Grandes gestas de la Historia
La gesta del apóstol Santiago en Clavijo: mucho más que una batalla de ficción
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Si hubiera que destacar tres batallas que marcaron la identidad de España como nación serían sin duda Covadonga, Las Navas de Tolosa y la batalla de Clavijo. Las dos primeras son sobradamente conocidas pero la última permanece en el olvido. Covadonga por ser el impulso inicial del gran proceso de la Reconquista que conseguiría la supervivencia de la cultura occidental en España. Las Navas de Tolosa, por ser la gran victoria militar contra el Islam, la batalla campal con más efectivos hasta entonces de la historia hispánica y ¿por qué la batalla de Clavijo?
Pues nada más y nada menos porque en Clavijo Dios mostraba a los cristianos españoles la primera señal fehaciente de su apoyo enviándoles a su apóstol más cercano, el más valiente y el primero que dio su vida por él. Santiago lucharía en el campo de batalla contra los musulmanes como un miles christi más. Ello haría transmutar la guerra territorial en una cruzada religiosa y en la larga contienda los hombres dejaron de pelear para expulsar al invasor para hacerlo imbuidos de una fuerza mística en la defensa de su fe. Por ello, la batalla de Clavijo, pese a que hoy sea denostada, negada o considerada una ficción tiene una extraordinaria y acreditada relevancia que marcó sin duda nuestra historia como nación.
¿Quién fue Santiago y por qué él?
Santiago, hermano de san Juan Evangelista llamado «el Mayor» nació en Betsaida (Galilea) hijo de Salomé y El Zebedeo no era un simple pescador, sino armador, con lo que se presupone que tenía una formación superior al resto del apostolado. Hubo un antes y un después en su vida cuando aceptó la invitación de Jesús para convertirse en «pescador de hombres». Por su carácter impetuoso y arrojado, él y su hermano fueron llamados por «Los hijos del trueno». Junto a Juan y Pedro era el amigo más íntimo de Jesús con el que compartió momentos cruciales como la transfiguración o la agonía en el huerto de Getsemaní, la vivencia más difícil de Cristo como hombre.
Santiago como judío llevaba un nombre judío: Jacob. De ahí Sant Iacob. Por ello –como lo lleva incluido– no lleva el apócope de 'san' delante de su nombre (no se dice san Santiago). Muchos no saben que Jacobo, Diego, Jaime, Tiago o Yago son derivaciones de su nombre.
En el año 33 d. C. los apóstoles, iluminados por el Espíritu Santo, se habían repartido el mundo conocido para predicar y a Santiago le correspondió Hispania. Desembarcó en Cartago Nova, hoy Cartagena, y desde ahí recorrería la península incluyendo la Gallaecia. De este periplo se narra su desesperación ante la tibia acogida de los hispanos y la aparición de la Virgen sobre una columna dándole ánimos, prometiéndole que España sería la nación más cristiana del orbe y sugiriéndole la construcción de un templo: Nuestra Señora del Pilar en Zaragoza hoy patrona de la hispanidad.
Como curiosidad señalar que María estaba a punto de morir, y pidió como última voluntad ver a todos los apóstoles dispersos por el mundo. Jesús le habría concedido aparecerse a Santiago, algo que hizo lo que se llama «en carne mortal» porque entonces estaba viva.
Santiago regresó a Jerusalén y en el año 44 moría decapitado por orden de Herodes Agripas I y se convertiría en el primer apóstol mártir. Sus discípulos Atanasio y Teodoro, recogieron su cadáver y lo embarcaron en una barca de piedra sin timón con dirección a la costa gallega donde permaneció incógnito varios siglos.
Santiago peregrino y el Camino
A comienzos del siglo IX un eremita llamado Pelayo advertía al Obispo de Iria Flavia, Teodomiro de la existencia de una señal lumínica en el cielo, similar a la que había anunciado el Portal de Belén. La estrella apuntaba a un lugar donde ambos hallaron un sepulcro con una inscripción: «Aquí yace Jacobus, hijo de Zebedeo y de Salome». Personado allí el rey Alfonso II ordenaba levantar una basílica y proclama a Santiago Patrono de España.
