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Sanjurjo y otros oficiales en el banquillo de acusados, durante su juicio (1932)

La Sanjurjada, el primer intento de golpe de Estado contra la II República

Sanjurjo, en una entrevista concedida a un periódico francés, manifestó la necesidad de la intervención del Ejército para restablecer el orden y evitar el giro a la izquierda que llevaba a España a la anarquía

El 10 de agosto de 1932 se producía un intento de golpe de Estado liderado por el general Sanjurjo contra el gobierno republicano presidido por Niceto Alcalá Zamora siendo Manuel Azaña jefe de un gobierno republicano socialista.

Sanjurjo había sido uno de los actores principales que habían permitido la llegada de la República en abril de 1931. En ese momento era director general de la Guardia Civil. Cuando se proclamó la república se negó a movilizar a los miembros de la Guardia Civil para defender el entonces orden constitucional legal de la monarquía. Sus motivos fueron evitar que sus guardias tuviesen que disparan contra las turbas que se habían hecho con el control de las calles en Madrid y de otras grandes ciudades. Sanjurjo había tenido un papel fundamental en el final de la Guerra de Marruecos bajo las órdenes del general Primo de Rivera. Sanjurjo no perdonó a Alfonso XIII el trato que había dado a Primo de Rivera.

Azaña había destituido a Sanjurjo de la dirección general de la Guardia Civil, para destinarlos a la dirección general de Carabineros. El descontento de Sanjurjo, motivado por el extremismo sectario que desde un principio había adoptado el nuevo régimen, unido al deterioro del orden público que desde el Gobierno se consentía, había provocado que Sanjurjo, en una entrevista concedida a un periódico francés el 9 de abril, manifestase la necesidad de la intervención del Ejército para restablecer el orden y evitar el giro a la izquierda que llevaba a España a la anarquía. Cuando Sanjurjo se sublevó solo habían pasado 16 meses desde la proclamación de la II República.

El golpe se tenía que producir en Sevilla y en Madrid. El general Sanjurjo se sublevaría en Sevilla, apoyado por el general García de la Herrán. En Madrid los generales Cavalcanti y Goded serían los que encabezarían la sublevación cuyo objetivo fundamental sería ocupar el Palacio de Comunicaciones y el Ministerio de la Guerra, donde detendrían al presidente Azaña. Esas acciones serían apoyadas por el general González Carrasco en Granada; el general Miguel Ponte en Valladolid; el coronel Varela en Cádiz y el general Barrera en Pamplona, cuyas tropas confluirían sobre Madrid.

De izquierda a derecha: el capitán Sanjurjo, el general Sanjurjo, el teniente coronel Verea, el general Herranz y el teniente ParladéWikimedia Commons

Sanjurjo, acompañado de un ayudante y de su hijo, el capitán Justo Sanjurjo, viajó desde Madrid a Sevilla el 9 de agosto, llegando hacia las 3 de la madrugada del día 10. Estableció su cuartel general en la casa del marqués de Esquivel, donde se le unieron el general Miguel García de la Herrán y una veintena de jefes y oficiales de la guarnición. Sanjurjo consiguió sublevar a una compañía de la Guardia Civil acuartelada en la Plaza de España y García de la Herrán a un batallón de Ingenieros.

Con esas fuerzas se formó una columna que se dirigió al Ayuntamiento y al Gobierno Civil donde se proclamó el estado de guerra en todo el territorio de la Segunda División Orgánica. Sanjurjo ordenó detener al gobernador civil, al alcalde de Sevilla y a varios concejales, y nombró como comandante militar de la plaza al general García de la Herrán y al coronel retirado carlista Cristóbal González de Aguilar nuevo gobernador civil, quien enseguida ordenó a la Guardia Civil que disolviera los ayuntamientos de la provincia. Poco después el resto de la guarnición se sumó a la rebelión, con la única excepción de las fuerzas del Aeródromo de Tablada, que se mantuvo fiel al gobierno.

Cuando Sanjurjo se sublevó solo habían pasado 16 meses desde la proclamación de la II República

En Madrid el golpe constituyó un fracaso desde el principio. El Gobierno tenía noticias de lo que se preparaba. Azaña contaba con el jefe de su gabinete militar, el teniente coronel Hernández Saravia, y del director general de Seguridad Arturo Menéndez López.

