 45.000 marcos de plata (el marco era una medida de peso equivalente a 8 onzas o 248 gramos), la cesión (o devolución) de los condados de Schwerin a Enrique y Holstein a Adolfo IV, la renuncia a todos los feudos alemanes, conceder libertad de comercio con las ciudades alemanas y entregar a tres hijos suyos como rehenes. Valdemar, una vez en libertad, trató de dar la vuelta a lo acordado en Bardowick pero volvió a ser derrotado. A las exigencias anteriores se sumaron la pérdida del principado de la isla de Rugen, así como la pérdida de todas las posesiones danesas en la costa del Báltico, incluida Estonia. Encima tendría que pagar 12.000 marcos de plata más para poder recuperar a sus hijos.

En definitiva: Valdemar II cometió un gran error cabreando al bueno de Enrique, quien demostró ser una persona con iniciativa. A Dinamarca la broma le costó su expansión por el mar Báltico y su posición como potencia en la región. Tardaría siglos en recuperarse.

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