En pleno auge del culto a las reliquias, la aparición del cadáver del apóstol más cercano a Jesús fue un revulsivo y cristianos del norte de la península comenzaron a peregrinar para mostrar su devoción. Una afluencia que iría aumentando con el tiempo. En un comienzo no hubo vías establecidas porque al andar se hacía el camino y la guía era la vía láctea hacia el campus stelae, de donde viene Compostela que se fue alzando como uno de los centros de peregrinación más importantes de la cristiandad junto con Jerusalén y Roma.
Con el transcurrir de los siglos la ruta se convirtió en lo que se conoce hoy como el Camino de Santiago conformando el fenómeno global más importante de la Edad Media y articulando una primera idea de Comunidad Europea. Las leyendas atribuyeron la aparición del propio apóstol en este camino haciendo milagros y ayudando a los caminantes en su advocación de Santiago Peregrino.
Batalla de Clavijo: Santiago Apóstol se transforma en matamoros
En el año 783, el rey de Asturias Mauregato se había visto envuelto en luchas intestinas y con ayuda de Abderramán I, se mantuvo en el trono. Pero como pago se comprometió al tributo de las cien doncellas (vírgenes). «Cincuenta nobles para casamiento con ellas y las otras cincuenta para mancebas» Un cruel impuesto que no siempre fue pagado por reyes posteriores.
Pero Abderramán II, poco después del hallazgo del sepulcro del apóstol exigió el tributo al rey Ramiro I que se negó rompiendo la frágil paz que mantenían cristianos y musulmanes y llegó la confrontación. Ramiro reunió un ejército y puso al frente a Sancho de Tejada, a sus trece hijos que darían lugar al Solar de los Tejada y a doce caballeros gallegos fue inicialmente derrotado en Albelda (Logroño). Pero mientras descansaba en las cercanías de Clavijo, La Rioja el rey tuvo un sueño en el que el apóstol Santiago, le aseguraba que si atacaba de nuevo vencería y que él mismo los acompañaría en la batalla.
Al día siguiente, así fue y apareció Santiago sobre un fuerte y hermoso caballo blanco. Y cuenta la crónica «Y a su vista se animaron briosos los cristianos y se amedrentaron tanto los infieles que, cobardes, volvieron las espaldas, huyendo desordenados, dejando el campo lleno de cadáveres moros y corriendo arroyos de su sangre que, se dice, llegaron hasta el río Ebro, que dista de aquel sitio dos leguas» y es que el Apóstol guerrero montado en un magnífico corcel blanco se habría enfrentado al ejército musulmán vestido con una túnica y capa blanca y convertido en capitán de las tropas cristianas espada en ristre. Impulsivo, valiente, y de fe inquebrantable, había cabalgado con ímpetu arrollador en Clavijo. Su aparición a caballo estaba en consonancia con la cultura caballeresca medieval basada en valores heroicos y una santidad combativa contra el infiel, el hereje y contra las fuerzas del mal.
70.000 moros quedaron tendidos en el campo de batalla y la tierra se tiñó de rojo durante decenios. La victoria aplastante y se liberaban de pagar el ignominioso tributo. Santiago había convertido en Santiago Matamoros. La recuperación de territorios había transmutado en una guerra santa. Santiago versus Mahoma serán dos símbolos, dos iconos y dos gritos que inspirarán a los ejércitos. No en vano, san Agustín, poco después, establecía los principios que justificaban la «guerra justa».
La orden de Santiago
Años después aparecerá una orden religioso- militar que protegerá a los peregrinos y defenderá el camino de los ataques del Islam bajo la protección del Hijo del Trueno: la Orden de Caballería de Santiago, cuyo símbolo es la unión de la espada y la cruz. La espada símbolo de la decapitación del apóstol y de la que blandió en las batallas y la cruz de la cristiandad que defendía. El color rojo de la sangre derramada.