A las 3.30 horas de la madrugada del 10 de agosto se había sublevó un escuadrón del Establecimiento Central de la Remonta de Caballería situado en el barrio de Tetuán mandado del capitán Manuel Fernández Silvestre (69 soldados y 3 oficiales) a los que se unieron unos 100 paisanos, en su mayoría militares retirados y algunos militantes monárquicos.

Esta exigua fuerza intentó ocupar, sin éxito, el Palacio de Comunicaciones y el Ministerio de la Guerra, situados en la Plaza de Cibeles, acción que fue evitada por cuatro compañías de guardias de asalto bajo el mando del mismísimo director general de Seguridad Arturo Menéndez. El choque armado provocó diez muertos y ocho heridos entre los sublevados y cinco heridos entre las fuerzas gubernamentales. Fueron detenidos los generales Goded, Cavalcanti y Fernández Pérez junto con otros jefes y oficiales. El intento de golpe en Madrid había durado tres horas. La guarnición madrileña había visto desde sus cuarteles estos sucesos sin moverse.

Cuando se conoció en Sevilla el fracaso del golpe en Madrid, las tropas sublevadas volvieran a los cuarteles, dejando sola a la Guardia Civil, al tiempo que llegaban noticias de la salida de dos trenes con tropas desde Madrid para aplastar la Sanjurjada, momento en que los sindicatos de izquierdas decretaron una huelga general.

Sanjurjo abandonó Sevilla camino de Portugal, pero fue detenido antes de llegar a frontera

A la una de la madrugada del 11 de agosto una comisión de oficiales de la guarnición sevillana le comunicó a Sanjurjo que no se enfrentarían con las tropas gubernamentales que venían de Madrid. Sanjurjo abandonó Sevilla camino de Portugal, pero fue detenido antes de llegar a frontera.

Sanjurjo era el indiscutible jefe de los africanistas, el soldado más prestigioso de España. No logró arrastrar en su intento de golpe a la mayor parte de los generales, coroneles, jefes y oficiales que, en un número enorme, le veneraban. En el verano de 1932 la República no había llegado al enorme deterioro que alcanzaría durante el gobierno del Frente Popular cuatro años después.

La Sanjurjada sirvió para que los partidos de izquierdas se radicalizasen, entendiendo que la única forma de ser republicano en España era su forma de entender la república. Aprobaron el Estatuto de Autonomía de Cataluña y la Ley de Reforma Agraria. Fue suprimida la Dirección General de la Guardia Civil.

El 11 de agosto fue aprobada con carácter urgente una ley que autorizaba al Gobierno a expulsar a todos los funcionarios militares y civiles que «realicen o hayan realizado actos de hostilidad o menosprecio contra la República». Fueron separados del servicio 46 diplomáticos, entre ellos siete embajadores, y más de 100 magistrados, jueces y fiscales. 300 generales, jefes y oficiales fueron relevados de sus mandos. Fueron clausurados 109 periódicos y se detuvo en toda España a más de 5.000 personas. El 11 de septiembre 145 jefes, oficiales y paisanos fueron deportados a Villa Cisneros. El Gobierno decretó la expropiación de bienes rústicos de varios de los implicados en la intentona golpista: del líder carlista Fal Conde, de generales como González Carrasco o Cavalcanti, además de propiedades de personas de derechas.

Sanjurjo, su hijo Justo, el general García de la Herrán y el teniente coronel Esteban Infantes (años después mandaría la División Azul) comparecieron ante un consejo de guerra el 24 de agosto. Sanjurjo fue condenado a la pena de muerte, García de la Herrán a cadena perpetua y Esteban-Infantes a 12 años y un día de prisión. La pena de muerte de Sanjurjo fue conmutada por cadena perpetua por un decreto del presidente de la República.

Sanjurjo sería indultado en abril de 1934 por Lerroux y enviado al exilio en Portugal desde donde encabezó una nueva conspiración, ahora contra un gobierno del Frente Popular, que también fracaso, el 18 de julio de 1936, pero que degeneró en una guerra civil que llevaría al poder a los vencedores de la guerra liderados por el general Francisco Franco.