La orden de Santiago volverá a conjugar el espíritu caballeresco con la mentalidad de cruzada, considerando el combate por la fe como medio de perfeccionamiento espiritual y con el tiempo, adquiriría un enorme prestigio. Grandes militares españoles pertenecieron a la orden: Gonzalo de Córdoba, Pedro de Alvarado, Jorge Manrique, Francisco Pizarro, Hernán Cortés, Calderón de la Barca, Alonso de Ercilla, Hurtado de Mendoza, Don Juan de Austria, Álvaro de Bazán, San Francisco de Borja, Álvaro de Luna, Francisco de Quevedo, Diego Velázquez, entre otros.
En relación con la veracidad de la predicación de Santiago en España, de la aparición del sepulcro o incluso de la propia batalla militar de Clavijo. Muchos investigadores parecen tener cierta complacencia en negarlos en rotundo. Al margen de la esfera de la fe, se considera que lo no documentado no existe. En el campo jurídico se considera que «que no haya evidencias de que algo se haya producido, no quiere decir que no se haya producido».
Muchos hechos rigurosamente reales no han sido documentados, pero la tradición así lo avala. Por ejemplo, el caso del obispo de Iría Flavia Teodomiro el que encuentra la tumba con el ermitaño se afirmaba que era un personaje de ficción, pero en décadas recientes se encontró su sepulcro. Por lo tanto sí había existido. En relación a que el hallazgo respondió solo a un trasfondo político es posible, pero también lo es que si hubiera sido una invención intencionada se hubiera buscado un lugar más propicio, de más envergadura y no en ese confín de la tierra donde no había ninguna urbe de relieve cerca y ni siquiera pasaba ni una ruta comercial. Otros prefieren interpretaciones más esotéricas. El Camino de Santiago sería una traspolación sincrética de un camino perrromano en busca del Finisterre planetario o incluso el tándem Santiago-Cristo la prefiguración de Cástor y Polux. Otros van más allá y aseguran que quien está enterrado es el hereje Prisciliano.
En relación con la batalla de Clavijo, es cierto que no hay evidencias pero sí presenta elementos de otras más o menos cercanas en el tiempo y sí documentadas como la de Albelda o incluso la de Simancas de 939.
Sea rigurosamente histórica, sea un producto de la síntesis de otras o fuera, completamente inventada para la cristiandad en Clavijo sucedió algo mucho más importante que una gran victoria con decenas de documentos que la avalen y es que potente fuerza galvanizadora que despertó en la resistencia frente al islam, y los reyes lo consideraron su santo protector. Fernando III le atribuyó la conquista de Sevilla, de quien dice: «Cuyo alférez nos somos e cuya enseña traemos, e a que nos ayuda siempre a vencer». Los Reyes Católicos hicieron el camino y le llamaron «Luz y patrón de las Españas, espejo y guiador de los reyes» y Quevedo afirmaba que «Dios hizo a Santiago, Patrón de España, para que cuando llegase el día pudiera interceder por ella y volverla otra vez a la vida con su doctrina y con su espada».
Y es que como patrono de la monarquía fue el santo valedor de España ante los conflictos armados: moros, moriscos, turcos otomanos, piratas berberiscos, luteranos o idólatras.
Santiago en América
Concluida la Reconquista, Santiago se apareció en el Nuevo Mundo. Dada la inferioridad numérica y militar de los españoles, los acompañó y protegió en trances de guerra en esta empresa titánica. También actuó como promotor de la evangelización y protector en desastres naturales: terremotos, grandes tempestades o inundaciones. La fuerza y el poder del santo a caballo fascinó tanto a los indios, que de ser un santo invocado por los españoles para conquistarlos, lo convertirían en su defensor y lo representarían como uno de los suyos.
Numerosas ciudades recuerdan la devoción o intervención del Apóstol. Entre ellas Santiago de Cuba, Santiago de Chile, Santiago del Estero (Argentina), Santiago de León de Caracas (Venezuela), Santiago Cotagayta (Bolivia), Santiago de los Caballeros (República Dominicana), Santiago Tianguistengo, así como pequeñas poblaciones ríos, montañas y accidentes geográficos. Y es que, tras la Virgen, es el nombre de de Santiago el más repetido en el continente y el santo por antonomasia del Mundo Hispánico, incluyendo Filipinas. Allí se liga a la labor de misioneros y la defensa contra los moros que los hostigaban.
Algunos ejemplos de la convicción de la milagrosa participación de Santiago en las batallas son curiosos. Como en los levantamientos de los rebeldes peruanos en el Cuzco a finales del XVIII donde llegaron a atar las manos de las imágenes del apóstol Santiago para prevenir su intervención militar a favor de las fuerzas reales. O el gran regalo a la catedral de Santiago la reina Mariana de Austria, una pieza de platería de tal estratosférica calidad que nadie se lo explicaba. Y es que tenía una intención oculta: agradecer la intervención divina de Santiago Matamoros a favor de las tropas austríacas contra el Imperio Otomano.
Santiago y Drake
En 1589 España sufrirá en La Coruña un gran ataque naval por parte de Inglaterra. Superior a la mal llamada Armada Invencible, fue la mayor ofensiva hasta la fecha. Capitaneada por Francis Drake sería silenciada durante siglos y gracias al historiador Luis Gorrochategui salía a la luz en su trascendente obra Contra Armada. Los protestantes eran demoledores en su ataque a los símbolos católicos y sentían un especial placer en profanarlos. Las reliquias del apóstol se convertían en su pieza más codiciada y por ello, fueron rápidamente escondidas. Tan bien las ocultaron que no aparecieron hasta 1879. El Papa de entonces, León XIII, confirmaba su autenticidad solo tras el veredicto de los tres científicos más reputados. Entre ellos estaba Antonio Casares, pionero de la implantación de la luz eléctrica en España y en Europa de la anestesia –en este caso el cloroformo–. Casares tras un meticulosísimo y laborioso análisis de los huesos afirmó que «no podía corroborar que era Santiago, pero que los restos sin duda alguna correspondían al siglo I».
El Apóstol Santiago, patrón de España y del Arma de Caballería
Pese a que desde el siglo VIII los reyes reconocían a Santiago Apóstol como patrón, fue en el XVII cuando Felipe IV lo hace oficial. Y en 1846 se le designaba patrón del Arma de Caballería.
Y es que la tradición militar española había seguido blandiendo el grito de guerra «¡Santiago y cierra, España! antes de cada carga en ofensiva. Santiago: invocando a su patrón. «Cierra» tomando el sentido de la orden militar cierra, que en términos bélicos significa trabar combate, embestir o acometer y, «España» por el reino que estaban defendiendo. La frase fue muy utilizada en las batallas de la Reconquista, en las campañas americanas, por los tercios de infantería en toda Europa o hasta tiempos más recientes como el regimiento de caballería Alcántara en su gesta colectiva en Annual. La abnegación para cumplir su misión en el combate fue reflejo del espíritu santiaguista que animó a todos los regimientos de Caballería.
Tres devociones paralelas
En España por tanto confluyeron tres devociones paralelas. Santiago apóstol que evangelizó la propia península, dando como consecuencia que el catolicismo se convirtiera en santo y seña de ser español y sus reyes en las más católicas majestades. Santiago peregrino con la peregrinación y el gran camino milenario que lleva su nombre y hoy sigue vigente convocando a millones de personas y Santiago caballero cuya metamorfosis del apóstol a guerrero expandió su culto y sintetizó las virtudes militares de los jinetes españoles de todos los tiempos.
Se crea todo, algo o absolutamente nada de lo narrado poco importa porque es innegable la ingente trascendencia del mito surgido en la batalla de Clavijo. Celebrada como un elemento de conformación de la historia nacional avaló desde entonces la legitimación política de los reinos y reaafirmó que la hispanidad era protegida por la Divina Providencia. Y catapultó a España, como escribió Cervantes, en el solar de actuación del «caballero andante de Dios».